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Fútbol

Los viernes de Iván Castelló: El metaverso llega al fútbol español para quedarse

Iván Castelló

Actualizado 15/07/2022 a las 11:03 GMT+2

El fútbol español vive desde la inconsciencia instalado en una realidad paralela, un presente virtual que no tiene en cuenta ni el pasado ni el futuro y sólo vive al minuto, al segundo, gastando lo que no se tiene. "Y, después de mí, el diluvio", que dijo Luis XV. Es la nueva filosofía. Recordemos ejemplos que circulan en boca de todas, todos, todes.

El vicepresidente deportivo, Rafel Yuste (i), el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta (2i), el director de fútbol Mateu Alemany (2d), y el secretario técnico, Jordi Cruyff (d) durante la presentación del centrocampista marfileño Frank Kessie (c) como

Fuente de la imagen: EFE

El FC Barcelona más arruinado posible resulta que lo ficha todo, como si invirtiera justo el Jueves Negro de la bolsa de Nueva York y como si enviara señales de querer morir matando. El Real Madrid pasa en su sueño de grandeza de tener falsamente atado a Kylian Mbappé a fichar a un tal Tchouaméni por 80+20 millones de euros.
Y el Atleti, porque buena parte del balompié patrio se sigue entendiendo desde los rutilantes avatares de los tres grandes, no ficha de momento por falta de solvencia pese a vivir en principio su época más dorada, en su atalaya soñada, siempre en Champions. ¿Cómorrrr? Pues eso. El metaverso en toda su pureza ha llegado para que nadie entienda nada según el universo en el que mire.
Esta locura en la que se desenvuelven los tres principales emblemas de LaLiga parece conducir a un camino sin retorno, un brindis permanente a un sol que de tanto calentar ya está quemando las alas de irresponsables Ícaros. La urgencia por ganar de cualquier manera, pero ganar al fin y al cabo (tan de moda), ahora es la que marca la conversación. Y ahí ya no hay tiempo para esperar con paciencia a rehacerse, a construir con sentido. Todo es inmediatez.
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Aurélien Tchouaméni.

Fuente de la imagen: Getty Images

Y en ese pulso por sobrevivir como sea ahí están tres ejemplos tan cercanos como distantes, el contrasentido de un negocio cada vez más lejos del juego perfecto que era y que depende de la potencia económica y no del talento para supuestamente entretener a través del único camino posible que se separa del fracaso: la victoria.
Porque esa es otra, y bien gorda, pues parecemos haberlo olvidado: ¿Quién juega bien ahora? ¿Quién practica un fútbol para recordar? Aquí las respuestas parecen claras a una y otra pregunta: nadie y ninguno. Ahora que el ganar, ganar y ganar nace en otro sitio, los voceros y palmeros lo tienen claro. Sólo se trata de eso. Qué verdad, qué pena.
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