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Mundial Qatar 2022 | La opinión de Sergio M. Gutiérrez: El listo del Twitch

Sergio Manuel Gutiérrez

Publicado 04/12/2022 a las 11:28 GMT+1

Hay dos hipótesis. La primera sostiene que Luis Enrique es temerario e inconsciente, y se pasa de listo al ignorar la condena que este país reserva al inventor fallido, al fracasado extravagante, a quien pudo ganar pero no lo hizo porque andaba despistado haciendo cosas raras y entonces ya verás cuando pierda la hostia que le voy a calzar. La segunda argumenta que sí lo sabe pero le da lo mismo.

Football - World Cup 2022 : Spanish Coach Luis Enrique talking about cycling in his last stream on Twitch

Fuente de la imagen: Eurosport

Le tienen ganas, con razón. El seleccionador reúne todos los defectos imaginables del antihéroe patrio para quienes piensan que la patria es antes una bandera que un vecino con apuros para llegar a fin de mes. Suelo llamarlo el problema de la sinécdoque: la palabra España, sinónimo por lo común de tres o cuatro clichés, unas clases de historia mal contadas y muchos golpes en el pecho, queda empequeñecida en su contenido por quienes más afirman engrandecerla, hasta el punto de identificarse absurdamente por unos días, por unas horas, con los once jugadores que forman el equipo masculino de la Real Federación Española de Fútbol. Siempre, siempre habrá una masa de españoles dispuestos a considerar felón al seleccionador que malgaste el talento de cada generación, que lo pervierta o lo transforme en algo distinto a lo que ellos piensan que debería ser. En realidad, ni siquiera importa que el técnico lo haga mejor o peor: basta no convocar a Raúl o pedir que el pantalón sea rojo, como el resto de la equipación.
Al revés sucedería lo mismo, eh, con la salvedad de que los que estamos a este lado de la trinchera decimos sentir un desapego mayor hacia los colores. Pamplinas, en verdad. A nadie le gusta verse representado por unos valores que no son los suyos. Porque esos tipos en calzón corto que corren detrás de una pelota, por muy absurdo que lo veas, al final te representan.

Irreverencia

El valor que más molesta de Luis Enrique no es su madridismo renegado, tampoco su pasado culé ni su catalanismo entusiasta, ni siquiera su soberbia para nada disimulada. Hablamos de un seleccionador autónomo y acerado, transparente al fuego amigo de la prensa y de los futbolistas no seleccionados, imperturbable en sus designios profesionales, cabezota, inmune a campañitas mediáticas y con recursos y salidas para todo. Carece de miedos, improvisa, va por libre. Y en parte gracias a ese libreto heterodoxo ha cosechado buenos resultados deportivos con una materia prima bastante bruta o poco testada, en el mejor de los casos, cuando no inapropiada o de calidad mediocre.
Lucho cree ser audaz, más listo que el hambre. Finge poder escapar como si con él no fuera la cosa de las redes que lo intentan atrapar.
No, ni siquiera incomoda esa villanía arrogante, autosuficiente, como de príncipe bastardo o monarca coronado por el pueblo. Su desparpajo, su genuina sencillez, te invita a creer que él es el dueño de la razón y que lo va a ser hasta que se le antoje prestártela. Resultaría más sencillo atizar a un pedante o a un farsante, al típico cagalindes de la palabra y del sistema o al experto en hacer bomba de humo cuando el asunto se complica. No, su rectitud no es un problema. El valor que más molesta de Luis Enrique es su irreverencia. Lo que de verdad les da miedo es que el seleccionador no siente respeto alguno por la autoridad (y además lo demuestra) cuando piensa que la autoridad no ha hecho lo suficiente para ganarse su respeto.

La autoridad

El periodista es una autoridad, se ponga como se ponga el lector y se ponga como se ponga el propio seleccionador. Es cierto que vivimos una mala época para decirlo, pero yo soy un perdedor y mis lectores tampoco son tantos, y además no me importa demasiado que me señalen por decir bobadas. Así que ahí va otra vez, completamente en serio: el periodista es una autoridad, y en un mundo ideal su testimonio, su crónica o su relato debería ser considerado prueba incontrovertible ante el más exigente tribunal.
El problema, por supuesto, es que los periodistas con los que se ha cruzado Luis Enrique a lo largo de los años pocas veces se han ganado su respeto. Por eso los trata con desprecio. Es el Luis Enrique que no lee la prensa, ni escucha, ni ve ni navega. Es el que sostiene sin empacho que su opinión vale más porque sabe más de fútbol que tú de aquí a Lima. Es el que utiliza el apellido de alguien para descalificarlo o el que ridiculiza el análisis de un partido porque el analista no fue en su día un profesional de la pelota. Es el entrenador malencarado que responde con monosílabos y onomatopeyas. Es el que estima que apenas debe rendir cuentas a su jefe y quizá ni eso, aunque el jefe es el que le paga y bueno, bueno, tú pagas pero no me vengas con historias.

Padrique vs Amunike

Luis Enrique Martínez, ahora convertido al estoicismo, lector de clásicos griegos, recto, dueño de sí mismo y sus circunstancias controlables, sereno ante las incontrolables, ha demostrado ser un hombre sabio en muchos aspectos. Sin embargo, con el carácter que se gasta a ver quién es el guapo que le explica lo que necesita entender para terminar de cambiar su actitud a la vejez, viruelas: que los medios de comunicación son una de las cuatro patas de la democracia, que sin periodistas esto se va al carajo, por muy malos que sean, que un periodista o es periodista o es experto, del mismo modo que un experto o es experto o es periodista (y que ni uno puede hacer igual de bien el trabajo del otro, ni el otro igual de bien el trabajo del uno), que necesitamos estar informados para votar bien y que si votamos tan mal es porque no estamos bien informados, que en el siglo de las comunicaciones vivimos incomunicados y que la explosión de plataformas y medios de información sólo nos ha dividido, perfilado, atomizado y en última instancia atontado. Que quisimos organizar el conocimiento y al final sólo la estupidez se ha organizado. Que sí, que en el twitch, míster, usted controla el continente y el contenido, comunica lo que quiere, como quiere y cuando quiere y llega sin trabas a los suyos, pero sólo a los suyos. Y así estamos. Los unos con Luis Padrique y algunos individuos nefastos todavía a estas alturas con el padre de Amunike.
Hay quien piensa que no hay vuelta de hoja, que los medios tradicionales están acabados tal y como los conocemos porque sus audiencias van muriendo y los muertos no leen el periódico ni escuchan la radio, ni mucho menos ponen la televisión. Habrá que preguntarles si los muertos son más de conectarse a twitch.
Yo afirmo que nos hemos pasado de frenada y que no sabemos si nos vamos a estampar contra aquel muro que está allí al fondo. Cada titular engañoso o cada noticia falsa, cada información no leída por pereza de hacer clic es un metro menos de distancia. Cuando una organización sometida a escrutinio público decide rendir cuentas (o simular que lo hace) con un mensaje producido y distribuido por sí misma, el periodismo muere un poquito. Y con él, nuestro mismo sistema social y político.
No digo que todo esto sea radicalmente malo, yuyu, caca o anatema. Digo lo que he dicho: que nos hemos pasado mucho de frenada.

La noticia

El Luis Enrique del twitch pasará a la historia, según quién la cuente, como un fantoche o como un héroe de la comunicación. Al final, es cuestión de suerte. De la suerte del gol. Ibai Llanos, pionero en la materia, lo sabe muy bien. Él entiende que sin ese punto de suerte él mismo habría sido recordado como un gordo barbudo que cometió la desfachatez de ponerse delante de una cámara. Pero Ibai es Ibai y la gente lo ve porque es una bendición para la comunicación y desde luego por ser Ibai. Lucho es Lucho, pero la gente lo ve únicamente porque es el seleccionador español de fútbol masculino.
Allí, a su twitch, hemos ido los periodistas a buscar la noticia. ¿Por qué? Porque quienes no quieren o no pueden acceder al twitch de Luis Enrique merecen conocer qué hace o dice Luis Enrique en el twitch. Porque Luis Enrique es un personaje público y la opinión pública precisa de toda la información, buena si es posible, de calidad, para poder formarse. Porque sin opinión pública no hay nada.
Sí, al twitch hemos ido los periodistas. Bueno, alguno ha ido a buscar otra cosa distinta a la noticia, es cierto. Diréis que los medios se degradan imitando a los no medios porque están desesperados y ya no saben cómo competir por la audiencia hiperfragmentada. Es una explicación, pero no sirve de excusa: el periodista debe informar, interpretar la realidad, opinar con fundamento, entretener e innovar, innovar todos los días de su vida en cada uno de esos aspectos. Y si fracasas, fracasas siendo periodista. Si imitas a los no medios, fracasarás siendo no periodista y dejarás coja además la frágil mesa de la democracia.

La verdad y el legado de Cardeñosa

Cardeñosa, Eloy Olaya, Julio Salinas, Zubizarreta... Ellos fracasaron (fallaron) siendo futbolistas y este país nunca los perdonó. Si España (¿"España"?) se la pega a lo grande en Qatar, Luis Enrique escalará al primer puesto de la lista de personas machacadas por su actuación en una Copa del Mundo de fútbol. No se le perdonará la irreverencia.
Prepárese el ánimo para todo; sepa que ha venido adonde truena y relampaguea, escribió Séneca. Los estoicos creían en la posibilidad de conocer el mundo por medio de la razón, siempre y cuando la razón dominase en el ser humano. Virtuoso, de ánimo imperturbable, el estoico poseerá la verdad cuando aprehenda con la razón la imagen de la realidad que le ofrecen los sentidos. La verdad es que el acoso mediático que ha sufrido el seleccionador es inaceptable (como inaceptable es, en general, el estado de la profesión periodística). La verdad es que Lucho es dueño de su verdad, y su verdad dice que tiene motivos de sobra para hacer lo que hace.
Pero la victoria es muy, muy improbable. Y en la derrota le lloverán tortas como a nadie nunca antes.
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