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Los viernes de Iván Castelló: La Selección no es de todos

Iván Castelló

Actualizado 09/12/2022 a las 15:33 GMT+1

Acabó la etapa de Luis Enrique al frente de la Selección. Y no una semana después del varapalo mundialista, como él predijo al abrir una puerta a la supervivencia del proyecto, sino ni 48 horas después.

Luis Enrique tras la eliminación de España ante Marruecos en el Mundial de Qatar 2022

Fuente de la imagen: Getty Images

Luis Rubiales, de nuevo, tiró de poder ejecutivo para acabar con cualquiera menos con él mismo. Nada nuevo por ahí, sucede muy a menudo, es norma en el balompié. El caso es que el fútbol español, en horas muy bajas tras la decepción del Mundial disputado por España en Qatar, no está en cuartos sino en las últimas.
Y es que la Selección no es de todos. Lleva ya mucho tiempo sin serlo, justo desde que acabó la era de Vicente del Bosque y tras una convulsión parecida a la actual vivida antes por Luis Aragonés. Del Bosque fue el hombre perfecto de consenso en su bonhomía entre lo que más desune por estos nuestros lares: la guerra civil permanente entre Real Madrid y Barcelona. Que, al final, todo viene por ahí, por el rencor que desata en un lado o en el otro que alguien parezca decantarse por un lado o por el otro.
Pero es que el amor a la Selección no es generalizado. Es algo que puede explicarse desde muchas vertientes en este país. Negarlo es un absurdo. La peculiaridad política y social del estado español, el fanatismo de base por los colores de los clubes antes que por el equipo supuestamente de todos y hasta la pereza que despierta el equipo nacional en un poder que tiene su importancia, como las patatas: la Prensa.
Porque sólo en momentos muy puntuales, como el día del gol de Iniesta en Sudáfrica, la repercusión de la Roja ha estado a la altura de los dos que mueven el cotarro a los ojos del cuarto poder. Adivina, adivinanza. De nuevo el Madrid y el Barça, el Barça y el Madrid. Los que venden y generan audiencia. Muy por encima de la Selección. A años luz.
Si, además, sale un técnico respondón como el asturiano, cero empático con el entorno de los medios, siempre a la defensiva (como al final de su carrera como jugador, de delantero a lateral derecho), que se rebela con voz propia en el nuevo altavoz de internet y que puede ser fácilmente reconocible como más proclive a los otros que a los unos, pues todo encaja. Como lo hacía el denostado ahora tiquitaca. Alegría en este día, el de su destitución. Una más en el debe también del estado de forma francamente mejorable del periodismo, no sólo el deportivo, para terminar de pintar un cuadro dantesco.
¿Y el fútbol? Pues de fútbol se ha hablado poco. Porque no es lo capital. Nunca lo es. Sólo importa aquí cuidar el producto que funciona, defenderlo del ataque del uno o del otro. La polarización llegó al extremo de que golear por 7-0 a Costa Rica pareció un drama similar a no meterle siquiera un penalti a Marruecos.
En ese ambiente enrarecido, y con mil problemas tácticos y de convocatoria en los que se metió él solito sin red, Luis Enrique ha naufragado sin paliativos. Lo normal era cambiar de seleccionador. Siempre se deteriora la baraja por los picos. Como pasará pronto con Simeone. Y queda un panorama poco halagüeño con un perfil bajo como Luis de la Fuente cuando el problema, la reunificación, es de calado.
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