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Opinión | Los miércoles de Antonio Sanz: El eco federativo en el adiós de Luis Enrique

Antonio Sanz

Publicado 30/03/2022 a las 09:58 GMT+2

España ha ganado los dos amistosos celebrados en los últimos días. Sin embargo, Albania e Islandia no han logrado relajar los envites de la opinión pública. El devenir continuista de Luis Enrique se mantiene como incógnita a despejar mientras crecen aquellos que apuntan con dolor al adiós del técnico una vez celebrado el Mundial.

Luis Enrique

Fuente de la imagen: Eurosport

Hasta bien entrado el mes de diciembre, más o menos con las fechas navideñas de este 2022, no conoceremos, al menos eso aseguran los protagonistas, si España mantendrá o no en el cargo al actual seleccionador. El puesto más relevante del fútbol profesional no de clubes abriga la duda que los interesados se niegan a desvelar. El mandamás Rubiales, su máximo responsable deportivo, el ex cancerbero Molina, e incluso quien dirige los destinos de la Roja, se han conjurado para no resolver la causa del aplazamiento. La balsa de calma que arropa al grupo no modifica el protocolo marcado: todo se va a dejar para cuando conozcamos qué ha sucedido en Qatar. Las partes le restan importancia al asunto, pero el conflicto perdura desde hace meses y sólo Luis Enrique domina la situación, sencillamente porque es quien nada tiene que perder. Las fechas mundialistas (en plena temporada) aprisionan a los dirigentes que deben medir los tiempos para no quedarse compuestos y sin relevo de garantías a escasos días de la llegada de Papá Noel.
Rubiales aterrizó en la Federación con mano de dura, sin contemplaciones y dispuesto a dejar su sello personal en las decisiones que le ocuparan. No le tembló el pulso cuando se cargó al seleccionador Lopetegui tras conocerse su fichaje por el Real Madrid. Lo que en principio pareció un acuerdo satisfactorio para los implicados, el eco popular terminó por poner nervioso al presidente, quien precipitó la salida del técnico a pocas horas del estreno ruso. Tras el torneo, Luis Enrique se convirtió en la apuesta federativa con vistas al campeonato que comenzará en noviembre. Tras la salida y retorno del asturiano por los motivos ya conocidos, nada hacía pensar que los protagonistas se enrocarían en el sinsentido de acabar el Mundial sin ocupante en el banquillo. Todo en manos de los resultados que se cosechen es un órdago a grande que no merece nadie.
Molina es quien sufre el verdadero marrón con esta extraña aquiescencia otorgada por la dirigencia federativa. Se trata de una espera poco comprensible porque ‘Moli’ debe proponer al posible nuevo ocupante un planteamiento de opción como segundo plato. En realidad, el director deportivo sostiene la apuesta de Luis Enrique, mientras confía en que finalmente lo convencerá. Pero también lo conoce suficientemente como para no forzar y estirar de la cuerda con el riesgo de que se acabe rompiendo. El valenciano es un hombre tranquilo, capaz de dominar el equilibrio que requiere la situación y manejarse con calma en este terreno pantanoso. Sin embargo, sobre sus hombros cae toda la presión y la responsabilidad. Los otros actores son el presidente, quien descarga en el responsable deportivo, y el seleccionador, quien no tiene ninguna prisa y aguarda con la baza del respaldo del grupo. A Molina solo le queda presentar a los aspirantes al puesto este atractivo caramelo que es dirigir a España. Cualquiera esperaría a su banquillo, y con ese pulso juega quien debe designar.
Luis Enrique es quien nada tiene que perder. Según su explicación pública decidirán los resultados. Pero, ¿cuáles serán satisfactorios para continuar? ¿Caer en octavos? ¿En cuartos? Se entiende que quedar entre los cuatro primeros sería una participación magnífica. También es relevante la imagen que se ofrezca ya que te pueden eliminar con honores en los cruces en función de los adversarios y del juego desplegado. En todo caso, el técnico asturiano, de ser verdad lo que cuenta, ganaría siempre: si renueva sería goloso para él y si se marcha sería una golosina atractiva para el mercado porque al día siguiente podría estar trabajando en cualquier club. Ya vivimos en 2008 una situación de relevo donde el anuncio de salida de Luis Aragonés posibilitó el fichaje de Del Bosque, aunque parte del eco federativo albergó hasta última hora esperanzas en la continuidad del de Hortaleza. En el caso de hoy, el actual seleccionador pospone, públicamente al menos, su decisión con lo que la incógnita queda sin despejarse y la incertidumbre crece con demora.
Queda el sinsabor de que si todo transita sin palos en las ruedas no encaja que nos empeñamos en ponerle una nube gris al cielo despejado. Se ha ganado a Albania, con una Barcelona entregada, y se ha triturado a Islandia con gran respaldo de A Coruña. La calidad de Pedri, el golazo de Olmo, el gatillo de Ferrán, el olfato de Morata, la oportunidad de Sarabia, la personalidad de Soler, el estilete de Alba, la potencia de Marcos… ni siquiera el sainete de los porteros o algunas miserias defensivas han perturbado una selección que consigue ser un equipo gracias a la dirección de Luis Enrique. Este se destaca como entrenador al tiempo que convocatoria tras convocatoria va dominando su personaje, el mismo que le ha perjudicado más de la cuenta en algún que otro episodio anterior.
España demuestra que es capaz de presentar credenciales para aspirar a ganar. Es cierto que no contamos con un jugador top mundial, pero disfrutamos de muchos notables y algún que otro sobresaliente entre nuestros futbolistas. Hoy por hoy nuestro líder es Luis Enrique y mientras la propaganda desliza nombres de sustitutos, forzada por la indecisión del técnico, todo queda reducido a que mientras el actual seleccionador quiera seguirá al frente de España, seguirá. Lo que desliza es que el cuerpo le pide más marcha y que, por eso, podría haber agotado el plan de liderar a la Roja. Quedan meses para hacerle cambiar de idea. Quizá antes de llegar a Qatar sepamos ya que pasará con el futuro del carismático asturiano. Si busca otros retos, que deje paso al siguiente, pero que se lo diga a una afición que no entiende el envite de aguardar sin decidir.
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