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Los viernes de Iván Castelló: Twitter Fútbol Club

Iván Castelló

Actualizado 20/08/2021 a las 09:59 GMT+2

Pues ahí seguimos en el Twitter sobre todo de fútbol. Sin desfallecer. Aunque flaquear, hemos flaqueado. Claro que sí. Y el que no, que tire la primera piedra. Me refiero a Twitter y a la lucha diaria que representa encontrar un espacio, una motivación, un trocito del pastel de la conversación. Calle por calle hasta la toma talibán de la sociedad de la información.

Leo Messi (PSG)

Fuente de la imagen: Getty Images

Sí, esa red social nacida en 2006 y que es fundamental no, imprescindible para muchos aficionados al deporte y profesionales varios del gremio, entre deportistas, directivos y periodistas, que en esto de periodistas estamos todos menos uno. Esa red social que pervive por su capacidad de poner fácil el estar informado (incluso bien informado, todo un valor al alcance del que sepa elegir las fuentes, aunque esa es otra) y por su opción de interactuar de manera directa para bien y para mal sin pudor alguno. Eso sí (primera bandera negra en el buque), amparados muchos miles de usuarios por ese anonimato que a veces se confunde con una mal entendida libertad de expresión. Fina delgada línea roja esta.
Esa red social que ha convertido el trino en una forma de seguimiento global de lo que interesa. Pero también de queja, de protesta, de reclamo, del qué hay de lo mío que lo tuyo no me gusta. Y con un modo generalmente soez y que es, en realidad, a lo que lleva lo anónimo, el baile de máscaras que incita a ir un paso más allá desde la seductora cobardía de poner a alguien supuestamente en su sitio sin dar la cara. Así cualquiera. El problema, su éxito. Su éxito, el problema.
Esa red social, Twitter (Twister, que decía aquel), que engancha por su permanente vaivén entre el ping y el pong sin red en medio de la mesa. Entre el 'me apoyan y por eso me gusta' o el 'me arrean y por eso la odio, me voy, lo dejo, nunca más'. Esa red social que es de obligado seguimiento para un informador de deportes salvo dejar de existir en la profesión. Así de crudo. Twitter es una militancia que exige fidelidad a una marca propia y constancia en el pago del recibo en forma de aguantarse las ganas de eliminar la cuenta mientras se tira de ingenio (cada vez menor) para llamar la atención y se fomenta el entretener, otra de sus cualidades.
Se tengan 100, 25.000 o dos millones de seguidores, Twitter es hijo de la anarquía informativa desde la opinión. Y tiene sus trucos. Para triunfar (que parece que todo va enfocado siempre a triunfar) hay que fingir. Y exageradamente. Para pintarlo todo de color de rosa. El “To er mundo é güeno” (por cierto, una película de Manolo Summers) tiene más seguimiento que el todo es un drama. Aunque sea menos interesante y necesite de menos talento. Porque esa red social, Twitter, Twister, también tiene su punto de desconcertante que la hace impredecible. Como la marcha de Messi al PSG. O no. Ya sabéis.
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