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El último servicio de Pedrito
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Publicado 12/08/2015 a las 16:47 GMT+2
Pateó con violencia y su grito, seco y potente, desató su rabia acumulada. Pedrito, el acorazado de bolsillo del fútbol base del Barça, volvía a marcar en una final. Su tanto respondía a su enésima reivindicación, a la de un actor secundario que mantiene un romance con el destino que invita a pensar que merece más de lo que le han dado. Y que, si le han dado mucho, eso no colma su ambición.
Pedro
Fuente de la imagen: Imago
Su gol fue una metáfora de su historia, la de un canterano humilde que contribuyó que el mejor Barça de la historia, el de Guardiola, fuese multicampeón. Santificado entonces y relegado al banquillo en la actualidad, Pedro gritó su gol para liberarse de las pesadas cadenas de la frustración. Su Barça, de manera inexplicable, se había dejado remontar tres goles y se asomaba al precipicio. Y entonces, como casi siempre, apareció Pedro, el señor de las finales, para demostrar que tiene un don, el gol, y que tiene una cualidad poco frecuente: ángel eterno, pura baraka.
Había salido desde el lugar que detesta, el banquillo, su hábitat natural desde la llegada de Neymar y Suárez, estrellas que invitan a pensar que el club, en su día, alteró su discurso, pasando de fabricar Balones de Oro a comprarlos. Pedro fue suplente y el microcosmos azulgrana porfió intenciones y barruntó tormenta. Roberto Fernández – ahora, por lo visto, para los medios, Robert- comentó antes del partido que Pedro le había dicho que se quería marchar (¿es responsable un comentario de ese calibre de un directivo del club antes de una final?), Bartomeu alegó que la suplencia del canario se debía a "cestiones técnicas", y Luis Enrique argumentó que "había tenido molestias", que habría repetido la alineación (alineó a Rafinha, que marcó y sacó a Pedro, que también marcó) y que entendía las críticas. El vestuario cerró filas con el canario. Iniesta reclamó su continuidad Mascherano le reivindicó, Messi le elogió y Busquets aseguró que Pedro no tiene los minutos que quiere y merece, una declaración que, posiblemente, ha llegado a destino.
Pedro, que renovó hace dos meses – entonces tampoco tenía minutos-no se recató en dejar claro su malestar. Lenguaje no verbal: cuando uno está pensando en irse es que ya se ha ido. Y el socio culé, viendo cómo el equipo festejaba el título y cómo el canario tenía la mirada perdida y se mostraba ausente, comprendió que aquel había sido, posiblemente, el último servicio de Pedrito. Una imagen, mil palabras. Ya en frío, después de la ducha, de reflexionar y tener bien presente que la afición no desea su venta, Pedro dejó un discurso corto y en vena: “No es por dinero, es por minutos”. Mal negocio para el Barça, que cada día se acostumbra más a vivir del respirador artificial de Messi, y al que no le sobran revulsivos con ángel y pegada. Podrá vender a Pedro y fichar a otro jugador de primera fila, por supuesto, pero no será lo mismo. El canario es un trozo de la historia del mejor Barça de todos los tiempos. Pocos pueden presumir de eso. Pedro sí.
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