Los martes de Elías Israel: El VAR de los sueños rotos

También el alargamiento de los partidos hasta un punto insoportable. El fútbol empieza a ser aburrido para los jóvenes y los menos jóvenes, cuando la tendencia en toda la industria del entretenimiento es recortar la duración de los espectáculos para hacerlo más atractivo y más compatible con los nuevos hábitos. Verán que ustedes y los que les rodean pasan cada vez más tiempo mirando el móvil con el partido en la pantalla de su televisor.

El codo de Koundé y el gol de Mbappé en la final de la Nations League han puesto de relieve las dos realidades paralelas que tiene el fútbol, convirtiéndose en un problema de dimensiones colosales para el futuro de este deporte: el primero es que el origen del VAR tenía que ver con impartir justicia en partidos vitales para que no se produjeran injusticias flagrantes. Resulta que los que dictan las nuevas normas no entienden del juego, de su espíritu, de lo que es jugar el balón o rozarlo para intentar robarlo y de que el astro francés se aprovecha de una posición adelantada para marcar el gol que da un título a su país. Parece que la nueva norma dice que Kylian no está en fuera de juego, pero los más de seis millones que lo veíamos por televisión si que nos quedamos fuera de juego, sin entender nada de lo que estaba pasando; el segundo tiene que ver con que los propios protagonistas, especialmente jugadores y entrenadores, han dejado de saberse las reglas, después de tantos tumbos, a pesar de la labor pedagógica que se pretende hacer desde el colectivo arbitral. Básicamente, porque no hay Dios que lo entienda, los criterios son distintos. Luego nos vendrá Velasco Carballo con un Excel, que lo aguanta todo, y dirá que el porcentaje de aciertos en la Liga es de un 90 por ciento y se quedará tan ancho.

Aunque sea predicar en el desierto, porque a los mandamases del fútbol solo les interesa el negocio y la reelección en sus cargos, la realidad es que el VAR se está convirtiendo en un acelerador de la pérdida de interés del que fue el deporte más hermoso del planeta. La tecnología puede tener sentido para la línea de gol, pero nada más. La sala VOR está mal resuelta, es intervencionista, corporativista y, con sus decisiones muchas veces incomprensibles, convierte el juego en una montaña rusa psicológica para los propios protagonistas.

La desconexión de los aficionados es cada vez más latente. Aunque parezca una quimera recuperar los orígenes, la realidad es que el fútbol necesita volver a ser verdad, más reflejo de la vida, con sus errores y sus aciertos. Da igual si Luis Enrique nos tapase la boca con dos partidazos de altísimo nivel. El juego empieza a ser lo de menos. El desapego es cada vez mayor y el fútbol, menos fútbol…