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Historias Eurosport: La concesión de Nicklaus en la Ryder Cup

Iván Castelló

Actualizado 28/09/2018 a las 12:31 GMT+2

Ciertamente, han dejado de interesar. Pero los gestos de deportividad, cuando lo que parece dominar es el secuestro sistemático de la información a cambio del llamativo color, también jalonan la historia del deporte.

Nicklaus y Jacklin en la mítica Ryder Cup de 1969.

Fuente de la imagen: Imago

Y en todas las plantas del edificio. En una de las más altas, en el profesionalismo más absoluto y por derecho propio, se produjo la conocida como ‘La Concesión’. Así, como una novela. Hablamos de la Ryder Cup, de golf, del dejar de lado el ganar de cualquier manera.
Año 1969. En el Royal Birkdale Golf Club de Southport, al norte de Liverpool (Inglaterra), Estados Unidos y el equipo de Gran Bretaña más Irlanda dirimen una nueva edición de la Ryder Cup, la décimo octava. Todavía no había crecido la mítica competición a la categoría América vs Europa como ahora, con la próxima edición a la vuelta de la esquina en París.
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El momento justo de la concesión de Nicklaus a Jacklin.

Fuente de la imagen: Imago

Hoyo 18. El de las glorias y las miserias, donde ya no hay vuelta atrás. El último suspiro de un duelo indómito entre americanos e ingleses va a deparar algo inesperado, que los mejores guiones nacen de la improvisación, del talento no pactado.
Es cuando se va a rescatar de las catacumbas de las Reglas del Golf (que datan de 1909) la figura llamada “concesión”. Es la que permite que un golfista de por acabada para su rival la disputa de un hoyo antes de embocar definitivamente. Es cuando se da por hecho que la va a meter sin necesidad del apuro, de la tensión que caracteriza al golpe final y se le libra del mal trago de fallar.

El 'putt' final

Fue el estadounidense Jack Nicklaus, quizás el mejor jugador de golf de todos los tiempos, quien le perdonó a su oponente, el local Tony Jacklin (que venía de ganar a sus 25 años el Abierto Británico), el ‘putt’ final de menos de medio metro pese a que, en el caso de haberlo fallado, le habría dado la victoria al equipo americano.
Se conformaba Nicklaus con el empate, suficiente para que Estados Unidos retuviera el título (el país campeón cuenta con esa ventaja en la Ryder) frente a los británicos pero, de paso, y ahí residió la grandeza del gesto, liberaba a Jacklin de la brutal presión frente a su propio público. Acabaron abrazados.
En un deporte de caballeros como presume ser el golf, donde los jueces generalmente son los propios jugadores amparados por un código de conducta que debe ser intachable (aunque no siempre suceda), la concesión de Nicklaus asombró al ecosistema del golf y al universo del deporte en general por tener tan presente que ganar no es el único fin del deporte.
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Jack Nicklaus.

Fuente de la imagen: Imago

El 'Oso dorado'

El duelo Estados Unidos-Gran Bretaña más Irlanda acabó con igualada a 16 puntos, la primera vez que sucedía, y el gesto de Nicklaus, el “Oso dorado” de Columbus (Ohio), trascendió para siempre como “The Concession” en el mundo anglosajón. Una lección de deportividad en lo más alto del profesionalismo que debe perdurar y que sigue ejemplificada en el campo llamado así en Florido y cuyos hoyos diseñaron los dos implicados, Nicklaus y Jacklin, amigos para siempre.
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