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Blog De la Calle: Catetos olímpicos

Fermín de la Calle

Actualizado 17/08/2016 a las 03:41 GMT+2

Por los JJOO solo transitaban veteranos periodistas de enciclopédicos conocimientos. Hoy conviven con metemicrófonos, cazaselfies y analfabetos polideportivos.

El ministro Méndez de Vigo en TVE

Fuente de la imagen: Eurosport

"Y ahora damos pasos a las series de calificación de 110 vallas femenino...". Y se quedó tan ancho el presentador. Todo bien, salvo que no existe tal disciplina porque la distancia en mujeres es de 100 metros, pequeño detalle insignificante que a estas horas su protagonista, que dormirá a pierna suelta, probablemente desconoce. Lejos de ser un caso aislado, este tipo de deslices ha sido una constante en estos Juegos. Horas antes de la anécdota referida, la pareja de presentadores estrella elegidos para estos Juegos en el programa de 'prime time' de la cadena pública arrancaban un carrusel de resúmenes, en el cual aparecía un partido de hockey hierba de la selección española. En un momento dado de los highlights no se ponían de acuerdo si el penalti que se veía en la imagen era penalti-córner o penalti 'stroke'. Lo cual acabaron resolviendo con un desahogado: "Bueno, en cualquier caso no fue gol". Como diría Pérez-Reverte, "con dos cojones". Y despacharon el asunto sin ningún tipo de sonrojo. Este año TVE decidió apostar por un especialista de fútbol y una presentadora de informativos, evidenciando ambos que pasaban "olímpicamente" de la mitad de los deportes de los que hablaban, siempre asesorados por unas paleolíticas libretas de anillas. Tampoco les ayudaba, todo sea dicho, el plano elegido por el realizador.
Esto ocurría en los platós, en los que el ministro Méndez de Vigo tenía la desfachatez de hacerse entrevistar dos veces en una tarde por Televisión Española para atribuirse, me permitirán volver a citar a Pérez-Reverte, "con dos cojones", el éxito del deporte femenino a los planes de integración al deporte del Partido Popular. Decíamos que esto ocurría en los estudios, pero el panorama en las zonas mixtas de las instalaciones era tanto o más desalentador.
Uno de los casos más sonados se produjo en el estadio olímpico, conocido por los brasileños como Engenhão. Bolt acaba de proclamarse campeón olímpico por tercera vez consecutiva. Oro en Pekín, Londres y Río. Una leyenda viviente del deporte. Sin embargo, un periodista radiofónico que dispuso de la presencia del campeón en su micrófono durante unos segundos, le formuló tres preguntas: la última si era del Real Madrid o del Barcelona. Como diría Pérez-Reverte..."con dos cojones". El momento más importante de su carrera deportiva, la del periodista, digo, y le pregunta eso. Ya había inaugurado los Juegos en su emisora preguntando al ciclista Jonathan Castroviejo por sus sensaciones en su primeros Juegos, a lo que el deportista contestó con un escueto "Son mi segundos", tras el cual se 'escuchó' un incómodo silencio. ¿Podía preguntarle a Bolt si era del Real Madrid o del Barcelona? ¿Debía hacerlo? ¿La pregunta era de cosecha propia? Los Juegos Olímpicos siempre han sido una reserva natural por la que transitaban respetables periodistas de cierta edad con enciclopédicos conocimientos de los diferentes deportes olímpicos. Hoy el Parque Olímpico está infestado de metemicrofónos y tipos que se hacen selfies con los deportistas para luego comentar en sus redes si tal o cual deportista es más delgado en la realidad que por televisión. Una nueva estirpe de periodistas que alguien ha dado en llamar acertadamente 'Catetos olímpicos'.
Lo resume escueta y gráficamente Pedro Sardina, periodista especializado en vela durante más de cuatro décadas de experiencia: "Periodismo barato y sin contrastar". Esta futbolización de los Juegos Olímpicos se produce tras la invasión de un ejército de analfabetos polideportivos que ni se documentan ni se avergüenzan de su olímpico desconocimiento sobre deportes en los que su desgana es una falta de respeto hacia sus espectadores, oyentes y lectores, pero sobre todo hacia los deportistas. Algo que se las resbala a estos coleccionistas de selfies, cazadores de medallistas y mitómanos de gatillo fácil.
Por otra parte, la bochornosa cobertura de los Juegos Olímpicos perpetrada por Televisión Española ha levantado muchas suspicacias entre los espectadores, algunos de los cuales sostienen una hipótesis kafkiana: la televisión es víctima de un complot urdido desde dentro para ahuyentar a su audiencia. No se recuerda algo tan desastroso desde aquellas campanadas de Canal Sur. La cobertura se ha caracterizado, especialmente, por la revolucionaria apuesta por la emisión de señales en riguroso FALSO directo. Es decir, engañar a la audiencia para dar emoción a competiciones con españoles, en el mejor de los casos, que ya habían concluido y del que los espectadores estaban informados al segundo en las redes sociales. Además, el criterio de elección de TVE, que ha convertido en un caos La1, Teledeporte y finalmente La2 por la falta de pericia de sus directores de programas, ha dejado al país sin ver en directo casi dos tercios de la participación española. Cuartos de final de equipos españoles que no se veían porque ofrecían gimnasia, golf o tenis (santísima trinidad olímpica de TVE), récords del mundo vendidos como directo cuando habían sido batidos hacía horas, y hasta una final de Mireia contada a las tres y media de la mañana con toda la parafernalia del vivo cuando era un diferido de libro que iba con quince minutos de retraso. Por no hablar de los partidos de rugby, deporte que ha pagado la novatada de su estreno en unos JJOO convirtiéndose en el conejillo de indias de los falsos directos.
A eso se añade el tremendo coste humano de los EREs de TVE, que por cierto nos salen por un pico a todos los espectadores, como el sueldo de sus profesionales. La incorporación de narradores con alarmante desconocimiento de su deporte nos ha hecho añorar a sus predecesores. Parece como si los gritos histriónicos y el hooliganismo, con continuos ataques a las decisiones arbitrales, tratasen de compensar la ignorancia de los códigos propios de un deporte. Ha resultado embarazosa la alternancia inevitable de retransmisiones entre especialistas contrastados de la casa como Paloma del Río o Arseni Pérez con alguna de las nuevas incorporaciones más preocupados por dejar su impronta que por ofrecer una retransmisión didáctica. Narraciones futbolizadas, valoraciones gratuitas y retransmisiones salpicadas de injustificables gags con un cuestionable sentido del humor. Al final uno se refugiaba en la radio, donde también se ha evidenciado la enorme diferencia entre especialistas como los de ciclismo o baloncesto y esos que han dado en llamar todoterrenos que "igual te hacen un partido de waterpolo que el lanzamiento con arco". Y no mienten, es cierto, te lo hacen "igual".
Concluyen unos Juegos para olvidar en lo deportivo de los que solo salen fortalecidos nuestros deportistas, que han competido de igual a igual ante rivales con el doble y el triple de recursos. El deporte no importa a nadie en España. No se enseña en los colegios. Se reduce a la mitad la inversión del Gobierno a través del CSD. El COE, que le echa la culpa al Cardenal, se limita a administrar burocráticamente lo que recibe del CSD. Las empresas privadas no invierten en el deporte. Y a todo eso se suma la gran 'ayuda' de una prensa futbolera que ha exhibido su analfabetismo polideportivo rebajando el nivel del periodismo en la cobertura de unos JJOO a unos niveles que se desconocían. Lo bueno es que con el fin de los Juegos desaparecerán todos estos temporeros y catetos olímpicos como las cucarachas con el frío, con lo que volveremos a leer y escuchar a quienes saben de esto. Y además tenemos cuatro años para conocer la diferencia entre penalti-córner y penalti stroke y desvelar si Usain es finalmente madridista. Cuando decía Coubertin que "lo importante es participar", no lo decía por la prensa... No vale cualquiera para cubrir unos JJOO. No vale todo.
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