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El ‘Esto es durísimo’ de Jorge Lera: Los cuatro tatuajes de Benoît Saint Denis

Jorge Lera

Actualizado 12/03/2024 a las 19:11 GMT+1

UFC | Para alguien que ha estado más de cinco años jugándose el bigote en el oeste de África combatiendo a los terroristas de Boko Haram, entre otras misiones de alto riesgo, entrar en un octágono podría resultar poco más que un juego. Pero el francés Benoît Saint Denis, apodado “Dios de la Guerra”, es de los que afronta cada combate como si fuera su última batalla.

Benoit Saint-Denis

Fuente de la imagen: Getty Images

Desde que debutó en la UFC en octubre de 2021, este guerrero francés, nimeño, se ha convertido en uno de los peleadores más excitantes y llamativos de la compañía. Uno de esos pocos que de inmediato te entran por los ojos y que, en muy poco tiempo, se convierten en estrellas. Su personalidad espartana no deja indiferente. Su estilo agresivo, de los que no hacen prisioneros, es el ideal para crecer en una organización que prima las emociones fuertes.
Su debut fue un combate muy duro, un remplazo aceptado con corto aviso y en el wélter, ante Eliseu Zaleski Dos Santos. Le tocó sufrir, sin haber podido preparar el enfrentamiento y en un peso superior al suyo. Fue un combate brutal que perdió por puntos, la única derrota de su carrera, pero mostró una impresionante capacidad de sufrimiento y de aguante. No es de extrañar, dados sus antecedentes. Pero, sobre todo, le sirvió para meter la cabeza en la UFC. A partir de ahí, y ya en el ligero, cinco finalizaciones vertiginosas han hecho de él una nueva estrella que protagonizará el combate coestelar de UFC 299 este sábado en Miami, ante uno de los rostros más populares, el estadounidense Dustin Poirier, en uno de los duelos más esperados del año. Por favor, no se lo pierdan.
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El excelso mataleón con mensaje de Benoît Saint-Denis a Bonfim: ¡Quiero el título!

Nuestro Rambo francés es hombre recio y de estricta disciplina. Su madre era profesora y su padre, oficial del ejército y judoca. Benoît era el mayor de cinco hermanos. En su casa, bromas las justas. Sirvió durante cinco años como paracaidista en las Fuerzas Especiales francesas, en las que formó parte de un escogido grupo de élite encargado de las más complicadas misiones antiterroristas en países tan conflictivos como Burkina Faso o Mali. Y no solo en servir como militar quiso seguir los pasos de su padre. También en el amor por las artes marciales. Primero en judo, para luego ir añadiendo el resto de elementos hasta llegar a impresionar en 2018 a Daniel Woirin, prestigioso entrenador que, entre otros, trabajó con campeones de la UFC como Anderson Silva y Lyoto Machida.
Su implicación, su dedicación y sus progresos fueron tan excepcionales que Benoît tomó la decisión de echar el gran órdago de su vida: dejar el ejército, por la puerta grande y con condecoraciones, para perseguir su objetivo de entrar en la UFC. Se dio para ello un plazo de dos años. Y lo consiguió. Era una apuesta arriesgada que incluía dejar su hogar en Bayona por un minúsculo habitáculo en París, como le confesaba en una magnífica entrevista a Alex Pattle, de The Independent. Por cierto, su primer triunfo como amateur lo consiguió en el torneo Invictus XV, en San Sebastián. Y su última gesta la protagonizó el pasado mes de noviembre en el mítico Madison Square Garden, donde se deshizo vertiginosamente del estadounidense Matt Frevola con una espectacular patada alta. El público neoyorquino, por forastero que derrota al local, le abucheó. Benoît, sonriente, aún dentro del octágono, les respondió: “me podéis abuchear todo lo que queráis, yo os amo, amo Nueva York, y gracias, América, por salvarnos el culo en 1945”.
Benoît luce cuatro tatuajes que definen su personalidad y estilo de vida: un casco de samurái de su primer club de Jiu Jitsu, la daga de las Fuerzas especiales francesas, en las que sirvió como paracaidista, la cruz de los Templarios, que recuerda las misiones que tuvo que llevar a cabo en África y homenajea a los caballeros del pasado, y una imagen de Juana de Arco, heroína del siglo XV, guerrera, patrona de Francia y santa para la Iglesia, que a todo eso le dio tiempo a pesar de a no ser más que una niña de 19 años cuando fue quemada viva en la hoguera.
De conseguir el triunfo este sábado ante un peleador tan popular, querido y respetado como Poirier, número 3 en la clasificación del ligero, Saint Denis se colocará a un paso de un ansiado enfrentamiento por el título. En este caso, el moderno caballero templario tendría que enfrentarse al temible Islam Makhachev. Sería su último obstáculo para obtener el cinturón de la UFC, el Santo Grial de las artes marciales mixtas.
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