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El 'Esto es durísimo' de Jorge Lera: Howard Davis Jr. y el refinado boxeo de Dustin Poirier

Jorge Lera

Publicado 13/03/2024 a las 13:19 GMT+1

Será difícil olvidar todas las emociones vividas este pasado sábado en Miami en UFC 299, una de las más apasionantes carteleras de los últimos años. Pero por encima de otros grandes momentos, me voy a quedar con el espectacular triunfo de Dustin Poirier ante el peligroso guerrero francés Benoît Saint Denis.

Howard Davis Jr. (izquierda) en un combate de boxeo en 1970.

Fuente de la imagen: Getty Images

El veterano luisiano tiró de experiencia y, sobre todo, de su excepcional boxeo para obtener una fulminante victoria en el segundo round. Poirier siempre me ha parecido uno de los peleadores de la UFC con un boxeo más elegante y de los que cuenta con los más refinados fundamentos del arte de fistiana. Permitidme contaros de dónde procede esa ciencia, lo que me dará pie a traer aquí una preciosa historia, la de una persona muy especial, un deportista excepcional, legendario boxeador y figura clave en la evolución de las MMA: Howard Davis Jr.
Con tan solo 20 años, el neoyorquino Howard Davis Jr. se había convertido en uno de los mejores boxeadores amateur del país y había conseguido una plaza como miembro del equipo que iba a representar a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Montreal 76. A Howard le entrenaba su padre, exboxeador y propietario de un gimnasio. El camino no había sido nada fácil. Para obtener su pasaporte olímpico, Howard había tenido que vencer en su camino a legendarios campeones del futuro como Thomas Hearns o Aaron Pryor. Pero es que el talento, la velocidad y la técnica del joven neoyorquino estaban fuera de lo común.
Ya en Montreal, a solo tres días de que empezara la competición, Davis recibió la terrible noticia del fallecimiento de su madre. Con 37 años, había sufrido un inesperado ataque al corazón. El joven boxeador, destrozado por la noticia, había decidido dejar la villa olímpica y volverse a casa. Uno de los entrenadores del equipo, Tom “Sarge” Johnson, sargento retirado del ejército, entró en su habitación. Cuando Davis le dijo que se marchaba para casa, el entrenador le puso la mano sobre el hombro y le dijo ”¿y tú qué crees que tu madre querría que hicieras?. Johnson se dio la vuelta y se marchó. El joven Howard recordó entonces la última conversación que tuvo con ella, justo al despedirse. “Buena suerte hijo… y más te vale volver a casa con esa medalla de oro”, le dijo su madre con una sonrisa a la vez pícara y cariñosa, mientras le señalaba con un dedo. La desgracia que había estado a punto de ponerlo fuera de combate se convertía ahora en su principal motivación. Howard se quedó y, con su madre en el pensamiento, deslumbro al mundo con su boxeo de excepcional velocidad y técnica. No solo conquistó la medalla de oro del peso ligero, sino que además fue elegido mejor boxeador de Montreal 76, por encima incluso de boxeadores tan grandes como Leo Randolph, los hermanos Michael y Leon Spinks o el legendario Sugar Ray Leonard.
Como profesional, Davis Jr. tuvo una buena carrera pero se quedó con la espina de no llegar a ser campeón mundial. Lo intentó en tres ocasiones, pero la suerte no le sonrió. Se quedó corto ante campeones como Jim Watt, Edwin Rosario y Buddy McGirt. Ya retirado, cuando Dan Lambert, con la ayuda de Ricardo Liborio, fundó en 2001 el hoy mítico American Top Team en Coconut Creek, en Florida, una de sus primeras decisiones fue buscar al mejor entrenador posible de boxeo para su incipiente equipo de artes marciales mixtas. Eligió a Howard Davis Jr., quien empezó a pasar su ciencia a toda una fantástica generación de peleadores y se encargó de adaptar la técnica del boxeo a las particularidades de las MMA. Se convirtió en una auténtica referencia. Sus pupilos le adoraban y pronto comenzó a tener brillantes resultados con peleadores como Mike Brown, campeón de la extinta WEC o, más tarde, Chuck Liddell. También empezó a promover veladas de MMA en Florida para buscar nuevos talentos y dar oportunidades a los peleadores más jóvenes como, entre otros, Jessica Aguilar o Colby Covington. En el legendario gimnasio de Coconut Creek, la huella de Howard Davis Jr. como entrenador, como ejemplo, como motivador y como persona es imborrable. A pesar de no haber bebido ni fumado en su vida, Davis contrajo un cáncer de pulmón que acabó con su vida en diciembre de 2005, cuando tan solo tenía 59 años. Pero antes, se había asegurado de que su legado continuase gracias a su hijo Dyah, que también fue buen boxeador profesional y que acabó encargándose del puesto que con tanta dignidad y éxito había desempeñado su padre. Como entrenador principal de boxeo en el American Top Team, Dyah heredó toda la sabiduría y los métodos de su padre y los ha ido pasando a la nueva generación. Entre otros muchos, a un alumno aventajado, a su peleador predilecto. Sí, a Dustin Poirier. El Diamante llegó a conocer al viejo campeón olímpico, pero este ya no entrenaba cuando Poirier llegó al American Top Team. Pero Dustin y Dyah acabaron siendo inseparables, incluso fuera del gimnasio. El trabajo de ambos empezó a deslumbrar y a dar sus frutos. Poirier se ha encargado de resaltar siempre que su refinado y académico boxeo se lo debe en su mayor parte al trabajo con Dyah Davis. Cada vez que le preguntan por su exquisito estilo, subraya las enseñanzas y los métodos de entrenamiento de su amigo Dyah.
El pasado sábado, Dustin Poirier noqueó a Benoît Saint Denis con golpes sacados del manual. Primero con una certera contra de izquierda que derribó al francés y abrió el camino. Instantes más tarde, el definitivo, un croché de derecha de corto recorrido pero de máxima explosividad y precisión. A pesar de ejecutarse en escasas décimas de segundo, los golpes con los que ganó Poirier tenían 48 años de historia.
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