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Blog De la Calle: Las espinas de la Rosa

Fermín de la Calle

Actualizado 16/02/2019 a las 13:35 GMT+1

Después de un 2018 ruinoso, Jones reclutó a Mitchell y a Wisemantel para reinventar a Inglaterra. Hoy despliega un Transition Rugby devastador desde su defensa.

Sebastien Vahaamahina of France is stopped by Jamie George and Mark Wilson of England during the Guinness Six Nations match between England and France at Twickenham Stadium on February 10, 2019 in London, England.

Fuente de la imagen: Ford Rallye

Condicionado quizás por la proximidad del Mundial de Japón, asistimos a un Seis Naciones en el que llaman más la atención los errores que las novedades estratégicas en lo táctico y técnico. No obstante, por encima de ello destaca la irrupción de una Inglaterra devastadora en lo físico que ha confirmado el cambio de libreto por parte de Eddie Jones que ya se adivinó en los test de noviembre.
Inglaterra había iniciado la era Jones de forma esplendorosa conquistando el Seis Naciones en 2016 y 2017. Sin embargo, en 2018 los rivales descodificaron el playbook del XV de la rosa y estos entraron en barrena. El punto de inflexión se produjo el 24 de febrero de ese año, cuando Escocia abrió una vía de agua en el breakdown de los ingleses. Los caledonios ganaron aquel partido (25-13) neutralizando el juego en el eje de la delantera inglesa. El sistema de tres unidades de ataque con dos efectivos en lugar de dos unidades con tres efectivos había logrado dinamizar su propuesta y generar superioridad fuera. Pero el trabajo minucioso de scouting de Townsend y su gente apostó por involucrar un tercer jugador en los rucks, con especial protagonismo de Barclay, para pescar.
Después de perder aquella Calcutta Inglaterra encadenó otras cuatro derrotas ante Francia (22-16), Irlanda (15-24) y en dos ocasiones frente a los springboks (42-39 y 23-12) en la gira por el país sudafricano. A Jones se le multiplicaron los problemas en forma de lesiones, con especial incidencia en los portadores de balón, consumados ball carriers como los hermanos Vunipola o Manu Tuilagi. Y a eso se sumó otro golpe estructural notable. El 21 de mayo, en medio de esta involución del equipo, el entrenador de defensa, Paul Gustard, anunciaba su marcha a los Harlequins para incorporarse en verano como director de Rugby.
Entones Eddie Jones aparcó su ego, descolgó el teléfono y llamó a un viejo conocido y rival. Un tipo con una hoja de servicio sobresaliente que no había echado raíces en ningún sitio en los últimos tiempos. Propuso a John Mitchell, seleccionador de los All Blacks entre 2001 y 2003, regresar a la RFU, donde ya fue entrenador de delantera de Inglaterra entre 1997 y 2000 como ayudante de Clive Woodward. Cuentan que la conversación duró poco y que Mitchell, que por entonces entrenaba en Pretoria a los Bulls, se subió en el primer avión rumbo a Londres. No fue el único que se sumaría al proyecto. Jones echó mano de Scott Wisemantel como asesor de ataque en la gira por Sudáfrica y la experiencia fue tan buena que decidió incorporar al australiano como director de ataque.
Mitchell, Wisemantel y Jones conversaron largo y tendido sobre la propuesta de juego. De aquella reunión salió otra Inglaterra. Lo primero que hicieron fue tratar su vulnerabilidad defensiva, frenar la sangría atrás. Y lo hicieron redoblando la apuesta de forma categórica: atacarían desde la defensa. La línea de presión se convertiría en su mejor arma ofensiva. Convinieron que la posesión no solo no era prioritaria, si no que cederla además sería una magnífica herramienta para descolocar a los rivales. "Jugar con los balones del rival te ahorra unas cuantas cosas", había declarado años atrás Mitchell. La decisión de jugar sin balón se cobró una víctima directa: George Ford. El apertura de los Tigers desapareció del XV titular y Jones adelantó a Owen Farrell a la posición de 10. Una decisión controvertida, porque el 75% de los ensayos generados más allá de la línea de 22 rival salían de las manos de Ford o de Farrell. Pero habían decidido sacrificar talento y creación para trabajar con los balones rivales. Aunque es cierto que la salida de Ford de la titularidad coincidió con un bagaje de tres victorias y una derrota, por contra el equipo solo anotó 1,8 ensayos por partido en esa etapa, lo que generó un debate en los mentideros rugbísticos: ¿se puede optar a ganar un Mundial rebajando tu creatividad ofensiva?
Los números dibujaron una Inglaterra diferente. Menos posesión, pero más solvente en el set-piece y especialmente efectiva en la transición. Mitchell había dejado algo escrito en la pizarra el día que conversaron con Jones: TRANSITION RUGBY. En 2016 y 2017 Inglaterra era una selección muy complicada de defender por su enorme versatilidad ofensiva que le permitía anotar desde cualquier posición, ya fueran plataformas de ruck, condicionando desde el dominio del set-piece o en situaciones de transición. No obstante, en 2018 los ratios disminuyeron significativamente cayendo de 1,3 ensayos por partido desde esas fases (2016) y 1,7 (2017) a un preocupante 0,8 en ese complicado año.
Una patada de Farrell a la espalda de la zaga de Gales permitió a Jonny May anotar un ensayo decisivo en Twickenham días antes del fiasco en Murrayfield. Fue uno de los dos ensayos que anotó Inglaterra tras recuperación y patada en ese 2018. En el otro Cipriani clavó su kick tras la cortina sudafricana, donde volvió a aparecer May. Dos ensayos para un ratio exiguo de 0,2 ensayos con ese origen por partido, por el 0,6 que habían sumado en 2016 y 2017. Para este Rugby de Transición encontraron a un jugador decisivo en esta fase del juego de la recuperación: Jonathan Joseph. El centro de Bath anotó cuatro ensayos en 2016 tras intercepción o reciclando pelotas recuperadas. Pero desafortunadamente Joseph arrastra una lesión de tobillo que le ha hecho pasar por el quirófano dos veces y aún no tiene fecha de regreso con la selección. Así que tocaba inventarse a otro Joseph.
A este Seis Naciones Inglaterra ha llegado tras conformar en Portugal una línea de tres cuartos mucho más heterogénea. Han implementado el 'kicking game' en su libro de juego no solo para presionar al rival con pelotas llovidas del cielo, si no para relanzar a sus alas a la espalda de las defensas abiertas con patadas rasas. Para ello alinea a cuatro 'pateadores' como Youngs, Farrell, Slade y Daly. E incluso anima a tomar ejemplo, como hizo Ashton ante los franceses. Después de dos jornadas los ingleses han pateado ¡81 veces!, 24 más que en Irlanda, el equipo que más utilizaba este recursos. Ahora no se preocupan por romper cortinas con la pelota en la mano, algo que solo han logrado en 15 ocasiones en estos dos partidos, solo por encima precisamente de una Irlanda que percute más que dribla (10).
La otra gran noticia es la apuesta de Wisemantel por una pareja de centros que ha alcanzado el equilibrio entre la devastadora potencia de Tuilagi y la intuición de Henry Slade, el hombre que el australiano ha elegido para suplir el rol de Joseph. De hecho, Slade, diabético de tipo 1, ya ha generado dos ensayos directos tras recuperación en estas dos jornadas. Bombardear los puntos débiles del back-three rival se ha convertido en su particular arma de destrucción masiva. Ante Irlanda localizaron el flanco débil en la falta de altura de Earls y la provisionalidad de Henshaw como zaguero y sacaron rédito de ello. Ante Francia, con cuatro centros en la línea y un ala de zaguero, machacaron la espalda de Penaud, sin noticias de Huget en la segunda cortina. Ahora llega Gales, un equipo mucho más cartesiano en una defensa que lleva años trabajando el gurú Shaun Edwards.
Pero el origen de esos balones que utilizan Youngs, Farrell y compañía para atacar está en las manos del rival. La defensa inglesa se despliega con una minuciosidad quirúrgica diseñada por Mitchell: dobles placajes, la presión caníbal de Curry y Wilson, los detalles técnicos impuestos por el neozelandés a los jugadores que trabajan el ruck... No debe pasarse por alto que Francia no anotó un punto en la segunda parte y al defesna estoica en Dublín. Pero hay aspectos mejorables, como los 67 placajes fallados por la defensa inglesa o los 28 puntos encajados en las dos primeras jornadas. Algo de lo que Mitchell seguro que ha tomado nota.
La nueva Inglaterra te entrega la pelota y sale a buscarte, haciéndote retroceder con sus placajes ganadores que terminan provocando la pérdida de la pelota. En ese momento, cuando el rival está desplegado en ataque y sin balón, Youngs y sus delanteros reciclan vertiginosamente la pelota para desplegar a su línea, que ataca los espacios y despedaza a los adversarios con ese Rugby de Transición que bien podría calificarse como un Rugby Caníbal. Los ingleses afilan los colmillos con el Mundial a la vuelta de la esquina.
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