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¡Larga vida al Rugby Kamikaze!

Fermín de la Calle

Publicado 21/10/2019 a las 09:45 GMT+2

Hay algo poético en la forma irracional con la que ataca Japón. Un aire suicida que les empuja a acometer de forma inconsciente en cualquier contexto y situación. Fruto de un plan de juego que exige un nivel técnico sobresaliente y una alta capacidad táctica para leer las defensas contrarias. Japón es un tremendo equipo de rugby. Y ha venido para quedarse.

Rugby

Fuente de la imagen: Eurosport

Japón no estará en semifinales. Sudáfrica le dio un baño de realidad. Existe inopinadamente la creencia de que el rugby es romántico, cuando es probablemente el deporte más cartesiano que existe. Gana siempre el mejor. No el que más talento tiene o el más audaz en su propuesta. El que mejor administra sus recursos en un contexto competitivo en el que se mide a un rival que trata de imponer sus virtudes. Y es indiscutible que Sudáfrica fue capaz de controlar el vértigo japonés e imponer su hercúlea propuesta llevando el partido al eje, jugando en campo rival y cerrando los intervalos. A los 18 minutos, Japón trataba de mover el árbol encadenando 67 pases por 11 de Sudáfrica. Con los minutos los springboks fueron desgastando la resistencia de los japoneses, que perdieron 20 balones. Después de una primera parte digna (3-5), lo nipones fueron arrollados en la segunda (0-21) para completar el 3-26 final. La estadística delata la superioridad de Sudáfrica, que ganó los 68 rucks a los que llegó como portador, los 10 mauls que montó y las 10 touchs (lleva 57 de 57) que lanzó. Japón fue incapaz de alterar el contexto del partido que impusieron los springboks.
Los nipones se han ganado la simpatía del mundo. Algo que probablemente tiene que ver más con su exotismo, su simpatía, su amabilidad, su sonrisa, sus divertidas celebraciones... Pero al tiempo se han ganado el respeto de la gente del rugby, poco dada a la extravagancia y la frivolidad. Japón ha demostrado ser un equipo notable de rugby. Los nipones se han sentado a la mesa de los grandes y lo han hecho siendo mucho más que un grupo de mercenarios contratados para hacer un buen papel como anfitriones en su Mundial. Para empezar porque todos sus jugadores están integrados en el país y en su modo de vida. Hablan japonés, son ciudadanos japoneses plenamente implicados y llevan años comprometidos con el desarrollo del equipo.
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Japón, en su partido ante Irlanda.

Fuente de la imagen: Eurosport

Hablamos de primeras solventes como Inagaki o Koo, talonadores de jerarquía como Horie, terceras interesantes en el despliegue y la descarga como Himeno o el capitán Leicth, un medio melé fulgurante como Nagare, los desequilibrantes Fukuoka o Matsushima, o centros como Lafaele, con mucho rugby en su cabeza y en sus manos. Quizás se ha echado en falta un apertura de mayor rango que Tamura y algo más de fondo de armario.
Japón es la gran aparición del rugby en los últimos tiempos. Desde la irrupción de los Pumas en 2007 no había ocurrido nada similar. Eddie Jones comenzó a madurar la idea dinámica de juego de este equipo allá por 2012. Y su sucesor, Jonathan Joseph, ha entendido que antes de repartir los instrumentos debía enseñarles solfeo. Los Cherry Blossoms son un equipo que se desempeña de forma notable en muchas áreas del juego y sobresaliente en otras. Muy trabajado tácticamente, el grupo tiene un plan de juego que no es sencillo desplegar en el campo. Para hacerlo se necesita un nivel técnico sobresaliente y una alta capacidad táctica para leer las defensas contrarias.
Hay algo poético en la forma irracional con la que se entregan al ataque. Un aire suicida que les empuja hacia adelante en cualquier contexto. Un estilo que bautizaremos como Rugby Kamikaze por esa inconsciencia con la que lo acometen. Pero más allá del vértigo de ese despliegue, el mundo de rugby también recordará a los nipones robando touches a Irlanda, ganando melés a Sudáfrica, o frenado mauls escoceses. Palabras mayores. Méritos que les han congratulado con los puristas del rugby, quienes les miraban con recelo. Se marchan del Mundial siendo el equipo más placador (688), pero también el tercero en carreras (677) por delante de los All Blacks. Lo que delata que son un equipo comprometido en lo defensivo y audaz ofensivamente.
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Matsushima pone el factor X en Japón.

Fuente de la imagen: Eurosport

Todo lo que han propuesto lo han hecho con inteligencia. Su velocidad al levantar la pelota les permite ganar la línea de ventaja sin tener grandes portadores, su sentido de la continuidad impide a las defensas llegar en superioridad a las abiertas, y su ritmo de juego ha provocado que sea el equipo que más minutos de juego real ha disputado. En resumen, un estilo atractivo para los espectadores y agónico para unos adversarios asfixiados por el ritmo vertiginoso y la humedad ambiental.
Japón llega para quedarse. Los nipones han abrazado el rugby como deporte. Y lo han hecho comprometiéndose con la tradición más lúdica del juego. Podían haber apostado por inocular hormonas de Pretoria a su rugby, por haberse adscrito a la metálica escuela inglesa o al rugby industrial de Gales o Irlanda. Sin embargo, el Rugby Kamikaze nipón es menos prosaico y ha adoptado como referente al flair del achampanado rugby francés y al Rugby Total de los All Blacks. Diría incluso que uno adivina más aroma de aquella Gales patilluda de los 70 en estos nipones incontenibles que en la rocosa selección que saltará el domingo a medirse a Sudáfrica en semifinales. ¡Bienvenidos!
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