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Mundial de Rugby 2019: ¡Konnichiwa!

Fermín de la Calle

Actualizado 19/09/2019 a las 13:59 GMT+2

En un deporte cada vez más rápido, más alto y más pesado, todos sueñan con derrotar en el país del Sol Naciente a los All Blacks, el equipo más inteligente. Sudáfrica e Inglaterra figuran como alternativas más fiables, con Irlanda, Argentina y Gales al acecho, mientras Francia y Australia llegan instaladas en una crisis prolongada.

Rugby World Cup

Fuente de la imagen: Eurosport

El rugby aterriza en Asia. Después de la alternancia de las Home Nations del hemisferio norte y sur durante las ocho primeras ediciones, el poderío económico japonés ha seducido a World Rugby, que ha abierto la mano designando al país del sol naciente como sede de esta novena Copa del Mundo. Japón representa un mercado atractivo con una selección emergente que en la pasada edición protagonizó la sorpresa más relevante de la historia de los Mundiales al tumbar a la mastodóntica Sudáfrica.
Pero eso fue en 2015. En este 2019 vamos a ver un rugby en el que se juega más (casi diez minutos más de juego real que al inicio de este siglo) y se corre más con la pelota, aunque se avanza cada vez menos. Las estadísticas advierten que hay más acciones de juego (carreras, rucks o mauls), pero se gana menos distancia porque las defensas se imponen debido al crecimiento físico de los jugadores. Y sin embargo, en este rugby de testorena y gimnasio reina la selección más ofensiva, evasiva e incluso lúdica del panorama: Nueva Zelanda. Los kiwis siguen priorizando el trabajo formativo de los fundamentos: el pase, la carrera, la evasión, la técnica de placaje... Pero sobre todo, la lectura de juego. Los neozelandeses no compiten antes de los 14 años porque hasta ese momento juegan, se divierten, privilegian la formación del chico, al que hacen jugar en todas las posiciones del campo para que tenga una visión más periférica y orgánica del juego. Así, si un niño destaca por su altura y su peso respecto a los chicos de su edad, pasa a jugar con gente de su tamaño para obligarle a desarrollar esas habilidades técnicas y no abusar de su superioridad física.
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Un balón de la Copa del Mundo durante un entrenamiento.

Fuente de la imagen: Eurosport

Todo esto produce jugadores 'inteligentes' que saben leer las situaciones de juego mejor que sus rivales y toman las mejores decisiones. Una suerte de Rugby Sapiens que hace que los All Blacks siempre actúen de forma correcta en cada contexto del partido. No hace falta tener la melé más pesada ni los delanteros más grandes. Hace falta utilizar el recurso adecuado en cada instante del partido. Y nadie interpreta eso mejor que los All Blacks, un equipo en el que todos hacen su trabajo, solo su trabajo, pero todo su trabajo. Y además lo hacen bien.
Se tiene al rugby por un deporte hosco, debido al contacto inherente al juego. Pero en realidad es un deporte en el que se piensa mucho, porque se evalúan situaciones y se toman decisiones constantemente durante el partido. Advertía Danie Craven, el arquitecto del rugby sudáfricano, el más físico del mundo, que "este es un deporte 70% mental". Tipos de 100 kilos tomando decisiones en décimas de segundo. Y todo con una deriva de crecimiento físico que cierra cada vez más las puertas al juego abierto y achica el campo por las prestaciones de los jugadores.
Algo que sirve como coartada para que muchas selecciones apuesten por un rugby de contacto construyendo su propuesta a partir de la defensa. En este Mundial hay dos candidatas firmes a destronar a los kiwis: Inglaterra y Sudáfrica. Liderados por Eddie Jones (el hombre que llevó a Japón a ganar a Sudáfrica), una suerte de Mourinho oval, han diseñado milimétricamente un plan de juego que ataca a las potenciales debilidades neozelandesas. Jones ha reclutado a un grupo de súper atletas que funciona más como batallón que como equipo y que no seduce precisamente por su plasticidad en el juego. Pero penalizan cada error rival. No proponen ni construyen, acechan, presionan, intimidan. Un rugby de colmillo que ha logrado engrasar con la aparición de dos flankers (Sam Underhill y Tom Curry) a los que apodan 'Las Trituradoras'. Una propuesta sobreactuada que solo valdrá sin conquistan el título.
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Los All Blacks entrenan la salida de touch.

Fuente de la imagen: Eurosport

Al otro lado aparecen los sudafricanos con su rugby de siempre. El seleccionador Erasmus ha logrado resolver las cuitas raciales que salpicaban al equipo y ha devuelto el alma a un grupo de gigantes que mantienen la impronta clásica de los springboks: conservación, cabezazo y pick&go. Si entras en su juego estás muerto. Y para salir de él tienes que quitarles la pelota, algo harto complicado. Se dice medio en broma medio en serio que cuando uno acude a un ruck con sudafricanos sabe cuando entra, pero no cuando va a salir. Ni siquiera si lo hará. Y a este Mundial los bokkes llegan con los tacos afilados y mucha hambre. Diferente es si les quitan la pelota y les hacen correr, porque ahí sufren más.
Y luego aparecen los outsiders, lo que los británicos, tan amigos de las apuestas llaman, black horse. Esos equipos que asaltan la banca por sorpresa, cosa que en rugby es extremadamente difícil. Solo el triunfo de la Sudáfrica de Mandela en el 95 puede calificarse de sorpresa mayúscula en los Mundiales. Aquí aparecen la rocosa Gales, capaz de adaptarse a cualquier entorno de partido, los verticales Pumas que llegan como siempre agazapados por su irregularidad o una Irlanda con una tendencia histórica a apocarse en los Mundiales. Ni Francia, gobernada por el mismísimo Robespierre (Laporte), ni la caótica Australia parecen haber comprado billete para este viaje.
Pero por encima de todos emerge la silueta negra y el helecho plateado. Los All Blacks, un equipo capaz de desplegar la excelencia en un campo de rugby, de conquistar la colina de la hamburguesa o de interpretar el Concierto de Año Nuevo en la Sala Dorada del Musikverein de Viena. Cuando ves jugar a los All Blacks tienes la misma sensación que te produce Rafa Nadal en una pista de tenis. Por muy peliaguda que pinté la situación, algo dentro de ti te dice que van a ganar el partido. Una mezcla de resiliencia, entusiasmo, talento y hambre.
Nueva Zelanda, que siempre propone los partidos desde la posesión, ha sido capaz la única selección capaz de reinventar en estos años los códigos del rugby para sortear esta testosteronización del rugby profesional. Es el primer equipo que ha comenzado a atacar con el pie convirtiendo el kicking game en un arma devastadora, ha desnaturalizado el sentido conservador de la touch (saque lateral) para convertirla en la forma más dinámica de relanzamiento de juego, ha elevado el sentido de la continuidad y el offload a arte.... Por todo ello, por su propuesta constructiva, por su revisión continua del juego para llevar los límites más allá siempre y por ser los mejores embajadores del deporte oval dentro y fuera del campo, los All Blacks son la referencia. El rival a batir. Los creadores del Rugby Sapiens. ¡Konnishiwa!
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