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Blog De la Calle: VI Naciones 2019 (Irlanda y Francia)

Fermín de la Calle

Actualizado 01/02/2019 a las 10:39 GMT+1

Análisis de las seis selecciones participantes en el torneo más emblemático del mundo de rugby que arranca este fin de semana.

Six Nations 2019

Fuente de la imagen: Getty Images

Comienza el 6 Naciones en año de Mundial, algo que estadísticamente no ha tenido especial relevancia en el desarrollo del torneo del hemisferio norte ni una correlación en las actuaciones en ambas competiciones. De hecho, los equipos que han ganado el 6 Naciones no han llegado luego lejos en la Copa del Mundo. La histórica Francia del 99 llegaba de 'ganar' la cuchara de madera y la Irlanda que conquistó el 6 Naciones en 2015 se quedó en cuartos de final. Por tanto, no debemos establecer paralelismos o conclusiones a partir de los logros de las selecciones en el torneo más emblemático del rugby mundial. Lo que no quita para que se analice minuciosamente el juego de selecciones para afianzar sensaciones (Irlanda y Gales), despejar dudas (Inglaterra), confirmar expectativas (Escocia) o corroborar sospechas (Francia e Italia). Un año en el que es un hecho que el norte está más cerca del sur como delatan los resultados de noviembre. Procedamos al análisis de las seis selecciones participantes:
IRLANDA. La selección más en forma del mundo en este momento llega de ganar 11 de los últimos 12 partidos disputados. El seleccionador, el neozelandés Joe Schmidt, que se despide a la conclusión del Mundial, ha instaurado una cultura ganadora que ha se cimenta sobre una magnífica estructura que incluye a las cuatro provincias, clasificadas para cuartos en Champions (Leinster, Munster y Ulster) y Challenge (Connacht). Schmidt pedía dos jugadores por puesto y ha conseguido ese roster de calidad y cantidad para afrontar un tipo de juego muy exigente en lo físico, especialmente para los portadores de balón de su delantera y sus centros.
Arranca en casa ante Inglaterra, un partido que marcará el devenir del torneo. Y lo hace con la ausencia de Johnny Sexton, cuyo puesto lo asumirá Joey Carbery, el hombre que la IRFU mandó a Munster para que se foguease pensando en este tipo de compromisos. En la segunda línea ha surgido la figura de James Ryan, un universitario que puede presumir de haber ganado dos partidos a los All Blacks, y que acumuló un récord alucinante tras su victoria con Leinster en San Mamés: 21 años, 21 partidos, 21 victorias. Un expediente impoluto que rompió con la derrota ante Australia el pasado junio. Aún así este segunda de 2,03 y 128 kilos ha ganado 12 de los trece partidos que ha disputado con Irlanda. Una pieza necesaria para uno de los pilares del juego irlandés, la touch, la plataforma de relanzamiento del juego más importante del rugby actual.
Irlanda ganó el Grand Slam el año pasado y podría enlazar un segundo título, algo que en los últimos 90 años solo han logrado Inglaterra (en 1991 y 1992) y Francia (en 1997 y 1998). Si la ausencia de Sexton ante los ingleses inquieta, el regreso más celebrado será el de Conor Murray. El mediomelé de Munster ejercerá en los medios junto a su partenaire en la bisagra de Limerick alimentando a la tercera como mejores ball carriers del mundo como CJ Stander, Sean O'Brien e incluso el indómito Peter O'Mahony. Su delumbrante set piece con primeras de la calidad de Rory Best, Sean Cronin, Tadhg Furlong o Cian Healy y la fiabilidad de su segunda, ofrecerá a Carbery balones limpios para activar a sus explosivos tres cuartos donde a la solvencia de Henshaw, Kearney, Aki, Ringrose o Earls se suma la exuberancia de los pujantes Stockdale y Larmour. Comienzan en casa ante Inglaterra y terminan en Cardiff. Por medio viajarán a Escocia e Italia y recibirán a Francia. Un calendario amable en las visitas, salvando el duelo celta ante los dragones, partido en el que se debería decidir el torneo.
FRANCIA. Advierten las cábalas que Francia es peligrosa en los Mundiales cuando llega herida, cuando acude bajo el disfraz de lo que los ingleses denominan 'dark horse'. Y observando el páramo que ofrece el panorama actual del XV del gallo, uno diría que podrían hasta ganar la Copa del Mundo. Brunel llegó hace unos meses y ya se ha puesto en duda la idoneidad de su nombramiento como seleccionador francés por parte del inefable Bernard Laporte, presidente de la FFR.
Un noviembre desastroso, coronado con una derrota histórica ante Fiyi, ha evidenciado el lamentable momento de Francia, que no gana el Seis Naciones desde 2010. Una mediocridad que ha terminado por generar un desapego en la afición, que ha abandonado a su selección, ofreciendo imágenes impensables con estadios semivacíos cuando juegan los bleus. La situación es tan preocupante que su capitán, Guilhem Guirado, ha verbalizado esa preocupación: "No revelo nada al decir que a este grupo le falta disciplina y es evidente que no hay capacidad para hacer frente a la presión". Lo último tiene que ver con las derrotas que han cosechado en el tramo final de los partidos los de Brunel. Esta falta de consistencia inquieta a su entrenador más allá de la falta de estilo en su juego.
La propuesta metálica de los franceses y los constantes cambios de criterios con la apuesta por jugadores como Fickou o Camille López, que han entrado y salido de las convocatorias sin argumento alguno, han generado un caos táctico y estratégico en los del gallo. Ahora reaparecen jugadores claves como Morgan Parra o Wesley Fofana, que ya ha anunciado que después del Mundial deja la selección. Junto a ellos comienzan a asomarse jóvenes talentos del rugby francés. La consecución del título mundial Sub-20 en 2018 por parte de Francia confirma y obliga a Brunel a mirar a los jóvenes que llaman a la puerta. Dos emergen en la lista para el 6 Naciones con fuerza: el centro Romain Ntamack, hijo del histórico Emile, y el inabarcable delantero Demba Bamba.
En lo táctico Brunel debe corregir la hemorragia defensiva del equipo, que encaja ensayos con inusitada facilidad. Ofensivamente Francia no acaba de plantear un juego reconocible, exhibiendo un playbook más propio de Pretoria que de Toulouse. Con una melé irregular, una touch desastrosa desde hace lustros y una tercera línea inconsistente, por más kilos que le inyecten, los tres cuartos no tienen pelotas limpias ni confianza para jugarlas. Y con estos problemas estructurales es complicado construir un discurso ilusionante con el que recuperar a una afición cuya desafección con su selección está más que justificada. Ni champagne, ni burbujas ni rugby. Al bosque como leñadores.
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