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El Torneo de los Cuatro Trampolines (II): La Guerra Fría y el calor del éxito

José Luis Corral

Publicado 22/12/2023 a las 11:30 GMT+1

Al inicio de la década de los 60, en una época marcada por la tensión política que también acabó salpicando el deporte, el alemán Max Bolkart pudo convertirse en el primer saltador en ganar el “Grand Slam”.

Max Bolkart

Fuente de la imagen: Imago

Hasta la caída del Muro de Berlín fueron muy pocos los saltadores de Alemania Occidental que triunfaron en comparación con las estrellas de la antigua RDA. Pero en la octava edición de la Tournee (1959-60), el germano-occidental Max Bolkart tuvo la oportunidad de ser el primero que se imponía en las cuatro competiciones. Era una gran ocasión, puesto que la política había irrumpido bruscamente en el mundo del deporte, dejando fuera de juego a muchos saltadores importantes.

Escándalo en Oberstdorf

Sólo dos saltadores de la antigua Alemania Occidental fueron capaces de ganar el torneo. En la edición de 1989-90, lo hizo Dieter Thoma, en pleno proceso de reunificación alemana, pero 30 años antes Max Bolkart consiguió lo mismo. Pero su camino hacia la victoria fue muy poco habitual y comenzó de manera algo extraña.
Irónicamente, las raíces del éxito del saltador alemán pueden encontrarse en marzo de 1958. Después de una gran temporada y de ganar el Cuatro Trampolines, el germano-oriental Helmut Recknagel se proclamó flamante campeón de una semana de vuelo en Oberstdorf. Aunque los organizadores tendrían que haber sopesado la posibilidad de que ganase el principal favorito, no lo hicieron.
Con su banda de música, el padre de Max Bolkart iba a interpretar el himno nacional en honor al ganador, pero desconocía las notas de la canción más importante de Alemania Oriental. “¿Qué debo hacer?”, le preguntó Bolkart padre a su hijo. "Toca nuestro himno", respondió Max. Y eso fue lo que hizo.
En la plaza de Oberstdorf, Helmut Recknagel, de pie en lo más alto del podio, escuchó atónito el himno de Alemania Occidental en la ceremonia de entrega de trofeos. El alcalde de Oberstdorf, notablemente confundido, se disculpó ante quienes pudieran sentirse ofendidos, pero eso no ayudó demasiado. El ganador se negó a aceptar el premio y se desató un escándalo.
Este incidente, aparentemente banal y trivial, fue el preludio del endurecimiento de las ya de por sí tensas relaciones entre las federaciones deportivas de ambos países.

Un torneo sin Recknagel

Pasa un año. Recknagel realiza otra gran temporada, gana el Cuatro Trampolines por segunda vez consecutiva y ya piensa en el invierno olímpico de esa campaña. Bolkart también sueña con triunfar en sus segundos Juegos, tras haberse quedado muy cerca del bronce en la edición de 1956 en Cortina d'Ampezzo, donde tuvo que conformarse con el cuarto puesto por detrás de Harry Glass.
Pero ninguno de los dos podría viajar a Squaw Valley. El Comité Olímpico Internacional solicitó que en aquellos Juegos de Invierno los representantes de ambas repúblicas alemanas aparecieran como un equipo combinado bajo una única bandera.
Desde el mencionado incidente de Oberstdorf, las autoridades deportivas de ambos países se relacionaban con mucha frialdad. Y, entre otras cosas, se empieza discutiendo por la bandera con la que competirían sus representantes. El estancamiento continúa y el asunto se traslada al más alto nivel, en medio de una coyuntura internacional marcada por la guerra fría.
En diciembre de 1959 se adoptó una decisión sin precedentes: los saltadores de la RDA fueron retirados por su federación del Cuatro Trampolines. Recknagel todavía estaba en un gran momento de forma y nada parecía impedir su tercera victoria consecutiva en la Tourneé. Sin embargo, por cuestiones estrictamente políticas, no iba a poder iniciar la competición.
Helmut Recknagel

Una olla a presión

Además de los germano-orientales, saltadores de otros países del Bloque del Este como Polonia, URSS y Checoslovaquia tampoco participaron en el torneo. Incluso, también son escasos los saltadores noruegos en liza, ya que prefieren prepararse para los Juegos Olímpicos, al igual que buen parte del equipo finlandés.
"¿Cuándo, si no, ahora?", pareció pensar Bolkart, que ya había sido tercero en la Tourneé de la temporada 1956-57. “Me sentía fuerte por entonces, pensaba que debía aprovechar la oportunidad que se me presentaba”, recordaba años después.
Termina la gira alemana del evento con dos victorias en su cuenta particular. Es cierto que su ventaja es mínima y que aprovecha la mala suerte de sus rivales, que no consiguen aterrizar correctamente en los momentos decisivos, pero es incuestionable: Bolkart es líder del torneo en el ecuador del mismo. Lo más divertido para él fue su victoria en Oberstdorf, ya que vive a cien metros del trampolín.
En Innsbruck se impone de manera más convincente y en Bischofshofen se enfrenta a la posibilidad no sólo de ganar el Torneo, sino también de imponerse en las cuatro competiciones.
Pero a pesar de salir de Innsbruck como el gran favorito a la victoria final, el triunfo estuvo a punto de escapársele de las manos. En el trampolín Paul Ausserleitner de Bischofshofen, tras un horrible primer salto, el alemán es quinto, y en la clasificación general, a pesar de sus tres triunfos anteriores, está solo un punto por delante del austriaco Albin Plank.
“Si hubiera ganado en Bischofshofen, yo, y no Sven Hannawald, habría sido el primer saltador de la historia en ganar el ‘Grand Slam’. Pero odiaba el trampolín de Bischofshofen, siempre aterrizaba fatal. Mi estrategia fue dejar que ganara otro, no me importaba ese trampolín. Pero hoy lo lamento”, recordaba recientemente ante la prensa.

Todo era diferente

Aun así, todo salió bien al final. Max Bolkart ganó el Cuatro Trampolines aprovechando la ausencia de algunos rivales de mayor rango. Pero tampoco le resultó fácil conseguir la victoria porque tuvo que asumir otras responsabilidades por el camino.
Puesto que siempre había sido un hombre de talentos variados, durante la competición en su casa de Oberstdorf, fue el encargado de instalar los altavoces en el estadio. Días después, antes de competir en Garmisch-Partenkirchen, tuvo que levantarse temprano por la mañana para, después de unas pocas horas de sueño, ofrecer un concierto de Año Nuevo con su banda de música en su ciudad, Oberstdorf. Después, vuelta a Garmisch a iniciar la competición. Años después volvería a subir al podio, en la temporada 1962-63, para celebrar de nuevo otro tercer puesto final.
Eran, sin duda, otros tiempos, tal y como el propio Bolkart recordaba. “Por entonces no había tanta presión por parte de la prensa, los patrocinadores y el público. Todos veíamos los saltos como una diversión. Incluso acordamos que el ganador del día siguiente acabaría invitando a cerveza. Y decíamos: ‘Ah, eres de Garmisch, pues tú tienes que ganar ahí. Haz felices a tus amigos, tal vez te acaben poniendo una estatua’. A veces ocurrió. Todos los saltadores se conocían, se querían y eran amigos. El ganador se veía obligado a pagar las cervezas. En Nochevieja nadie se acostaba a las 8 de la tarde, como hoy. Estábamos de fiesta hasta la mañana. Y todos hacíamos una buena competición el día de Año Nuevo en Garmisch-Partenkirchen. Aunque, claro, no se podía hacer sin dos aguardientes calientes. En la actualidad, el ganador del Torneo recibe como regalo un magnífico vehículo todoterreno. Yo gané una olla express. ¡Hoy todavía la tengo y aún funciona!”
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