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La opinión de Sergio M. Gutiérrez: Ganar con el chaleco

Sergio Manuel Gutiérrez

Publicado 16/01/2024 a las 14:14 GMT+1

En fútbol, ganar con la camiseta (o con el escudo) significa ganar sin despeinarse, sin esforzarse al máximo, subestimando al rival porque te sabes superior; machacarlo a goles o perdonarle una paliza según te lo pida el cuerpo, pues no todos los días te vas a esmerar como en una final. En el snooker, hay un individuo que gana (también las finales) sólo con el chaleco.

Ronnie O'Sullivan agranda su leyenda conquistando el octavo Masters de su carrera

Se llama Ronnie O’Sullivan, y es mundialmente conocido como el Cohete. Su mito crece ahora ya de forma involuntaria, unas veces por los accesos de personalidad conflictiva y en otras simplemente por los trofeos que levanta. Lo que antaño viviera como un juego de juventud, como un divertimento o algo en todo caso intrascendente, esa leyenda negra que en alguna época no tan lejana le sirviera incluso como acicate y como arma, se ha ido transformando poco a poco en una pesada carga. Porque Ronnie ya no es un gamberro. Ronnie es un señor de mediana edad que sólo aspira a vivir tranquilo.
Se levanta temprano y calienta la tetera. Se despereza mientras disfruta con calma del agua casi hirviendo entre las manos. Prepara un batido sano y nutritivo. Sale a correr. Y si no tiene partido practica con calma, como parte de una rutina diaria. Cuida la alimentación con mimo. Echa un ojo a sus negocios. Se marcha pronto a la cama.
Habrá quien no me crea, con motivos para ello. Hace nada, tras ganar su octavo Masters, el Cohete levantó el dedo corazón mientras echaba espumarajos por la boca hablando de Ali Carter, su rival en esa final. Que nadie se lleve a engaño: lo hizo un poco harto, con desgana. Ronnie ya no disfruta con estas cosas.

Las victorias

Aún quiere ganar, por supuesto. Y siente el deseo especial de hacerlo contra sus rivales dialécticos de toda la vida (Mark Selby, Shaun Murphy, Ali Carter…). Pero los años pasan y pasan y hace ya al menos un lustro que la naturaleza debería haberle rendido. El primer sorprendido es el Cohete, quien por primera vez en su larguísima carrera ha ganado el UK Championship y el Masters de manera consecutiva, y aspirará en el Crucible a hacerse con los tres torneos de la Triple Corona en la misma temporada, algo que sólo han hecho Steve Davis, Stephen Hendry (dos veces) y Mark Williams.
Por eso celebra sin celebrar, incluso con pesadez. Por eso gana el Masters y apenas abre la boca cuando habla, y murmura entre dientes que está jugando muy mal y que no se explica cómo es posible lo que le está sucediendo.
Se va quedando ciego, asegura, padece codo de tenista y las rodillas a veces no le responden, pero nadie le gana, ni los jóvenes ni los menos jóvenes. Así que, para estupefacción personal, se ve obligado a celebrar. Contra su voluntad. Es que ni le apetece.
Ya le sucedió tras su séptimo campeonato del mundo. En los meses posteriores hubo mucho trajín. Demasiadas exhibiciones y venga a hacer caja, y el rollo de las entrevistas y las megafonías a todo trapo exclamando su nombre, y los aplausos y el come on, Ronnie!gritado así como con exigencias, todo el mundo esperando cosas especiales de él. A Ronnie no le gusta que esperemos cosas de él.

El chaleco

Pero lo primero es lo primero, y lo primero para Ronnie O’Sullivan es vivir tranquilo, la salud mental, el equilibrio. Así que agarra sus zapatos de la suerte (y las zapatillas deportivas negras, por si acaso), prepara el chaleco y llega lo más tarde posible a la sede. Juega, con frecuencia gana y se marcha enseguida, echando leches, para el hotel o para casa.
En el trayecto, busca una explicación Ronnie a tanto triunfo tardío, a esta extraña sensación cercana a la invencibilidad. Es cierto que siempre tuvo la habilidad de hacer jugar mal a algunos profesionales, incluidos aquellos que más le calientan el oído lejos de la mesa. Es verdad que él se esmera, que elige bien el tiro y casi todos los días compite, sobre todo cuando le cae mal su adversario. Hay que tener en cuenta también la experiencia, los galones, la arraigada costumbre de vencer, el hecho de que la derrota apenas le importe. Influye, desde luego, su selección del calendario, el cuidado de su cuerpo, el adecuado balance personal, el talento innato.
Pero lo de estas últimas semanas no es normal, se mire por donde se mire. Qué está sucediendo, se pregunta atónito Ronnie. ¿Se tratará de otra extraña broma de los dioses (de los dioses del snooker)?
Ha cumplido 48 años y continúa ganando casi sin proponérselo, con el chaleco.
Sergio Manuel Gutiérrez es comentarista de Eurosport España.
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