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Althea Gibson, una adelantada a su tiempo

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PorEurosport

Actualizado 17/05/2021 a las 10:06 GMT+2

Zina Garrison, la primera mujer afroamericana en llegar a una final de Grand Slam en 32 años, estaba sentada en el vestuario de Wimbledon en 1990 antes del partido más grande de su vida cuando se formó un pequeño revuelo.

Althea ganadora de Roland Garros en 1956

Fuente de la imagen: Eurosport

Mientras la gran tenista Martina Navratilova se preparaba para recibir a Garrison en su cubil de la Pista Central, apareció Althea Gibson con una botella de champán y su cara llena de alegría. Su aparición no ayudó precisamente a calmar los nervios: "Estaba realmente bien hasta que entró ella y los nervios se apoderaron de mí", dijo Garrison, entre risas, en una entrevista el año pasado. “La razón que ella dió fue: 'Aquí es donde tomé mi champán cuando gané' y justo antes de que tuviera que jugar. Tenía que ser respetuosa, pero quería decir '¡No quiero escuchar eso ahora mismo!".
La alegría de Gibson era más que comprensible, porque era ella quien había estado esperando ese momento durante 32 años. Más de tres décadas antes, durante unos años mágicos y fugaces, Gibson fue la mejor jugadora de su tiempo. En 1956 se convirtió en la primera jugadora negra en ganar un título de Grand Slam en el Abierto de Francia y comenzaría una racha de dominio similar a la de muchos otros grandes tenistas. Durante los siguientes tres años, alcanzó siete finales de individuales en ocho intentos, ganando dos coronas de Wimbledon y dos del US Open. Fue nombrada atleta AP del año en 1957 y 1958 y regresó a casa después de su primer triunfo en Wimbledon frente a una multitud de 100.000 personas que esperaba para recibirla.
La historia de Gibson es un milagro en una época de racismo y segregación social. Después de nacer de en una familia de aparceros en una granja de algodón en 1927, su lugar de nacimiento era un legado de esclavitud, y ella y su familia se mudaron a Harlem durante la Gran Migración de 1930 cuando tenía alrededor de 3 años. Cuando su figura prometía etedora en los torneos organizados por la Asociación Americana de Tenis, la gira de jugadores afroamericanos, la segregación fue su obstáculo. Su talento era claro, pero fue excluida de los Campeonatos Nacionales de Estados Unidos (el Abierto de Estados Unidos) ya que la mayoría de sus torneos clasificatorios se llevaron a cabo en clubes "solo para blancos". Necesitó una carta abierta de la excampeona Alice Marble, que avergonzó a las autoridades, para que finalmente pudiera competir en el deporte más importante de Estados Unidos.
Gibson era una adelantada a su tiempo, pero cuando el mundo del tenis la alcanzó lo que destacó fue que siempre estuvo alrededor apoyando a sus sucesoras, compartiendo parte de su éxito y viendo progresar el trabajo que comenzó hace tanto tiempo. Jugó dobles con Arthur Ashe en 1973 cuando él tenía 30 años y ella 46. Estuvo presente allí en ese vestuario de Wimbledon 1990 cuando Garrison se preparaba para su final contra Martina Navratilova.
Unos años más tarde, su ex pareja de dobles y amiga cercana Angela Buxton estaba viendo a dos adolescentes negras sumamente talentosas llamadas Venus y Serena Williams jugar al tenis en su patio cuando decidió llamar a Gibson. Una Venus tímida y emocionada, que pronto sería la segunda mujer negra en ganar Wimbledon, conectó con la primera. Serena, por su parte, más tarde haría un proyecto escolar sobre Gibson. Hablaron de nuevo unos años más tarde en 1997, justo antes del debut de Venus en el US Open, y esa conversación maró su travesía suprema a la final con 17 años. Según el libro "The Match: Althea Gibson and a Portrait of a Friendship de Bruce Schoenfeld", Gibson remarcó esa conversación con palabras firmes de coraje: "Sé quien eres y deja que tu raqueta hable", dijo. "La multitud te amará".
Antes de la final de Wimbledon 2000, Gibson llamó a Zina Garrison con más consejos técnicos para Venus: "mueve los pies, dobla las rodillas". Garrison, quizás recordando la presión de la década anterior, decidió esperar hasta el final del partido para entregar el mensaje despues de que Williams ganara el partido. Aún así, fortaleció el vínculo entre las generaciones y demostró la seriedad con la que Gibson se tomó su papel de pionera, incluso desde la distancia.
La última década de la vida de Gibson fue dura. Con el paso del tiempo, sus extraordinarios éxitos se desvanecieron y ella también. A mediados de los 90, estaba enferma con apenas unos centavos para pagar las cuentas a pesar de todo su éxito. Una llamada a Marble en la que Gibson describió sus pensamientos suicidas llevó a Marble a movilizar al mundo del tenis, que brindó apoyo financiero después de años ignorandola.
En su último año, Gibson vio como el deporte que le había negado su presencia en sus principales eventos llegó a ser dominado por dos mujeres negras cuando Venus y Serena Williams intercambiaban el número uno del ranking y se enfrentaban en finales consecutivas de Grand Slam. Su legado solo ha progresado. El año pasado, el US Open vio a nueve jugadoras negras y mestizas, un récord, y a dia de hoy ocho jugadoras negras ocupan el top 100 femenino, muchas de las cuales utilizan su posición para alzar la voz, denunciar el racismo y ya han inspirado a los jóvenes fanáticos de las próximas generaciones.
En el libro 'Venus Envy', Jon Wertheim señaló que al unirse a Venus Williams como segundo miembro honorario negro del All England Lawn Tennis Club en el 2000, Gibson se sentó frente a su enorme televisor y levantó un vaso de ginger ale para celebrarlo. Ya sea champán o ginger ale, vendrán más brindis.
Tumaini Carayol, reportera de tenis de 'The Guardian'
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Trailblazers | Althea Gibson, la primera tenista negra en conquistar un Grand Slam

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