Blog Murciego: Las vidas de Dimitrov

Hace un par de días, debatiendo con unos amigos sobre los grandes favoritos de cara al Open de Australia 2024, surgió el nombre de Grigor Dimitrov. Lo primero que hice al escuchar su nombre fue reírme, una reacción espontánea que no buscaba faltarle el respeto, sino que simplemente mostraba mi sorpresa al ver que todavía quedan personas que confían en ver al búlgaro levantando un Grand Slam. Durante muchos años yo estuve en ese grupo, hasta que el paso del tiempo fue cambiándome la ilusión por realidad. Ahora los vientos vuelven a soplar fuerte tras ver el nivel de Gregorio en los tres últimos meses del calendario, sumados al título obtenido este domingo en el ATP 250 de Brisbane, donde cerró una periodo de más de seis años sin conquistar un trofeo. ¿Podemos volver a creer?

Sinceramente, me encantaría saber quién se esconde detrás Grigor Dimitrov, detrás del jugador. Me encantaría conocer cómo respira fuera de las pistas, cómo interactúa como su entorno, cómo es su metodología de trabajo, cómo gestiona una derrota o cuánto sacrifica por una victoria. Quizá eso me ayudaría a comprender mejor las casillas invisibles del tablero, aquella que no se ven a través del monitor. ¿Cómo le afectó su tremendo furor a nivel junior? ¿Y qué tal las famosas comparaciones con Roger Federer? ¿Cuánto pesa el traje cuando todos te señalan como un inminente campeón de Grand Slam, cuando te dicen que con tanto talento estás condenado al éxito? ¿Ayuda ser tan guapo a coordinar tu profesión con una vida equilibrada? Va en serio, no son pocos los que creen que siendo un poco más feo le hubiera ido mejor, aunque nadie duda de la tremenda carrera que viene firmando. Eso sí, jamás habríamos imaginado que la Tierra daría seis vueltas al Sol sin ver al Haskovo levantar un título.

Sin caerse fuera del top40 en la mayor parte de su trayectoria, la senda de Dimitrov guarda varios puntos de inflexión donde todo el mundo giró la cabeza para adorarle. Sus primeras semifinales de Grand Slam, en Wimbledon 2014, tumbando a Andy Murray sin complejos y en tres mangas. Sus segundas semifinales en territorio major, Open de Australia 2017, con un duelo épico ante Rafa Nadal que cada mes de enero se repone por televisión. Las terceras, en el US Open 2019, le trajeron su primera victoria ante Roger Federer sobre una pista de tenis, aunque no sirvió para superar la penúltima barrera. Por supuesto, ningún plato más sabroso que el del otoño de 2017, donde se vistió de maestro y cerró el calendario en el podio de la clasificación, apuntando sus aspiraciones más arriba que nunca. Pero lo que llegó no fue la confirmación, sino el desierto. Una sequía de seis temporadas apartadas este pasado domingo en Brisbane, uno de sus templos sagrados.

Soy una persona completamente diferente, aunque para mí es muy difícil comparar”, subraya el búlgaro acerca de su evolución. Ahora soy mejor jugador que en aquel entonces. Creo que debido al estilo de todos los demás, también tuve que alterar un poco el mío, tuve que encontrar una manera de superar a esos tipos poderosos de manera diferente. Todo el mundo lo ha visto ahora, que estoy jugando un poco diferente a como solía jugar antes. Básicamente estoy tratando de encontrar mi camino en la cancha contra una generación diferente. He visto diferentes generaciones a lo largo de los años y todo el tiempo tuve que adaptarme. Creo que como jugador, si crees que lo sabes todo, eso simplemente no va a ser suficiente”, valora el actual Nº13 del mundo, ya con la experiencia necesaria para hacer balance de cada paso.

¿Tiene opciones Dimitrov de ganar el Open de Australia 2024? Para mí no tiene ninguna, pero nada me haría más feliz que equivocarme. Es más, si ahora mismo me dieran un papel en blanco y los poderes de Merlín, escribiría su nombre sin pensarlo. Por su clase, por su estilo, por tantos años de trabajo y porque, sin conocerle de nada, tiene pinta de ser un tipo fantástico. Por todo eso –aunque no sería el único de la lista– merece levantar un Grand Slam antes de decirle adiós al deporte de competición. Ahora bien, a sus casi 33 años e inmerso en un cambio generacional en el circuito masculino, ¿cuántas balas le pueden quedar en la recámara? Un hombre que en tres décadas ha vivido la vida de todos nosotros juntos bien podría estar en su casa rememorando sus highlights, pero el amor que siente por el tenis le impide bajarse de la rueda. Ojalá que la ruleta le tenga preparado el mayor de los botines.