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Blog Murciego: Todo a la vez en todas partes

Fernando Murciego

Actualizado 20/03/2023 a las 15:22 GMT+1

Otra semana fantástica de Carlos Alcaraz y no es la primera en este 2023. Su conquista en el desierto de Indian Wells le devuelve al Nº1 del mundo siete semanas después de cederle el trono a Djokovic, confirmándole como uno de los actores más revolucionarios de la época. Alguien capaz de hacerlo todo bien, todo el tiempo y sin despeinarse.

Alcaraz-Medvedev: Exhibición para el recuerdo de campeón y número uno (6-3 y 6-2)

Anoche, viendo la final masculina de Indian Wells, me dio por pensar cómo sería Carlos Alcaraz en el multiverso. ¿Hubiera sido tenista profesional en cada una de las dimensiones paralelas? Yo creo que sí, aunque podemos echarle un poquito de fantasía. Me lo imagino de guardia urbano, con su uniforme y su silbato, poniendo orden entre el tráfico y manejando los vehículos a su antojo. También le veo de artesano, diseñando sus propias obras con esa mano que solo él tiene en la red, aunque también me pega como juez, sacando el mazo en el momento de la verdad para determinar el futuro de la gente que tiene enfrente. De lo que no tengo duda es de que sería un número uno en cada una de estas realidades, porque el gen de ganador es innegociable sea cual sea tu especialidad. Por suerte, a nosotros nos ha tocado vivir al Carlos Alcaraz tenista, el impulso de un chico que compite sin temor a la derrota y con una sonrisa en los momentos más dramáticos. Partiendo de esa base, normal que saque sobresaliente en el resto de categorías.
Empezando por el apartado físico, que le sobra. Ofrece un despliegue tan inmenso de sus capacidades atléticas que incluso a veces se pasa de frenada, originado alguna lesión en su organismo. Si dejamos a un lado este peaje que atañe a todos los deportistas de élite, es maravilloso ver al murciano moverse dentro de una pista de tenis, recorrer la línea de fondo como una gacela, imponer la potencia de su derecha ante cualquier que se cruce en su camino o resistir al avance del reloj con la frescura del adolescente que todavía es. Está claro que a estos niveles sufrirá más contratiempos –lo firmamos mientras ninguno sea de largo alcance–, pero es que no tenemos otra opción si queremos seguir emocionándonos con esta versión de ‘Flash’ nacido en El Palmar. A sus 19 años, pocos han llegado a conseguir la velocidad controlada de Carlitos.
Si pasamos a lo tenístico, el prototipo no ofrece dudas. Alcaraz reúne en su caja de herramientas todas las piezas del juego, incluido el talante para utilizarlas en el momento correcto. Cuenta con variantes a la hora de golpear la bola, su servicio es cada vez más poderoso y constante, cuando sube a la red causa auténticos estragos al adversario, igual que cuando obliga al rival a salir disparado a por una de sus dejadas mortales. Y todo ello lo practica con una naturalidad obscena, casi en un estado de trance donde pensar no entra en la ecuación. Para qué, si le sale un lienzo perfecto de manera automática. Me recuerda a ese Denzel Washington encorsetado siempre en el mismo papel, pero en todos ellos tan único y brillante. Desde fuera es el clásico ejercicio que resulta sencillo, pero prueben ustedes a hacerlo en casa. Sus peores interpretaciones bien podrían ser las mejores de sus perseguidores.
Lo sé, tenéis ganas de que hable de lo mental, de lo que va por dentro, de ese espíritu que mueve todo lo anterior. La comparación en este párrafo la tengo clara: Carlos Alcaraz es peor que Haníbal Lecter. Anoche, cuando le estaba endosando un 6-1 y 4-0 a Daniil Medvedev, hubo un momento donde su equipo le pedía concentración y cabeza. ¿Cuál fue su respuesta? Una mirada de vuelta al box con la cara de autosuficiencia más letal que yo haya visto en una pista de tenis. No era chulería, tampoco soberbia, lo que representa ese gesto es la tremenda autoridad y confianza que habita dentro del español, un nivel de seguridad que atenta contra el sentido común. En una final de Masters 1000, ante un hombre que llegaba con una racha de 19-0, Carlos es capaz de jugar cada carta ganadora en el momento preciso. Si hay viento, se doma. Si hay tensión, se aparta. Si el rival está en el abismo, se le empuja. Jodie Foster, de haber pasado por delante de la celda de Alcaraz, no se hubiera atrevido a mirar.
Se siente increíble ganar el trofeo aquí y recuperar el número 1 del mundo, diría que este ha sido el torneo perfecto”, aseguró hace unas horas el campeón en otro ejercicio de sinceridad ante el micrófono. “Para mí ha sido brutal, este era un torneo que realmente soñaba con ganar, es algo increíble. Volver al Nº1 es algo genial, todos los jugadores del circuito quieren estar ahí, para mí es un sueño hecho realidad. En finales como estas lo que quiero es mostrarle al oponente esta faceta, que vea que estoy relajado, que estoy disfrutando de la final, pero lo normal es tener nervios en estas situaciones”, declara para recordarnos que es tan humano como cualquier otro. “Lo que hay hacer es manejar esos nervios, los mejores jugadores del mundo lo hacen en estos momentos, por eso juegan a un gran nivel”.
Si el circuito ATP fue la universidad –y en muchos sentidos, podemos comprar el símil–, el papá de Carlos Alcaraz sería el hombre más feliz del mundo a la hora de ir a recoger las notas. Vería calificaciones altas en todas las materias estudiadas por su hijo, incluso tuvo tiempo para felicitarle en cámara el día de San José. Ningún otro jugador nacido a partir del año 2000 tiene más títulos profesionales que este marciano de El Palmar, de hecho, solamente Rafa Nadal ganó más Masters 1000 que él siendo un adolescente. Si vamos al detalle, ningún hombre en la historia ha completado la pareja Indian Wells + Miami a su edad. Demasiada perfección para no atraer también a los haters, los que dicen que es un loco que salta a pista sin ningún tipo de plan. Le pasó lo mismo a la película ‘Everything Everywhere All at Once’, devorada por los cinéfilos al verle conquistar siete estatuillas en los últimos premios de la Academia. Alguno ni siquiera entendió el largometraje, igual que me pasa a mí cuando veo jugar a Carlitos, que no sé cómo es capaz de hacer todo lo que hace.
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