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Blog Murciego | Andrey Rublev: Domar a la bestia

Fernando Murciego

Actualizado 17/04/2023 a las 10:29 GMT+2

Tardó tanto tiempo en llegar que alguno hasta lo llegó a dar por perdido, pero no fue así. Andrey Rublev ya es campeón de Masters 1000 y lo es después de girar dos últimos partidos que parecían sentenciados. Finalmente, ese carácter al que tanto apuntaban, acabó siendo su gran aliado.

Rune-Rublev: Una remontada brutal para el primer Masters 1.000 (7-5, 2-6 y 5-7)

En esta vida todo depende de la perspectiva en la que mires las cosas, de cómo focalices tus objetivos y cómo utilices las herramientas que se te han dado. En el caso de Andrey Rublev, su personalidad irascible dentro de la cancha siempre fue un arma de doble filo. Tanta bravura le llevaba a un estilo de juego valiente, agresivo, muy pocos han conseguido intimidarle desde que llegó a la élite. De hecho, en octubre de 2020 accedió por primera vez al top10 y desde entonces no se ha movido. Sin embargo, era también ese fuego interno el que tantas veces le dejaba a las puertas del éxito, perdiendo la concentración en los momentos clave y viéndose superado ante rivales de menos calidad pero mucho más serenos. La temporada 2023 ya nos venía dando pistas de que el ruso estaba pasando por un túnel de maduración, pero lo sucedido en Masters 1000 de Montecarlo es la prueba definitiva de que la etiqueta de ‘histérico’ o ‘exaltado’ van perdiendo protagonismo en la descripción del ruso.
Y es que eran demasiadas las batallas que recordamos de un Rublev casi poseído por sus demonios, incapaz de mantener la paz mental en momentos donde, por mucho que te corra la derecha, si no estás en calma no hay manera de pasar al siguiente nivel. Esta especie de bestia –la parte más oscura y desbocada del jugador– la tienen todos los tenistas competitivos, todos los que no soportan perder ni al parchís, la diferencia está en la gestión de cada uno. Torneo importante, ronda importante, rival importante, momento importante. Son cuatro situaciones que, cuando se dan la mano, impulsan de tal manera la expectativa y los niveles de energía que el cuerpo puede terminar saturado, superado por un ambiente donde solamente los imperturbables ganan la guerra. Ahí es donde una y otra vez quedaba Andrey en fuera de juego, en la batalla mental, llegando a tales incendios que el oponente sabía perfectamente cómo terminaría todo.
Fernando Vicente es uno de los máximos responsables de esta evolución, el hombre que le acompaña en el circuito desde mediados de 2016, el que le conoció fuera del top200 para luego ponerle en el top5 mundial. El español, siempre cercano en el trato, me reveló en su momento por dónde pasaba el futuro del ruso, un chico de enorme potencial pero con un examen todavía por lidiar. Por aquel entonces, Andrey apenas tenía 19 años, pero Fernando ya conocía las piezas del puzzle. “Es imposible imaginar qué nivel de ranking puede llegar a tener, pero viéndolo jugar y comparándolo con los otros chicos, lo veo bastante arriba. No sé el tiempo que tardará, pero si conseguimos que mejore en lo físico, táctico y mental, con los tiros que tiene debe estar muy arriba. Eso sí, la cabeza marcará hasta donde llegará”, me confesaba el de Benicarló en abril de 2017 en una entrevista en Punto de Break. Ha llovido muchísimos desde aquellas palabras, pero ahora cobran todo el sentido del mundo.
¿Y Rublev? ¿Qué pensaba el jugador? ¿Estaba de acuerdo con esta afirmación tan severa? Por supuesto, él siempre ha sido el primero en reconocer públicamente por dónde pasaba su mejora como deportista. En lo deportivo nunca hubo dudas con él, desde el día que nos fulminó en Vladivostok lo tuvimos claro, pero la cabeza es un factor que nunca sabes cuándo será enemigo o aliado. "Necesito aprender a tener paciencia”, señaló el de Moscú en una rueda de prensa de principios de año. "Un proceso como el de ser un gran jugador requiere de calma, aceptar las cosas cuando no van bien y empezar de cero si es necesario. Tengo que ser más fuerte mentalmente y ser positivo, pase lo que pase. Me enfado fácilmente en la cancha y eso no me ayuda. En la vida soy mucho más tranquilo, pero compitiendo muestro un lado negativo de mí mismo. Se requiere mucha fuerza de voluntad e inteligencia para mantener la calma en la pista y creo que si consigo hacerlo haré grandes cosas esta temporada”, aseguró el hombre que ya empezó a dejar muestras del cambio en el último Open de Australia, ganando precisamente a Holger Rune en aquel dramático encuentro de octavos de final.
Esta vez fue más allá. Esta vez, salió campeón. Primero remontando a Taylor Fritz en semifinales (5-7, 6-1, 6-3) y luego al danés en la gran final de Montecarlo (5-7, 6-2, 7-5), levantando una bola de break que hubiera supuesto ir 5-1 abajo en el set definitivo. ¿Cómo lo hizo? Tomando notas de cada decepción vivida a lo largo de todos estos años, de cada situación que no supo manejar, de cada partido perdido por culpa de una actitud desenfrenada. Se acabó ser un simple top10 –con toda la dificultad que esto conlleva, no me malinterpretéis– que no aspira a tumbar a los mejores y a conquistar grandes plazas. Ayer Rublev dio ese paso de gigante que tanto ansiaba, el que le permitirá multiplicar su confianza en el proceso y ver que está en el camino correcto. Seguirá fallando, como les pasa a todos, pero serán menos los fracasos adjuntos a esa sensación de culpa. Con 25 años, un nuevo nivel ha sido desbloqueado.
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Rublev-Fritz: Caótica remontada y regreso a la final (5-7, 6-1 y 6-3)

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