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Blog Murciego: Arthur Ashe, mucho más que un tenista

Fernando Murciego

Actualizado 04/07/2020 a las 12:41 GMT+2

Recordamos la figura del mítico Arthur Ashe, campeón de tres Grand Slams, cinco Copas Davis y ex Nº2 mundial. Sin embargo, su mejor legado lo dejó escrito fuera de la pista, promoviendo la lucha contra el racismo y convirtiéndose en un referente mundial en pos de la igualdad.

Arthur Ashe

Fuente de la imagen: Imago

Teniendo en cuenta que estamos en Eurosport, la casa del tenis, nunca sería necesaria una excusa para hablar sobre un personaje de la talla de Arthur Ashe. Una de las personalidades con mayor legado y recorrido de la historia del deporte, tanto por lo que conquistó dentro de la pista, como por lo que consiguió fuera de ella. Sin embargo, la cruda realidad nos ha llevado de nuevo a rescatar antiguos fantasmas relacionados con el racismo, el odio y las guerras internas del ser humano. Batallas que ya dábamos por ganadas, pero que seguían latentes en la calle, esperando que algún cavernícola las devolviera al telediario. Han pasado 27 años desde que ‘Bones’ (así le llamaban, por su estructura ósea tan marcada) falleciera por una neumonía, pero nunca es mal momento para recuperar su testigo y levantar el puño por una causa imprescindible. Black Lives Matter.
Ese puño es el mismo que levantó el propio Ashe en 1975, después de rematar una pelota fácil en la red que le convertía en el nuevo campeón de Wimbledon. Tenía 32 años, una edad insultante para andar todavía luchando por los Grand Slams. Enfrente estaba el número 1, un Jimmy Connors con cara de pocos amigos que buscaba revalidar la corona conquistada el curso anterior, aunque esta vez el destino no le tenía preparado un menú a su gusto. Fueron cuatro sets intensos, de miradas furtivas, bajo un entorno de tensión que te hacía pensar que había en juego mucho más que un título. Finalmente, el tenista de Richmond se impuso a su rival de manera clara, aunque su celebración quizá no fue tan ferviente como merecía la ocasión. Con un simple gesto hacia su box levantando el puño derecho, Arthur subrayaba una vez más el lugar que ocupaba el éxito deportivo en su lista de preferencias. En aquel instante, George Floyd apenas llevaba 24 meses en el mundo, todavía no sabía que su figura terminaría guardando un hilo conductor con el gran campeón norteamericano.
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Arthur Ashe, ganador en Wimbledon 1975

Fuente de la imagen: Getty Images

¿Y en qué se parecen Arthur y George? En algo clave: ambos sirvieron para unir a las personas. El primero comenzó haciendo historia con una raqueta en la mano y luego se sirvió de sus triunfos para encarar una pelea de muchos años contra el racismo, el apartheid y cualquier síntoma de desigualdad e injusticia que detectó en el ambiente. El segundo, lamentablemente, nos dejó antes de tiempo desatando una avalancha de activistas a nivel mundial que entienden que todavía queda mucho por hacer. Y tanto que queda. Ya en los años sesenta muchos se frotaban los ojos al ver a Ashe levantando Grand Slams, conquistando una Copa Davis tras otra y convirtiéndose en el primer jugador de color en ser convocado por Estados Unidos (1963). También fue el primer negro en ganar el US Open (1968) gracias a la labor imperial en los banquillos de Walter Johnson, quien había guiado los pasos de Althea Gibson años atrás. Una vez retirado seguiría construyendo su legado deportivo celebrando otras dos Copa Davis como entrenador y dando nombre a la pista con más aforo del circuito. Y esto solo son las consecuencias de su grandeza en el rectángulo de juego, lo realmente transcendental vino después.
El propio Ashe se dio cuenta de la oportunidad que tenía en su mano al convertirse en un referente mundial gracias a sus éxitos. Sabía que toda esa popularidad era el puente ideal para levantar el puño y dar visibilidad a una causa que muchos daban por perdida, a día de hoy todavía seguimos luchando por ella. Así fue cómo empezó su particular guerra con Sudáfrica por el apartheid, se vistió de activista contra el racismo a través de sus actos y sus declaraciones, hasta el punto que fue arrestado en dos ocasiones por estar en el lugar que no tocaba, rodeado de una sociedad totalmente contaminada. Pero no crean que la leyenda de Richmond se olvidó de su otra pasión, ni mucho menos. Limó asperezas con sus antiguos contrincantes, creó nuevos torneos en Estados Unidos (como el de Washington, por ejemplo), fue una pieza fundamental en el crecimiento de la ATP, y así cientos de proyectos que, si no fueron más, fue debido a una negligencia médica que terminaría por apagar su luz.
No era ningún secreto que Ashe sufría problemas de corazón, motivo por el cual tuvo que operarse en 1979 y, un año después, verse obligado a retirarse. Un revés durísimo de aceptar, aunque el peor golpe estaba por llegar. Tres años después, el corazón volvió a darle problemas, pero esta vez la operación le dejaría un peaje imposible de subsanar. En 1988, el de Richmond recibe la peor de las noticias: tiene sida. La enfermedad la coge después de una transfusión en su último paso por el quirófano, un infortunio que no anunciaría públicamente hasta 1992, justo un año antes de su muerte. La neumonía, desencadenada por los síntomas del VIH, se llevó su último aliento y, al mismo tiempo, a un jugador irrepetible. Una persona que fue ejemplo de profesionalidad en el deporte, un símbolo de victoria para una raza maltratada históricamente, un personaje histórico que nos decía adiós de manera prematura, con tan solo 49 años.
No quiero ser recordado por mis logros tenísticos, eso no es ninguna contribución para la sociedad. Eso fue puramente egoísta; eso fue para mí. Sé que nunca me hubiera perdonado si hubiera elegido vivir sin un propósito humano, sin tratar de ayudar a los pobres y desafortunados, sin reconocer que quizás, el regocijo puro de la vida viene al tratar de ayudar a otros
Pese a que la maldita enfermedad no le dio mucho tiempo de reacción, Ashe sí encontró el momento para crear una Fundación de ayuda contra el sida, uno de los virus más letales que padeció el ser humano en los años 90. En aquel momento todos aprendimos que incluso los súper héroes son vulnerables a los males, aunque hubo un niño que fue un poco más lejos y se lo llegó a preguntar en persona. Arthur, una vez más, dejó otra frase para la historia. "En el mundo hay 50.000.000 de chicos que comienzan a jugar al tenis, 5.000.000 aprenden a jugarlo, 500.000 apuestan por el tenis profesional, 50.000 entran al circuito, 5.000 llegan a jugar un Grand Slam, 50 llegan a Wimbledon, 4 a las semifinales, 2 a la final. Cuando en 1975 estaba levantando el título de campeón, nunca le pregunté a Dios: ‘¿Por qué yo?’. Hoy con mi enfermedad, no debería preguntarle: ‘¿Por qué yo?”. La misma pregunta se estará haciendo desde el cielo George Floyd. Ojalá que dentro de unos años, la respuesta merezca la pena.
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