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Blog Murciego: La Laver Cup ya es imprescindible

Fernando Murciego

Publicado 24/09/2019 a las 09:28 GMT+2

Han bastado tres ediciones para confirmar lo que muchos ya pensamos en 2017. ¿Puede un torneo de tres días convertirse en uno de los eventos más significativos del año? Puede. Europa conquistó en Ginebra su tercer título consecutivo, pero la verdadera conquista fue la del aficionado, ofreciéndole unos ingredientes y un formato que rezuma éxito.

Nadal, Federer y Zverev durante la Laver Cup 2019

Fuente de la imagen: Getty Images

Praga. Chicago. Ginebra. De Euopa a Norteamérica y de nuevo volviendo al origen. Después de tres años saboreando esta nueva Laver Cup (2017-2019), ha quedado demostrado que el lugar no interrumpe la solución final. El resultado de la ecuación siempre es el mismo: éxito. Figuras como Rafa Nadal, John McEnroe, Alexander Zverev, Nick Kyrgios y sobre todo Roger Federer, el hombre que prendó la mecha, han resucitado un formato histórico que ha pasado a ser imprescindible en tiempo récord. Todo el mundo disfruta del evento, los jugadores se involucran hasta el último aliento, los medios hacen cola por emitirlo, múltiples circunstancias que nos llevan a pensar que estamos ante uno de los grandes descubrimientos de la época. Explicamos los motivos en cinco pasos.
Juntos somos más fuertes: Es, con mucha diferencia, lo más bonito del torneo. Enemigos íntimos durante once meses, uña y carne durante un fin de semana. Una pieza que le faltaba al circuito masculino, la de brindar al jugador la oportunidad de no verse solo ante el peligro, aunque solo sea por una vez. Jugadores que luchan cada mes por arruinar la felicidad del contrario hoy comparten chaqueta en Ginebra, se abrazan con efusividad en los banquillos, se apoyan y animan en los descansos y se bañan en champaigne entre sollozos. Una coyuntura ideal para oxigenar la altísima competitividad que se da siempre en este deporte tan solitario, la ocasión perfecta para crear lazos y confirmar que las amistades sí son posibles dentro de una jungla donde cada uno defiende su pan.
El coaching es bienvenido: Interesante también destacar la parcela más táctica de la obra. Son ya varios años en los que algunas voces (no muchas) vienen pidiendo que el circuito masculino abrace de una vez la posibilidad de hacer coaching durante los partidos, propuesta que avanza pero a un ritmo muy despacio. En la Laver Cup, sin embargo, es uno de los ingredientes más atractivos. Casi el más exquisito. Tanto los capitanes, como los propios jugadores, nos regalan continuamente información, ideas, reacciones en directo, en definitiva, nos invitan a adentrarnos en sus cabezas y entender mejor la sala de máquinas de un deportista de élite. Una forma natural y espontánea de comprender cómo piensan los protagonistas dentro de una pista y cómo se adaptan a cada situación. Un altavoz estructurado a las estrategias mejor guardadas. Periodísticamente, un caramelito.
Conexión entre generaciones: No me digan que no se les ha puesto la piel de gallina al ver la timidez con la que Tsitsipas o Thiem trataban siempre a sus mayores, Federer y Nadal. Miradas cargadas de admiración pero también de responsabilidad, orgullo de pertenencia. O la emoción y el entusiasmo de Shapovalov o Fritz cada vez que John McEnroe se dirigía a ellos, intentando infundir ese respeto que generan siempre las leyendas. La Laver Cup también sirve para homenajear las diferentes épocas del tenis, para juntar varias décadas de esplendor bajo el mismo techo y, sobre todo, para recortar distancias entre ellas. El ejemplo de Borg y McEnroe, iluminando la escena con su sola presencia, representa un legado que ya lucen con maestría los Federer, Isner, Nadal o Raonic, buscando siempre la comodidad de los más jóvenes, invitándoles a seguir formando parte de esta gran cadena.
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Laver Cup: La ducha de champán de Nadal, Federer y todo el equipo europeo

Una disputa mundial: No nos olvidamos que la Copa Laver es un torneo y, por tanto, debe haber un ganador. Es decir, lleva intrínseca la palabra ‘competición’ en su ADN. Defender los colores de tu país es algo a lo que ya nos hemos acostumbrado, una línea de batalla más patriótica donde la partida de nacimiento marca el rumbo de cada ficha. Aquí las fronteras se reducen, empujando a cuatro continentes contra solamente uno. La autoridad de Europa enfrentada al coraje de australianos, estadounidenses o latinoamericanos. La clásica batalla entre Europa y el Resto del Mundo que tan bien se ha cuidado en deportes como en golf, donde cada temporada representa una parada imprescindible. Ahora es el tenis quien le abre de nuevo la puerta a este espectáculo de pulso mundial.
Un formato sin fisuras: Por supuesto, nada de esto sería posible si los que mueven los hilos no dispusieran cada pieza en perfecta consonancia. Uno puede tener los mejores ingredientes, incluso la mejor cocina, pero nada de esto funcionaría si luego no sabemos aliñar. En este caso, el formato de competición es un acierto total. Los partidos no superan las dos horas de duración, el supertiebreak del tercer set es emoción asegurada, la manera de puntuar los partidos provoca que ambos combinados lleguen con opciones de victoria al domingo, ¿qué más se puede pedir? Una realización masiva que permita disfrutar de todos acontecimientos en cada rincón del evento. Aquí, por suerte, la nota también es de matrícula de honor.
Solamente una duda se cierne sobre la popularidad y aceptación de esta Copa Laver. ¿Se mantendrá en pie el día que falten Federer y Nadal? Su labor en estas tres ediciones no tiene otro objetivo que el de transmitir ese legado, impulsando a sus iguales a ocupar su lugar. De momento, contamos los días para que Boston 2020 vuelva a atraparnos a su antojo.
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Laver Cup 2019: Una imagen para la historia... ¡Nadal haciendo de entrenador de Federer!

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