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Blog Murciego: La mentira más piadosa del Big 3

Fernando Murciego

Actualizado 11/02/2020 a las 13:06 GMT+1

Pasan los Grand Slams y la trama se repite. Dos actores en la escena, cada uno bordando su papel. El campeón veterano felicitando al derrotado iluso, prometiéndole un éxito intangible, casi espiritual. Un subcampeón que representa a toda una generación derramando fe.

Federer - Nadal - Djokovic

Fuente de la imagen: Getty Images

Quiero felicitar a Dominic por el gran partido que ha hecho. Hoy no pudo ser, te quedaste cerca, pero puedes estar tranquilo. Algún día, no solamente ganarás tu primer Grand Slam, sino que ganarás varios torneos de esta categoría
Estas palabras que pronunció Novak Djokovic ante Dominic Thiem en el último párrafo del Open de Australia 2020 podrían servir de plantilla para un alto porcentaje de finales de Grand Slam en estos últimos quince años. No todas, solo aquellas que reunieron a un miembro del Big3 junto a un miembro externo al grupo. Ya saben, el pez gordo se come al chico e inmediatamente llega el turno de los discursos, la clásica perorata donde el campeón le promete al derrotado que algún día será él quien levante el trofeo. Algunas veces, el juramento viene con fecha de caducidad incluida, señalando que muy pronto logrará levantar ese trofeo, incluso que repetirá en más de una ocasión. Palabrería oportuna que viste bien de cara al micrófono pero que es tan falsa y efímera que no se sostiene. Si no, que le pregunten a Jo-Wilfried Tsonga, Tomas Berdych o David Ferrer. Ellos todavía están esperando.
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Nadal: "Prefería que ganase Thiem, no soy hipócrita; pero felicito a Djokovic"

El último soldado maltratado por esta crónica fue el austriaco, un tenista al que se le cae el talento, la actitud y también los intentos. Se quedó por primera vez a las puertas de un Grand Slam en Roland Garros 2018, pero el diez veces campeón (hoy ya van doce) le paró los pies sin preguntar. Demasiado rápido, no era su momento. Pero Thiem es un sinvergüenza en el mejor sentido de la palabra, así que volvió a tocar la misma puerta un año después, en Roland Garros 2019. La respuesta fue la misma, pero dejó patente que seguirá recorriendo esa ruta hasta encontrar la llave que le permita entrar a palacio. Eso sí, hasta la fecha había tiempo de probar suerte en otros reinos, así que puso Melbourne en su GPS y allí que se plantó en la final. En los aposentos del mismísimo Novak Djokovic, lugar donde ningún otro brilló a tanta altura, Dominic tropezó con la misma piedra, la de la inocencia. Volvió a creer que era su momento, pero el reloj marcó de nuevo las tres, el turno de las leyendas.
“He dado todo lo que tenía en la pista pero Novak pertenece a ese grupo de tres jugadores tan especial, posiblemente el de los tres mejores jugadores que han practicado este deporte. Si juegas una final de Grand Slam ante ellos, sabes que al final se decidirá por pequeños detalles y que ellos estarán ahí. El Big3 se ha encargado de llevar el tenis a otro nivel, nunca en la historia se habían juntado en la misma época tres tenistas así, luchando por ver quién es el mejor de siempre. Es una situación inédita, así que los jóvenes tendremos que seguir trabajando duro para ser más determinantes en este tipo de partidos”, confesó el de Wiener Neustadt tras la derrota.
Yo no lo hubiera llevado con tanta solemnidad, la verdad. Esa honradez que escupe Thiem en rueda de prensa viene precedida de horas y horas de asimilación, de aceptación a una realidad tan familiar como el respirar. No digo que entren derrotados en las finales, ya se comprobó que no, pero sí con la percepción de que hoy no será suficiente con hacer el partido de su vida. ¿Qué nota la pondrían ustedes a Dominic por su rendimiento en la final de Australia? ¿Qué desenlace hubiera tenido dos décadas atrás? No importa, de hecho, es peor si uno se pone a cavilar. El destino quiso que naciera en esta época, en la más sangrienta de la Era Open, tan solo unas páginas después de una era en la que Safin, Roddick o Hewitt no supieron (o no pudieron) dar un paso al frente y liderar a toda una generación. Resulta casi maquiavélico pensar que un factor tan azaroso como tu llegada al mundo haya dictaminado de esta forma el número de Grand Slam que tienes del número de Grand Slams que podrías tener. Una melón que es mejor dejar cerrado.
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Open de Australia 2020: Ganó Djokovic, pero Thiem logró los mejores puntos de la final

Con mayor o menor confianza, con más o menos intentos, la única verdad es que las palabras de Novak Djokovic ya no engañan a nadie. Como diría José Mota, nos suena a mentirusco atao con piedra. Es el mismo discurso que le hiciera a Tsonga en 2008, aunque ahí no tenía ni idea de todo lo que vendría por delante. Eso sí, también podemos encontrar otros actores que optarían al Oscar en esta misma categoría. Nadal a Medvedev en el US Open 2019, Djokovic a Anderson en Wimbledon 2018, incluso Andy Murray a Raonic en Wimbledon 2016. Sí, el británico solo pudo capturar tres majors en su abrupta trayectoria, pero también le dio tiempo a mentir en alguna que otra ceremonia. Bueno, y de Federer ya ni hablamos. El suizo se encargó de ir cortando el vuelo a los Davydenko, Nalbandian, González, Soderling, Ljubicic y compañía durante sus años de mayor inspiración, dejando a algunos mudos incluso antes de llegar a la final. En cierta maneta, creo que hasta ellos deben sentirse mal con su papel, casi obligados a rescatar el refranero una y otra vez, invitando al derrotado a no perder la fe y confiar en que el sacrificio y la constancia terminará por traerles su premio. ¡Falso! En el último segundo de la lucha por la gloria, volverán los Vengadores a adueñarse de los créditos.
“Probablemente, ellos también son los responsables de que haya mejorado tanto como jugador”, añadía Thiem ante la prensa en un ejercicio de positivismo. “Es un espectáculo verles jugar todavía a estas alturas, ver que siguen ganando los torneos más importantes. Es algo bueno para el tenis, para cualquiera que le guste este deporte. Al mismo tiempo, provoca que ganar Grand Slams en esta época sea algo mucho más difícil que en otras épocas. Esto creo que es algo evidente. En parte estoy feliz porque veo que puedo competir con ellos estando al máximo nivel, Daniil (Medvedev) ya se quedó muy cerca en el último US Open, así que supongo que nos falta algo de suerte. Un break point que se escapa o un winner que se marcha fuera, no lo sé. Lo que está claro es que si el resto queremos levantar un Grand Slam, ahora mismo estamos obligados a vencer, como mínimo, a dos de ellos en el camino hacia el título. Por eso es tan duro”.
El videojuego ha desarrollado un nuevo nivel de dificultad. La obligación de ganar dos finales de Grand Slam en un mismo torneo, un reto insostenible a no ser que seas Stan Wawrinka o Juan Martín Del Potro, los únicos capaces de conseguirlo (a Marin Cilic en el US Open 2014 le bastó con tumbar a Federer, y fue en semifinales). Yendo al grano, a lo que escuece. En su día nos cansamos de vestir a Thiem como el relevo de la NextGen, pero a sus 26 años todavía no sabe lo que es ganar un Grand Slam. A su edad, Djokovic sumaba seis, mientras que Rafa y Roger contaban once. A quien todavía podría igualar es a Andy Murray, siempre y cuando pierda una final más e iguale las cuatro que tuvo que ceder el británico hasta levantar por fin el primero. Eso suponiendo que algún día logre conquistar uno. Un jungla con tres leones, el horizonte más crudo que se recuerda, un legado impracticable. Esta es la herencia que nos está dejando el Big3. Eso sí, Thiem seguirá apretando el puño tan fuerte como la toalla, la cual no piensa soltar. “No me rindo, espero ganar mi primer Grand Slam estando el Big3 todavía por aquí. Así tendrá mucho más valor”. Admirable convicción la de Dominic, un titular de verdad entre tanta mentira.
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