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Blog Murciego: Suecia vuelve a la élite

Fernando Murciego

Actualizado 04/10/2019 a las 10:55 GMT+2

Tuvieron que pasar más de siete calendarios para que el circuito masculino volviese a contar con una bandera sueca dentro de los cien mejores del mundo. Mikael Ymer, el menor de los dos hermanos, rompió una barrera histórica a sus 21 años, recuperando la fe de un país apartado de la élite.

Mikael Ymer

Fuente de la imagen: Getty Images

Estamos a viernes, quinto día de la semana, y apenas se ha hablado de la irrupción de Mikael Ymer en el top100 del ranking mundial. Sí, ya sé que hay otros temas de actualidad por delante de éste, pero déjenme ahondar en la importancia de su figura. Este chico, nacido hace 21 años en Skövde, se ha convertido en el faro de toda una nación. El imperio sueco, dominador absoluto en la década de los 80, llevaba desde mayo de 2012 (Soderling) sin poner un solo jugador en el top100. Ha tenido que ser el joven Mikael, más de siete años después, quien pusiera fin a la maldición conquistando el Challenger de Orleans (Francia), el tercero que levanta esta temporada. La espera, tanto personal como patriótica, ha llegado a su fin.
Hace ya algunos años que la historia de los hermanos Ymer nos cautivó por completo. Un padre nacido en Etiopía, amante del atletismo y víctima de la guerra. Obligado a huir con su mujer hasta Suecia, donde nacerían primero Elias (1996) y luego Mikael (1998). El sueño del padre por ver a sus pequeños ganando carreras se esfumó al ver la sonrisa que se produjo en sus rostros al agarrar una raqueta. Aquello fue amor a primera vista; su futuro, estaba decidido. Su entrada al circuito atrajo todos los focos, aquellos chicos portaban la bandera sueca pero no eran rubios, ni siquiera eran blancos. La globalización había jugado su carta magistralmente. Rápidamente se vieron apoyados por varias generaciones de ex jugadores que tenían, todavía más ganas que ellos, de que el experimento saliera bien.
Antes de nada, por miedo a que la Generación Z haya ocupado la sala, merece la pena recordar en un solo párrafo por qué el tenis sueco ocupa un nicho histórico en la evolución de nuestro deporte. Todo empezó con Bjorn Borg a finales de los 70, encargado de acabar con el bipartidismo que existía entre australianos y estadounidenses. Su revés a dos manos, su carácter gélido, su capacidad para ganar de igual manera tanto en hierba como en arcilla, todo ello creó escuela. De su legado llegaron los Edberg, Wilander, Björkman, Nystrom, Carlssen, Jarryd, Johansson o Norman entre otros. El último de esta larga y exitosa cadena fue Robin Soderling, doble finalista de Roland Garros y ex Nº4 del mundo, hasta que su retirada en 2011 dejó huérfano a todo un país. Antes o después, los hermanos Ymer debían coger el testigo más complicado de portar.
Ese testigo estaba envenenado y le tocó soportarlo durante su crecimiento al mayor de los dos, Elias. Aun siendo un gran junior y arañar sus primeros puntos ATP con 16 años, pronto se demostraría que no todos los jugadores conviven de igual manera con la presión. De su etapa de trabajo con Galo Blanco salieron los mejores resultados, con una tercera ronda en el Conde de Godó de 2015 que todavía se recuerda con añoranza. Sin embargo, el sueco siempre se quedaba a las puertas del último salto, el definitivo. Mientras tanto, su hermano fue siguiendo sus pasos, mejorándolos también. Mikael llegó a ser Nº3 Junior, altura que tocó gracias a salir subcampeón en Wimbledon o campeón de Europa en su categoría. Pintaba genial, pero también lo pasó mal en su etapa de crecimiento, siendo varias las lesiones que obstaculizaron su camino. Su tenis, más allá de su historia, empezó a generar comentarios. En concreto, uno muy generalizado: “El pequeño acabará superando al mayor”. La hipótesis se ha terminado cumpliendo en 2019, con tres títulos Challenger en su poder y un ascenso de casi doscientas posiciones. Arrancó la temporada siendo 255º del mundo; esta semana es el 83º.
Mikael Ymer ya está aquí, no ha sido el primero en llegar, pero su batalla no era contra el resto de jugadores. Raquetas como Tiafoe, Humbert, Tsitsipas, Ruud o Mmoh, todos compañeros de generación (1998), ya habían pisado el top100 antes que él, aunque ninguno portaba encima la losa de ‘Mike’ y su hermano. Ellos tuvieron que pasar cada bola por encima de la red con la expectativa de devolver a Suecia al lugar que se merece. Un desafío tan bonito como espinoso, pero solo al alcance de dos personas, las dos únicas que a día de hoy tienen plaza entre los 250 mejores del mundo. Elias o Mikael, Mikael o Elias. Más que el nombre, lo que importaba era el momento, el de acabar con esta espera insufrible de más de siete años. Ahora la explosión de Mikael no solo ayudará a su hermano (actual 119º del ranking), sino también a muchos otros niños que empiecen a mostrar interés por la raqueta, se detengan a ver sus partidos o comiencen a investigar la historia de este deporte. Y allí, para su sorpresa, encontrarán las páginas más doradas del tenis sueco, un reclamo de orgullo que les invite a escribir nuevos éxitos.
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