La pista maldita de España

La superficie instalada en el piso del Palexpo de Ginebra es muy rápida, montada sobre una madera flotante, con una capa de aire entre el cemento del suelo y la propia madera.

Es muy parecida a la que Bielorrusia puso el pasado año en Minsk. Al igual que la que ubicó Eslovaquia en Bratislava y la República Checa en Brno. Siembre dispuesta para la visita de España, que ha iniciado como visitante en los cuatro últimos años, incluido éste, su participación en la Copa Davis.

España sólo salió airosa en la primera ocasión. En el 2004, en la República Checa. Coincidiendo con la lesión para la última sesión de su número uno Jiri Novak cuando los centroeuropeos ya tenían encarrilada la clasificación. También con la irrupción de Rafael Nadal, que obtuvo el punto definitivo frente a Radek Stepanek después de que Feliciano López solventara su duelo contra el entonces incipiente Tomas Berdych, sustituto de su número uno. Ese año, el equipo español conquistó después su segunda Ensaladera.

Un año después, en el 2005, España acudió a Bratislava. Se encontró con una pista similar. Que rozó lo irregular y que incluso propició una protesta oficial de la delegación hispana que no prosperó. El cuarteto español salió malparado del choque. Estaba eliminado antes del inicio de la tercera jornada. Entonces, Nadal, castigado físicamente, sólo participó en el partido de dobles.

Peor sensación causó en Bielorrusia. Sin el número dos del mundo, España cayó por la vía rápida ante Max Mirnyi y los suyos. Y con sensación de impotencia. De afrontar sin opciones la eliminatoria.

El cuarteto de Emilio Sánchez Vicario se ha encontrado en Ginebra una situación similar. La superficie de taraflex, rápida, contraria a los intereses de sus jugadores. Un tipo de pista que sólo se emplea en seis torneos del circuito: París, Zagreb, Basilea, San Petersburgo, Lyon y Moscú.

Sin embargo, hay diferencias que alientan el panorama de España. Entre el conjunto helvético, sin Federer, no hay especialistas tampoco en este tipo de suelo. Todo lo contrario, los principales argumentos helvéticos se acomodan mejor, en teoría, a superficies más lentas.