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El análisis de Fernando Gómez: ¿Paréntesis o retroceso? La nueva realidad numérica

Fernando Gómez

Actualizado 03/02/2023 a las 13:07 GMT+1

No suelo ser partidario de titular un artículo con interrogación porque da la sensación de que quien tiene que dar respuestas no solo no las ofrece sino que confiesa de partida sus dudas. Es cierto, esta vez es así.

Rafael Nadal, cabizbajo en el duelo ante Mackenzie McDonald en el Open de Australia 2023, donde cayó eliminado.

Fuente de la imagen: Getty Images

No obstante, afirmo en mi descargo, que pretendo someter a reflexión una realidad que se ha producido, pero que puede tener distintas interpretaciones y, lo que más me importa, si se trata de una excepción o es el inicio del futuro inmediato.
Como antecedente, el background contextualizador que nos enseñaron en la Facultad de Ciencias de la Información, hay que recordar que el tenis español no ha solido llevarse precisamente alegrías procedentes de Australia. En este sentido, los dos triunfos absolutos de Rafa Nadal en el Open australiano en 2009 y 2022 se puede decir que han sido las excepciones que han confirmado la regla. Y no se puede afirmar que su camino en Melbourne no haya estado lleno de obstáculos. Al principio le costó ir progresando solo una ronda por año. Tercera eliminatoria en su debut en 2004, cuarta el curso siguiente (ambas derrotas con el australiano Lleyton Hewitt), cuartos de final en su siguiente participación en 2007 (ausente por lesión en 2006), semifinal sin opciones ante el francés Jo-Wilfried Tsonga en 2008 y por fin titulo en 2009 frente a al suizo Roger Federer. Y vuelta a empezar para tardar 13 años en volver a ganar. Esta fue su ruta de espinas desde entonces hasta que remontó dos sets y un 0-40 al ruso Daniil Medvedev en la final del año pasado: retirada ante el británico Andy Murray en 2010, derrota con el serbio Novak Djokovic en la final de 2012 después de 5 horas y 53 minutos de batalla y tras dejar escapar una ventaja de break avanzado el quinto set, ausencia en 2013, lesión en el calentamiento de la final de 2014 ante el suizo Stan Wawrinka, derrota en la final de 2017 frente a Federer sin poder aprovechar una ventaja de 3 juegos a 1 en el último parcial, retirada por dolores físicos en la quinta manga del cuarto de final frente al croata Marin Cilic en 2018, nueva final perdida (cierto que sin ninguna opción para ganar) en 2019 ante Djokovic, eliminación en cuartos de final de 2020 ante el austríaco Dominic Thiem en el único partido de su carrera en el que ha cedido tres desempates y a pesar de lograr más breaks que su rival y derrota el año siguiente también a las puertas de las semifinales frente al griego Stefanos Tsitsipas, que se convirtió en el segundo y último jugador capaz de recuperarle a Nadal una desventaja de dos sets en un duelo de Grand Slam. Y en 2023, en la defensa de su título cayó lesionado en segunda ronda ante Mackenzie McDonald. El balear aguantó hasta el final sin retirarse, pero el estadounidense se había mostrado superior antes de que se produjera la lesión en la pierna izquierda. Repito, a pesar de todos estos peajes, Nadal es el único español que puede ofrecer una narrativa positiva acompañada de títulos de su paso por las grandes citas australianas.
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Nadal-McDonald: Adiós con dolor y pundonor (4-6, 4-6 y 5-7)

El listón histórico de éxitos españoles en las antípodas está bastante bajo. España perdió sus dos primeras finales de Copa Davis en Australia en 1965 y dos años después con sendos marcadores de 4-1. La cuarta final disputada por la Selección, la primera después del triunfo de 2000, también fue en Australia, en 2003 sobre el césped colocado en la pista Rod Laver Arena de Melbourne y los españoles volvieron a cerrar la serie con solo un encuentro ganado. Si volvemos a competiciones individuales, encontramos que Juan Gisbert perdió la final de Australia de 1968 ante el australiano William Bowrey, que Andrés Gimeno corrió el mismo destino el año siguiente frente al también australiano Laver y que a Carlos Moyà le sucedió lo propio en su gran bautizo internacional en el partido por el título de 1997 frente al estadounidense Pete Sampras. Al terminar su discurso en la ceremonia, Moyà dijo "hasta luego, Lucas" para tortura de los traductores. Australia también ha sido hasta el momento un territorio prohibido para las tres mejores jugadoras que ha tenido el tenis español. Arantxa Sánchez Vicario entregó sus dos finales seguidas de 1994 y 1995 ante la alemana Steffi Graf y la francesa Mary Pierce sin tener ni siquiera opciones de apuntarse un parcial. Lo mismo que le sucedió en 1998 a Conchita Martínez frente a la suiza Martina Hingis. Más cruel resultó la derrota para Garbiñe Muguruza en el partido de la definición de 2020, en el que la estadounidense Sofia Kenin le remontó un set de desventaja. Este encuentro resulta fundamental para entender la falta de seguridad de la caraqueña en los torneos de Grand Slam disputados después, a pesar de su triunfo en el Masters de 2021, según el analista de Eurosport Álex Corretja. Si atendemos a la modalidad de dobles, la excepción la supondría Arantxa Sánchez, que ha sido vencedora tres veces en el femenino y una en el mixto, aunque para sumar esos cuatro títulos, siempre con parejas no compatriotas, tuvo que disputar siete finales. También Virginia Ruano fue campeona del doble damas, asociada a la argentina Paola Suárez en 2004. Llegaron a dominar el circuito, pero solo les dio para pisar dos finales en Melbourne, con distinta fortuna. Ningún jugador español sabe lo que es jugar una final por parejas en el doble masculino.
A pesar de los antecedentes, desde la perspectiva del tenis español de un modo global no se puede alcanzar el aprobado, ni siquiera para el jugador que llegó más lejos, el castellonense Roberto Bautista, que fue el único que pisó la segunda semana. Desde que en 1999 los 14 españoles que participaron en el cuadro individual masculino fueran eliminados en sus dos primeros encuentros, solo un representante de la armada en tercera ronda es la cifra más baja. Salvamos de estos suspensos, claro está, a las dos españolas que pusieron sus apellidos entre las 32 últimas en despedirse. Casi sobresaliente para Cristina Bucsa, que superó la fase previa, y aprobado alto para Nuria Párrizas. Es cierto que las bajas condicionar la participación desde lo más alto de la pirámide. Se perdieron el campeonato por problemas físicos tanto el que iba a ser primer cabeza de serie, el murciano Carlos Alcaraz, como también las dos españolas con mejor clasificación, Paula Badosa (baja después de realizarse el sorteo) y Sara Sorribes. No obstante, la llamada de atención no solo hay que situarla en la calidad del rendimiento, que ha provocado también el débil seguimiento por parte de la afición española, sino también en la cantidad de jugadores. Finalmente, solo 12 entre ambos cuadros principales: 9 en masculino y solo 3 en el femenino. Es cierto que Rebeka Masarova tenía un puesto mundial en el top-100 después de llegar a la final de Auckland tras superar la fase previa, pero tuvo que jugar la fase de clasificación al cerrarse las entradas 6 semanas antes del incio del torneo. Y la de Melbourne no la superó. En cuanto al tenis masculino, apenas si tiene efectivos entre los puestos 100 y 200 ATP, que es de donde se nutren las fases previas de los cuadros de Grand Slam. Solo están ahí Fernando Verdasco, Pablo Andújar y Carlos Taberner.
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Muguruza-Mertens: No hay manera 6-3, 6-7(3) y 1-6

No obstante, después de la consulta a los archivos que amablemente pone a mi disposición el estadístico Agustín Hernández Paniagua, observamos que para encontrar una participación inicial en el Open de Australia con menos de 9 españoles (también lo fueron en 2018) hay que viajar en el tiempo hasta 1996 cuando fueron solo siete. Y en cuando a las 3 representantes españolas (de nuevo las mismas que en 2008 y 2018) se colocaron como la cifra más baja desde 1992 cuando solo iniciaron el torneo Arantxa y Conchita. En la semana siguiente al Open de Australia encontramos a 10 jugadores españoles entre los 100 primeros de la lista ATP. Lo cierto es que bien distribuidos, con 2 en el top-6 y 6 en el top-40. En chicas la realidad es más interpretable. Es cierto que viven 6 entre las 100 primeras, 2 más que al inicio de la temporada, pero solo 1 entre las 73 primeras. Hasta aquí la historia y los números. Ahora el lector puede valorarlos en el presente o esperar a que la temporada vaya respondiendo a la cuestión planteada al principio.
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Bautista-Paul: Sin españoles en el cuadro (2-6, 6-4, 2-6 y 5-7)

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