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Grandes Relatos Eurosport: Cuando Manolo le ganó a Jimbo

Iván Castelló

Actualizado 02/09/2019 a las 15:54 GMT+2

Era otra época. Un tenis diferente. Y una superficie distinta, la del cambio, precisamente. Pero los héroes lo eran por igual entonces. Como Manolo Orantes, ganador de su único Grand Slam en 1975 en la final de Forest Hills frente al mito estadounidense del momento, Jimmy ‘Jimbo’ Connors.

Manuel Orantes (Sepia)

Fuente de la imagen: Getty Images

Un granadino de nacimiento crecido en Hospitalet, y hecho a sí mismo a lo Severiano Ballesteros, frente al ‘beach boy’ de San Luis oriental, donde no hay Océano Pacífico pero sí el río Misisipí. Ese duelo, segunda victoria española tras la de Manolo Santana diez años antes, fue historia viva del US Open, el cuarto Grand Slam de cada año tenístico. Un triunfo cimentado también en un cambio de superficie polémico y que terminó por beneficiar al español.
Connors venía del triplete en 1974: Australia, Wimbledon y Forest Hills. Nada de Roland Garros, que nunca conseguiría ganar, siquiera llegar a una final. Tenista agresivo, a la par que talentoso (daba lecciones con sus dejadas), Connors era un novio de América, conocido como el brash-basher (temerario machacador) de Belleville.
Y esa edición del 75 quedaría marcada en el calendario del recuerdo como la del cambio de superficie (amén de implantarse focos para las horas nocturnas), del césped clásico que ya criticaban algunos jugadores e impedía el tenis de noche por la humedad al ‘har-tru’ verde de tierra batida inspirada en la hierba acrílica ‘mod sood’ propia de campos de golf. Más adelante se impondría el cemento característico de la rapidez del torneo. Pero no siempre la bola botó así de rápida.
Esa falta de velocidad, precisamente, beneficiaría el juego de control de Orantes frente a otros más explosivos. Orantes, con buena letra, fue quitándose rivales de encima, como el sudafricano Bernie Mitton, el indio Sashi Menon, el alemán Hans Jürgen Pohmann y el francés Francois Jaufrett. Medio camino por hacer todavía y en cuartos tocaba otro de los reyes del circuito, el ‘bon vivant’ rumano Ilie Nastase. Victoria de Manolo en cuatro sets y un detalle de otra pasta, de otra época menos profesional y resultadista: el punto de set que Orantes le concedió adrede a Nastase después de un error arbitral en tiempos sin Ojo de Halcón ni nada parecido.
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Jimmy Connors

Fuente de la imagen: Imago

En semifinales debía afrontar Orantes a otra estrella, el argentino Guillermo Vilas, considerado el tercer mejor jugador de la historia en tierra batida después de Rafa Nadal y Björn Borg. Era un duelo entre zurdos, esos locos geniales del tenis. Firmaría Orantes la remontada de todos los tiempos, en una lección legendaria de no dar por perdido nada. Ni en el peor de los escenarios. Concedió los dos primeros sets en lo que parecía señalar la hecatombe más rotunda. Pero Manolo tiró de casta, agradeció el apoyo desde la tribuna de Virginia, su primera mujer, y se adaptó mejor a los parones intermitentes por la lluvia y a los nuevas torres de iluminación para, como una hormiguita, comerle la tostada al argentino, un ‘latin lover’ (llegó a ser novio de Carolina de Mónaco) que no cerró el duelo ni con un apabullante 5-0 a favor en el cuarto set con 40-0 para más inri.
Pasada la medianoche, y con media entrada en las gradas tras la desbandada para no perder el transporte público, a Orantes lo aclamaron como un héroe decenas de mexicanos y chilenos que habían pagado su entrada deseosos de ver un Orantes-Raúl Ramírez o un Orantes-Jaime Fillol que no se daría finalmente.
El domingo 7 de septiembre, en los abarrotados graderíos de la pista principal del West Side Tennis Club (16.000 localidades vendidas), la final tuvo en vela a España, pendiente a su vez de la enfermedad del dictador Franco que desembocaría en su muerte el 20 de noviembre, ni dos meses y medio después. El partido fue otra proeza de Orantes.
Le tocaba en suerte (o no) el ídolo local Connors, ganador de Borg en semifinales con tres disputados 7-5. Agotado Orantes por una noche sin apenas descanso, entre lo tarde que acabó el encuentro de semis y una inundación en el baño de su habitación de hotel, nada jugaba a favor del español. Bueno, sí. El factor inteligencia, al decidir jugar rozando la red, aprovechar la lentitud de la nueva superficie y ser capaz de mover a un estadounidense desencajado y que perdió contra pronóstico en tres sets: 64, 63 y 63.
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Ford Pinto modelo 1975.

Fuente de la imagen: Eurosport

Recibió el español como premio 25.000 dólares de la época, un Ford modelo Pinto (peor que el modelo Mustang de la ganadora del cuadro femenino, Chris Evert, la novia de Jimbo) y una cámara de fotos en una jornada que se le hizo interminable con visitas posteriores de cortesía al consulado español en Nueva York y a la casa del embajador para cenar. El precio del poder.
Forest Hill daría paso, tres años después, a las nuevas y modernas instalaciones de Flushing Meadows (también en Queens) y la evolución posterior en el imperio del tenis que son ahora las instalaciones de la USTA Billie Jean King National Tennis Center. Pero un tenista patrio, como Santana en 1965, Arantxa Sánchez Vicario en 1994 y Nadal tres veces después (2010, 2013 y 2017), puso una pica en Nueva York.
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Manuel Orantes (Sepia)

Fuente de la imagen: Getty Images

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