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Blog Murciego: ¿Qué significan las lágrimas de Nadal?

Fernando Murciego

Publicado 27/09/2022 a las 11:37 GMT+2

Han pasado varios días y la imagen sigue dando la vuelta al mundo: Rafa Nadal, roto en lágrimas, agarrado de la mano de Roger Federer en el día de su retirada. Nunca una rivalidad había sido tan bien llevada porque nunca antes habían coincidido dos deportistas de tanta calidad humana.

Nadal, llorando desconsolado en la despedida a Federer en una imagen para la historia

Como en todas las historias, para entender el final hay que conocer el principio. En el caso de Roger Federer y Rafael Nadal, su ‘primera vez’ sucedió en Wimbledon 2002, cuando se tuvieron el uno delante del otro gracias a un acto de la marca que les vestía. Sobre la pista no se cruzarían hasta dos años después, en la primera ronda del Masters de Miami, donde el español le dejaría claro desde un primer momento lo difícil que se lo iba a poner en el futuro. Desde entonces pasaron 40 duelos directos, diez finales de Grand Slam y casi veinte años de convivencia diaria. Recuerdos y anécdotas de todos los colores, pero siempre un elemento vinculante en todos ellos: el máximo respeto por la persona que estaba enfrente.
Mirando el escaparate desde fuera, la narrativa no es tan original. El clásico dominador individual, con un talento y un estilo formidables, no encuentra rival en sus años de reinado… hasta que aparece un joven caballero, dotado de unas virtudes completamente opuestas al gran rey, y comienza a discutirle el trono. El cuento del maestro y el alumno convertido en una rivalidad deportiva donde ambos encontraron refugio particular en su superficie favorita. Mientras Roger gobernaba sobre hierba y una gran proporción de pista dura, Rafa se adueñaba de la tierra batida como nunca nadie lo había hecho. Hasta que llegó el verano de 2008 y un terremoto amenazó esta especie de tregua.
Cómo olvidar Wimbledon 2008, si pare muchos está considerado el mejor partido de la historia. Desde luego, es el mejor partido de SU historia, la de un Federer que entregaba las llaves del All England Club tras cinco títulos consecutivos, inclinándose ante un hombre que ya estaba listo para heredar sus posesiones. Un mes después, el relevo en lo más alto del ranking se haría realidad de forma matemática, aunque no fue esto lo que más daño le provocó al suizo. En el inicio de la temporada 2009, el balear sube la apuesta y presenta su candidatura para levantar también el Open de Australia, un sueño que cumplirá superando en una nueva final al de Basilea. “Dios, esto me está matando”, manifestó Federer en la entrega de trofeos con un nudo en el cuello.
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El Big Three visto como nunca antes: Djokovic aconsejando a Nadal y Federer en su dobles

Ese nudo nos iba a entregar las primeras lágrimas de dolor en esta historia de dos. Les habíamos visto emocionarse en el triunfo, en la celebración, pero jamás en el fracaso o la frustración. El llanto de Federer daría la vuelta al mundo, colándose en cada casa y confirmando que tras aquella presencia poderosa, de estilo hipnótico y golpes mágicos, se escondía un corazón vulnerable a la derrota. En este caso, a las múltiples derrotas que empezaba a sufrir cada vez que Rafa compartía cartel con él. Aquel partido dejó un H2H de 13-6 a favor del manacorense, 5-2 en finales de Grand Slam. La ‘ley de las superficies’ había sido quebrantada y el héroe invencible quedó humanizado para siempre. Menos mal que allí, en el instante de mayor desconsuelo, fue arropado por el menos esperado.
– “No quiero tener la última palabra, este chico se la merece. Así que Rafa, muchas felicidades, has jugado de maravilla y te mereces este título. Has jugado otra final fantástica, te deseo lo mejor esta temporada”, declaró el suizo tras recuperar el habla y secarse las lágrimas”.
– “Rog, perdón por esto de hoy. Sé como te sientes, es muy duro, pero recuerda que eres un gran campeón. Eres uno de los mejores de la historia y estoy seguro de que superarás el récord de 14 Grand Slams de Sampras”, replicó Rafa, que antes de soltar aquel pronóstico había cobijado a su rival bajo un abrazo, para luego recordarle que seguía siendo el líder del vestuario.
Esa humildad ha sido el elemento diferenciador en esta relación. Qué fácil hubiera sido sentirse el rey del mundo en aquel momento, presumir de títulos, victorias, ranking y una rivalidad más que dominada. Pero Rafa no era así. Más allá de entender que por delante todavía le quedaba un camino repleto de retos, comprendió también la importancia de la esfera personal, de proteger a un compañero que se encontraba en el abismo. Al día siguiente, cuando todos los periodistas le incitaron a dar por acabado al helvético, sus palabras nos trajeron una nueva lección: “Ahora mismo Roger tiene 56 títulos y yo 32, hay mucha diferencia. Él tiene trece Grand Slams y yo tengo seis. Él tiene 14 Masters 1000 y yo tengo 12, aquí es la única categoría donde estamos cerca. Por lo demás, no hay discusión alguna, no hay debate”.
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Federer/Nadal-Sock/Tiafoe: Final (im)perfecto a una leyenda 6-4, 6-7(2) y 9-11; Final 2-2

Muchas veces hemos fantaseado con la posibilidad de que algún científico pudiera clonar en el futuro a Rafael Nadal. Ese físico, esa derecha, esa potencia, su manera de pelear, ¿quién no querría estas habilidades? Sin embargo, el secreto de todo su éxito es invisible al ojo humano, ya que habita en su cabeza, en su mentalidad. Christopher Clarey, en su biografía ‘Master’, define a la perfección la manera que tenía y sigue teniendo el español de afrontar la competición: “Nadal estaba obsesionado con el proceso: perseguía mucho más la emoción de la caza que la satisfacción de atrapar a la presa. Parecía que le gustaba más pelear que ganar”, escribe el estadounidense.
Jimmy Connors, el jugador con más títulos y más victorias de la historia del tenis masculino, se atrevió en su momento a hacer un diagnóstico sobre la psicología del tenista balear, destacando algunas diferencias entre Federer y Nadal a la hora de expresarse. “Rafa siempre funciona partiendo de la humildad, eso es lo que le mantiene con los pies en la tierra, motivado. Siente que debe demostrar cada día lo que vale, que nada de lo que ha hecho últimamente importa hoy. No es como Roger, quien a veces verbaliza lo seguro que se siente cuando juega, algo que puede sonar arrogante pero que, tratándose de Roger, es la pura realidad”, explica el que fuera número 1 mundial durante 268 semanas.
Otro que radiografió a la perfección la personalidad de cada uno fue James Blake, norteamericano que sufrió en sus carnes la voracidad de ambos campeones en el torneo de Indian Wells 2006. “Fue muy gracioso ver las dinámicas en el vestuario de cada uno. Los dos son tipos geniales, pero antes del partido Rafa se pone sus auriculares y empieza a correr por el vestuario, dando carreras y golpecitos con los dedos, como un animal enjaulado. Con Roger, sin embargo, me vi dialogando sobre su nueva casa en Suiza o los planes que tenía con Mirka, como si estuviéramos en una cafetería, todo muy relajado. Aún así, los dos hacían un notable cambio de chip cuando empezaba el combate, se transformaban en campeones, solo que Federer esperaba hasta más tarde”.
¿Qué nos aportan todas estas anécdotas? Básicamente, nos muestran lo diferentes que pueden llegar a ser dos personas –y no hablo solamente de su forma de jugar– y al mismo tiempo lo mucho que pueden llegar a converger. En lo más profundo existe un nexo de unión que revela a estos dos jugadores como almas gemelas, compartiendo facultades imprescindibles como el respeto, la nobleza o la modestia. A partir de aquí se empezó a construir todo lo demás, una rivalidad a tumba abierta donde también hubo momentos para la complicidad. En Roland-Garros 2009, cuando Federer levantó por fin el Grand Slam que le faltaba, el propio Rafa admitió haber llorado desde casa viendo ganar al suizo: “Federer ha tenido mala suerte de perder tres finales y una semifinal aquí, así que creo que si alguien merece ganar este torneo es él”, reconoció el español en la distancia.
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Nadal se sincera tras la retirada de Federer: "Estoy perdiendo una parte de mi vida"

Ya hemos visto lágrimas de dolor, lágrimas de empatía, pero jamás hubiéramos imaginado presenciar lo que ocurrió el pasado viernes en el O2 Arena de Londres. Las lágrimas de Federer, golpeado por la melancolía de una retirada forzada debido a una lesión incurable, desencadenó una descomposición masiva en sus rivales, acentuándose sobre todo en Nadal, llorando a borbotones tras ver a su amigo totalmente abatido. Estas lágrimas son de pérdida, de nostalgia, de saber que ya nada volverá a ser como antes, que una parte de tu vida se va para siempre. Son las más tristes, las que le dan valor a todo el camino recorrido.
Pese a la diferencia de cinco años que existe entre los dos, el viaje que han transitado desde 2004 ha terminado situándolos en la misma línea temporal, ayudándose mutuamente a mejorar como tenistas y a crecer como personas. Aprendieron a perder para luego reinventarse y regresar con una versión todavía más completa de sí mismos. Ahora entienden por qué en la final del Open de Australia 2017, fuera cuál fuera el resultado, el final feliz estaba más que asegurado. ¿Acaso este fin de semana importaba si ganaban o perdían ese partido de dobles? Cuando hablamos de estos dos, su sola presencia ya es sinónimo de victoria.
Ojalá haber estado dentro de la cabeza de Rafa en ese banquillo de la Laver Cup, extraer cada pensamiento y entender hasta qué punto ha sido importante Roger Federer en su evolución. Afortunadamente, nos conformamos con haber presenciado cada fascículo de este relato, aunque se nos rompiera el corazón viendo a los dos aguantando el temporal más cruel que te puede golpear: el paso del tiempo. Ya con el alma recompuesta y en la frialdad de la sala de prensa, ambos nos regalaron los últimos versos de un idilio incomparable.
FEDERER: No sé cómo hemos llegado a este lugar durante todos estos años, siempre estuvimos muy conectados, especialmente en los diez últimos años. También desde que tengo hijos, eso me cambió de alguna manera, nuestra rivalidad evolucionó, no lo sé. Estoy feliz donde estoy ahora, feliz de que pueda llamar a Rafa y hablar de cualquier cosa, espero que él sienta lo mismo, aunque no lo hagamos con frecuencia. Hemos disfrutado mucho de nuestra compañía, tenemos mucho que recordar, pero también lo hemos disfrutado. Tenemos un millón de temas que cubrir, cada noche que pasamos juntos siento que nunca tenemos el tiempo suficiente”.
NADAL: “Ha sido un viaje largo y súper positivo. Comenzamos cuando llegué a la gira, cuando empecé a ser mejor jugador y Roger siempre estaba ahí, para mí fue siempre el rival a batir. De repente fuimos los mayores rivales, pero nos respetamos mucho, también a nuestras familias y equipos, nunca tuvimos grandes problemas. Al hacernos mayores, nuestra relación ha ido mejorando con el día a día, ahí entendimos que tenemos muchas cosas similares, aunque en la cancha tenemos estilos opuestos, eso es lo que hizo que nuestra rivalidad sea una de las más grandes e interesantes. Estoy muy orgulloso de ser parte de su carrera de alguna manera, pero aún más feliz de terminar nuestra carrera siendo amigos después de todo lo que compartimos en la cancha como rivales”.
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Una imagen para el recuerdo, el último entrenamiento de Nadal y Federer juntos

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