Open de Australia 2020, Thiem-Zverev (semifinales): Salto definitivo (3-6, 6-4, 7-6 (3) y 7-6 -4-)

Dominic Thiem. Le quedaba la parte más difícil al austriaco en el torneo: demostrar que su triunfo ante Rafael Nadal no fue un fogonazo esporádico. Por fortuna, hace tiempo que Thiem está asentado como un miembro permanente de la élite y supo gestionar la compleja semifinal ante Zverev para citarse en la final con Novak Djokovic. Será la primera final entre ambos en un Grand Slam y tendrá muy difícil destronar al serbio en el patio de su casa, pero está en disposición de protagonizar un sorpasso histórico.

Alexander Zverev. Es innegable que ha dado un paso adelante en este Open de Australia. Al alemán siempre se le había achacado una mentalidad frágil en los majors y esta vez se le ha visto mucho más resolutivo. Aunque tuvo varios momentos en la semifinal que recordaron al viejo Sascha, el alemán tiene que seguir por la senda iniciada este año y no volver a descolgarse del vagón delantero de la ATP.

El silencio tenso y espeso del túnel de vestuarios mientras Dominic Thiem y Alexander Zverev esperaban a saltar a la Rod Laver vaticinaba un partido lleno de nervios. En juego estaba no sólo el pase a la final de un Grand Slam contra Novak Djokovic, sino también el título honorífico de ser la punta de lanza de la nueva generación, a la que tanto se ha esperado y que ya parece haber dado el paso definitivo.

Aquel al que le pesara menos la tremenda responsabilidad que ambos tenían sobre los hombros tendría una ventaja, y pareció serlo Zverev en el primer set. El alemán abrochó la manga rozando la perfección con su servicio, superando el 90 % de efectividad, lo que le ayudó a pesar de que hubo varios breaks en ambos sentidos. Thiem no pudo apenas responder ante ese nirvana de Sascha, y se centró en dar un paso adelante en el siguiente set para que no se le escapara la semifinal.

Thiem dio entonces un paso adelante e hizo gala de esa fortaleza mental que ya fue clave en la eliminación de Rafa Nadal en cuartos. A Zverev lo empezó a vencer su propia pasividad e inconsistencia, su gran talón de Aquiles, y Thiem remó sin alardes, pero con determinación para devolver la igualdad al marcador. Mientras el austriaco crecía en el partido, Zverev empezaba a desconectarse, con los focos de la Rod Laver o los jueces de línea como nuevos y erróneos enemigos.

Zverev poco a poco dimitía del partido y Thiem no desaprovechó ese regalo, consciente de que él tampoco estaba para tirar cohetes. Es conocido el factor de agotamiento que supone derrotar a Nadal y el peaje que eso supone para sus verdugos en sus siguientes partidos, y no iba a ser diferente para el quinto cabeza de serie. El delicado tercer set lo dominó Thiem desde el tie-break, dejando a Zverev cariacontecido a pesar de la batalla que volvió a presentar.

Djokovic debía de observar satisfecho en su habituación cómo el partido sumaba minutos sin parar mientras él gozaba de un día más de descanso. El serbio reconoció a Àlex Corretja que ya le venía bien una pequeña pausa, mientras Thiem y Zverev sumaron la friolera de 80 minutos en el tercer set. El cuarto avanzó sin demasiados sobresaltos, con ambos amarrando sus servicios, hasta que Thiem estuvo en disposición de restar para ganar el partido con 5-4.

Zverev se enredó en su propia tela de araña, desperdiciando un 40-0 a favor al toparse con la red, aunque corrigió antes de despedirse de Melbourne antes de tiempo. Tenía que ser en la muerte súbita la resolución definitiva, y ahí se esperaba el paso adelante de Thiem para sellar su tercera final en un Grand Slam. Zverev se volvió a traicionar a sí mismo con una doble falta que permitió a Thiem coger vuelo en el desempate. No miró atrás el de Wiener Neustadt y será él el que sacase billete con todo merecimiento para la final contra Novak Djokovic.