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Djokovic-Wawrinka: El milagro de Stan

Álvaro Ferreres

Actualizado 07/06/2015 a las 20:06 GMT+2

Stanislas Wawrinka se impone a Novak Djokovic en la final de Roland Garros por 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 para conquistar la Copa de Mosqueteros y privar al número uno del mundo de completar el Grand Slam. El tenista serbio pagó muy caras sus dudas y el jugador helvético dio una auténtica sorpresa en la Philippe Chatrier.

Stan Wawrinka avec la Coupe des Mousquetaires

Fuente de la imagen: AFP

PERSONAJES:
Wawrinka: Nadie daba un duro por él. Llegaba a este partido como víctima, pero la muerte anunciada no fue tal. Y no lo fue por que el tenis que esconde el impecable revés del jugador suizo ha alcanzado en este Roland Garros una excelencia al alcance de muy pocos. El jugador helvético ganó contra todo pronóstico y demostró que a veces David puede vencer a Goliat.
Djokovic: El palo más duro que ha sufrido Novak en su carrera deportiva. Cierto que tendrá más oportunidades, pero esta derrota priva a Djokovic de entrar en Olimpo del tenis. De ser uno de esos pocos tenistas que han sido capaces de conquistar los cuatro Grand Slams. De ponerse a la altura de Federer o Nadal. Tardará mucho en olvidar esta tarde el vigente número uno del mundo.
NUDO:
Comenzó el partido por los derroteros esperados, Djokovic mandando, moviendo y cambiando alturas con sus golpes de fondo de pista para evitar los precisos obuses de Wawrinka. Un guión que permitió al serbio apuntarse el primer set. Desde ese momento, el partido dio un cambio radical.
El número uno del mundo cometió el error de dejar entrar en el duelo al tenista helvético y lo pagó muy caro. Wawrinka empezó a soltar el brazo. Su revés corría suave y limpiaba líneas. Y Djokovic comenzó a ir a remolque. El partido se igualó y la confianza de Stan creció como la espuma. Se vio capaz y lo plasmó sobre la pista apuntándose el segundo y tercer set con autoridad. Llegó entonces la reacción de Novak.
El tenista de Belgrado lo intentó. Apretó, quemó sus naves y buscó soluciones donde no las había. Wawrinka estaba siendo mejor y solo el miedo a ganar podía apartarle de la victoria. Pero no fue así. Cerró el partido con una sangre fría a prueba de bombas. Sin pestañear. Ni siquiera lo celebró efusivamente, limitándose a animar a un Djokovic realmente consternado.
NUESTRA OPINIÓN:
Los resultados en el tenis son bastantes previsibles. El ranking no suele equivocarse y las diferencias suelen plasmarse en la pista y en el resultado. Pero de vez en cuando el mundo de la raqueta nos sorprende con la épica del pequeño. Del débil. Wawrinka es un gran tenista, pero nadie esperaba hoy su victoria. A la postre una conquista que engrandece el trabajo de un jugador hecho a sí mismo. Un jugador sin la elegancia de Federer, sin el magnetismo de Nadal y sin la clase innata de Djokovic. Este es el milagro de un currante del tenis.
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