Opinión | Habla, Manolo, habla

Casi dos semanas después de concluir Roland-Garros 2025, por fin me he atrevido. No vengo a hablar de Carlos Alcaraz, tampoco de Coco Gauff, hoy quiero pronunciarme sobre las leyendas de verdad. El día donde intentaré explicar quién es Manolo Poyán y por qué Eurosport nunca será lo mismo sin él.

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Autor del vídeo: Eurosport

Yo no conocía a Manolo Poyán. Es más, el 24 de mayo de 2015, el día que empecé a trabajar en Eurosport, lo hice sin haber visto nunca Eurosport. En mi casa jamás hubo lugar para la televisión privada, pero rápidamente me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Dentro de aquella redacción sólo encontré gente irrepetible, auténticos fenómenos en lo suyo, aunque hubo uno que me llamó la atención desde el inicio. La gente hablaba de él como una institución del periodismo, un especialista del tenis, una mente tan anárquica como maravillosa, por lo que enseguida me surgió la necesidad de compartir cabina con él. Para esto todavía tuve que esperar algunos meses, tiempo suficiente para enseñar mi valía y demostrar que estaba listo para semejante desafío. No he podido recordar qué partido fue, ni siquiera el torneo, lo que jamás podré olvidar es la experiencia de ver a Manolo Poyán en acción y su manera tan particular de abordar una retransmisión.
Vamos con el párrafo más difícil, a ver cómo lo cuento sin demeritar la magnitud del acontecimiento. De entrada, ver a Manolo comentando tenis es algo exclusivo, un evento que jamás podría descifrarse desde casa. Sin un solo papel sobre la mesa, acompañado únicamente de una agenda en blanco y algún refrigerio, su discurso te lleva por un trayecto donde ningún GPS sabría llegar. Es como coger la paleta de colores y pintar con todos a la vez, saliéndose muchas veces del lienzo, pero siempre con estilo. Es un terremoto dentro de la biblioteca, con cada libro impoluto pero muchos en la sección incorrecta. Es la potencia del mejor Mercedes con la tentación de circular por carreteras comarcales, perdiéndose en el camino pero siempre llegando al destino. Es la habilidad para hablar del origen de los padres de Bublik, saltar al palmarés de campeones de El Espinar, detenerse brevemente por un sombrero resultón en la grada, enlazarlo con los recuerdos de su viaje a Tasmania y regresar de sopetón al 30-40 del marcador. Todo esto sin receta, sin un guía que te vaya señalando los puntos de interés, pero con un nivel extremo de inspiración a la hora de combinar elementos. Así es Poyán, un tanque que te arrolla sin tiempo para reaccionar.
Manolo Poyán tendrá cabina propia en Eurosport, la que siempre será su casa
Manolo Poyán tendrá cabina propia en Eurosport, la que siempre será su casaFuente de la imagen: Eurosport
Seré tajante con esto porque no admito discusión: no hay otro sujeto en este país que sepa más de tenis que Manolo Poyán. Único en su especie cuando se encendía el pilotito rojo, aunque igual que ocurre con las buenas entrevistas, lo mejor llega cuando se detiene la grabación. Ahí empezaban las lecciones de economía, política, geografía, cine, humanidades… la materia que tú quieras, ya sea de índole local o internacional. Manolo es la envidia de cualquier periodista, la de una persona capaz de sentarse en cualquier mesa de debate, una persona leída, viajada y, sobre todo, hablada. Muy hablada. La palabra ‘sabio’ cobra sentido con figuras como él, al que tuve la fortuna de conocer en profundidad gracias a los cientos de viajes que hicimos en el Metro de Madrid. ‘¿A qué esperas para comprarte un coche?’, insistieron mis padres durante un tiempo. No entendían que quien va en su automóvil lo que busca es llegar lo antes posible al trabajo; yo lo que quería era seguir escuchando un rato más a Manolo. Un hombre que sabía demasiado, como diría Hitchcock, pero mucho más canalla y carismático que el bueno de James Stewart.
Manolo era un estudioso, no piensen que tantos conocimientos se adquieren solos. Mientras el resto de los humanos tiramos de las distintas plataformas de streaming para ocupar la última franja del día, él era más de ojear un documental del Canal Historia, aunque también era un amante del cine clásico. Tantas veces llegué a dudar que fuera el tenis de lo que más sabía, pero estas cosas las fui descubriendo con el paso del tiempo, porque Manolo era un erudito cuando se ponía los cascos, pero el genio de verdad aparecía cuando se los quitaba. Murci, Ramix, Ruizzi, Antonaidis, Pacorro, Gomelski o Querido Amigo Díaz son solo algunos de los motes que salían de su boca, así nos hacía partícipes de su creatividad, seudónimos registrados para siempre en los rincones de Suanzes o Ciudad de la Imagen. Manolo era entrañable hasta decir basta, incluso cuando se enfadaba. ¿Quién no ha conocido la versión ‘Angry’ de Poyán? Como le bautizó cariñosamente Rubén Fernández: ‘Little Psycho’. Era tanta la pasión que le movía por dentro que un simple tuit podía sacarle de sus casillas. Si sabías calmar a la bestia, dos minutos después volvería a sacarte la sonrisa con un ‘¡A ver si nos suben la paga!’ o tirando del clásico ‘More tennis!!’.
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Eurosport y el tenis español rinden homenaje a Manolo Poyán: Se despedirá a lo grande tras 40 años

Autor del vídeo: Eurosport

El aficionado habitual tendrá a Manolo como un ilustrado del mundo de la raqueta, pero es mucho más que eso. Para mí siempre será el mejor compañero, alguien que jamás juzgó mi trabajo pese a llevarme tres décadas de ventaja. De hecho, siempre me trató de igual a igual, como si entre ambos no hubiera una brecha insalvable de conocimiento y talento. Una persona que siempre llevaba frutos secos en la mochila, pero no para él, sino para los conejos, gatos o urracas que salían a nuestro paso entre la estación de José Isbert y el edificio Overon. También me cautivó su condición de supersticioso supremo, la ojeriza que sigue teniendo por los que visten de negro o, directamente, por aquellos que, según su criterio, nacieron siendo gafes. "Yo hago lo que puedo, pero la suerte se acaba", soltaba cuando le tocaba comentar la derrota de algún tenista español. Sólo de pensar la cantidad de frases míticas que dejaremos de escuchar en la oficina, se me cae una lágrima y tal.
Poyán y Murciego en una de sus retransmisiones juntos
Poyán y Murciego en una de sus retransmisiones juntosFuente de la imagen: Eurosport
No sé si el tenis seguirá creando empleo, si Rita Hayworth hará turismo por la ciudad, o si mañana será buen día para hacer merienda-cena. Sólo le pido a la vida llegar a reunir la mitad del encanto que desprende Manolo Poyán cada vez que abre la boca, aunque su destino favorito fueran los Cerros de Úbeda. Esa facilidad para salirse del guión –¿acaso lo hay en una retransmisión?– le generó más de un enemigo, seguidores pulcros que no admitían una conversación con la bola en juego. ¡Lo llevaban claro con Manolito! En su cabeza había tanto por contar que lo verdaderamente egoísta habría sido callárselo. Gracias por compartir cada anécdota, Manolo. Por transportarnos por las diferentes épocas de nuestro tenis a través de tus flashbacks. Gracias por dejarnos entrar en tu particular museo sin cobrarnos siquiera entrada.
Sin preguntarle el dato a mi querido Fernando Gómez –otro genio de distinta lámpara– os puedo asegurar que Cottius ha sido la persona con la que más partidos he comentado en estos diez años en Eurosport. Eso se traduce en diez años de anécdotas. Como el día que un usuario de nombre @pajaro le increpó en directo y Manolo estuvo medio set haciendo sonidos de aves. O cuando nos tocó narrar el último partido de la carrera de Roger Federer, junto a Rafa Nadal en la Laver Cup y, en mitad de la actuación musical de Ellie Goulding, le preguntó a los técnicos por vía interna: ‘¿Esto hay que traducirlo?’. O el día que con pies de plomo le informé que en Twitter nos estaban breando por hablar encima de algunos puntos. ¿Sabéis cuál fue su respuesta? "A mí me pagan por hablar". Y qué razón tenía. Incontables las veces que tuvimos que apagar los micros por estar llorando de risa. Los filtros de Instagram que tanta gracia le hacían. Esa primera pregunta en cada rueda de prensa que siempre llevaba su nombre, sobre todo si el jugador había perdido. El resto de la sala respirábamos aliviados porque sabíamos que el 15-0 siempre lo ponía Manolo.
Pienso en la despedida tan cálida y familiar que Fernando Ruiz y el resto del equipo le brindaron el pasado 5 de junio, en aquel ‘Pasando Bolas’ que nos estrujó a todos el alma. Tres veces he visto el programa, a nudo en la garganta por programa. No se me ocurre mejor homenaje que ponerle su nombre a una cabina, ojalá sirva para inspirarnos antes de entrar en ella y acordarnos de que esta profesión, si no se hace con un mínimo de delirio, no tiene sentido. Poyán es el ejemplo de que es posible llegar a la jubilación sin perder la ilusión por lo que haces, de que al nuevo hay que cuidarlo un poquito más que al veterano. Y por encima de todo, que más allá de los tenistas, los cargos, las banderas, incluso más allá de los estilos, están las personas. Las buenas personas, como él. Ahora que vivimos en un mundo digital, ojalá menos IA y más UEEEEEEEEEEE (perdón por el chiste, no podía quedarse fuera).
Despedida de Manolo Poyán en Eurosport
Despedida de Manolo Poyán en EurosportFuente de la imagen: Eurosport
Manolo, sé que estás leyendo esto, así que aprovecho para darte las gracias por todo, porque nunca me atreví a decírtelo en persona. No sabes lo que te vamos a echar de menos, de verdad, no tienes idea, mate. ¿De cuántos periodistas podemos asegurar con rotundidad que no habrá otro igual? […] Seguro que Manolo provocó en muchos momentos que la gente viera los partidos muteados o con sonido ambiente, pero fueron muchos más los que, ante un encuentro aburrido y de pocos alicientes, se quedaron porque era Manolo quien lo comentaba. ¿Cuántos narradores pueden suscitar esto en el espectador? ¿Cuántos narradores pueden ubicarse por encima de la propia disciplina? Cuando las grandes leyendas de nuestro tenis aparecen en un vídeo agradeciendo tu labor es que has tenido que hacer muy bien las cosas. Seguramente signifique que has sido el mejor. Y Manolo, además, lo hizo como Carlitos, a su manera. Con esa voz rota y un estilo inimitable. Ojalá nunca dejes de hablar, de expresarte y de transmitir ese entusiasmo. El mundo será un poquito mejor mientras sigas ganándole el pulso al silencio.
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