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US Open 2019 (Final), Andreescu-S. Williams: La nueva reina arrasa con la historia (6-3 y 7-5)

Agustín Galán

Actualizado 08/09/2019 a las 10:17 GMT+2

Bianca Andreescu se proclamó campeona del US Open 2019 después de derrotar a Serena Williams por 6-3 y 7-5. La tenista canadiense consigue así su primer título del Grand Slam a los 19 años en su primera aparición en un 'major', habiendo demostrado una madurez impropia de su edad y una mentalidad a prueba de bombas, al contrario que Serena, superada por el reto de los 24 títulos de Margaret Court.

Bianca Andreescu (US Open 2019)

Fuente de la imagen: Getty Images

Personajes

Bianca Andreescu. Irreverente, potente y con ganas de comerse el mundo. La nueva campeona del US Open 2019 supone un nuevo soplo de aire fresco en el circuito WTA gracias a su determinación y su tenis directo sin contemplaciones. Consiguió derrotar por segunda final consecutiva a Serena Williams después de la de Toronto (aquella fue por lesión) y sigue culminando un año de ensueño en su debut en la élite. Hizo de su inexperiencia virtud para solventar las eliminatorias gracias a su garra y fortaleza mental, la misma que demostró cuando Serena le hizo cuatro juegos consecutivos en el segundo set con la pista más grande del mundo jaleando a la campeona de 24 grandes.
Serena Williams. No pudo corregir lo que había dilapidado durante la primera hora de partido. Derrotada prácticamente desde el primer juego, en el que encajó un nuevo set, demostró que la historia sigue pesando mucho sobre sus hombros, agarrotándola cuando se trata de jugar una final de un major. Esta vez fue Andreescu la que la apartó de la gloria, aunque su actitud durante el partido y su lenguaje gestual, claramente derrotista, también fue determinante en esta nueva capitulación ante la siguiente generación y ante la pasada. Las oportunidades se acaban y los fantasmas del pasado y del presente se le empiezan a acumular a la menor de las Williams.

Nudo

Si quedaban aún ciertas dudas sobre Bianca Andreescu, la joven tenista canadiense, de apenas 19 años, se encargó de disiparlas. Hace unas semanas se llevó la Copa Rogers en Toronto aprovechando una lesión de Serena Williams cuando el partido aún no había tenido tiempo de coger velocidad. Aquella tarde Andreescu consoló a Williams, hecha un mar de lágrimas al ver que le cuesta volver a imponerse en las finales tras su maternidad. En Nueva York volvieron a cruzarse, de nuevo con un título en juego, y esta vez no hubo excusa posible: Andreescu estuvo por encima de Serena.
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Si algo destaca del juego de Andreescu, más allá de la potencia de sus golpes, es la mentalidad a prueba de bombas de la que ha hecho gala durante todo el US Open, sacando adelante momentos críticos con una madurez impropia de alguien de su edad. Con estos mimbres saltó a la pista dispuesta a no prestar atención a la figura histórica que tenía enfrente, aunque a lo largo del partido comprobó que a Serena no se le puede ignorar, menos aún en una final en Nueva York.
Serena volvió a citarse con el hito por ahora inalcanzable de Margaret Court y sus 24 Grand Slams, una meta que, más que convertirse en motivación, la está atormentando de manera evidente, ya sea ante Andreescu, Osaka, Halep o la rival de turno que juegue la final contra ella. La diferencia entre el rendimiento que ofrece en los majors durante los primeros seis partidos respecto al de la final es uno de los grandes misterios actuales de la WTA. En Nueva York, con 24 000 personas tras ella buscando derribar ese muro de una vez por todas, el bloqueo volvió a ponerse de manifiesto con más contundencia que nunca, la de los golpes que imprimía Andreescu.
La canadiense de orígenes rumanos no hizo prisioneros desde el primer punto, que curiosamente fue para Serena con un ace virulento. La canadiense rompió el saque de Williams en el primer juego y a partir de ahí el set fue una batalla de tenis de primer nivel, con Andreescu opositando fieramente al trono neoyorquino y Serena resistiéndose a entregar el cetro, más aún después de la dolorosa derrota del año anterior contra Naomi Osaka.
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Hubo dos roturas de servicio en la primera manga, las dos para Andreescu, una para abrirla y otra para cerrarla. Estos dos golpes psicológicos fueron demasiado para la menor de las Williams, cuyo lenguaje gestual empezó a apagarse de forma irreversible en ese momento. Mientras tanto, Andreescu acumulaba gritos de “come on!” y cada vez más aplausos de la Arthur Ashe.
Llegó entonces la segunda manga, un nivel más de presión para ambas, aunque Andreescu lo inició mostrando una determinación impenetrable en su voluntad de ganar su primer título del Grand Slam. Una espina más en el calvario de Serena llegó en forma de rotura en su primer juego al servicio del segundo set, el tercero del partido, consumados todos con una doble falta de la de Saginaw. La final empezaba a colorearse de blanco y rojo canadiense.
Surgió entonces la magia que sólo un escenario como la central de Nueva York puede generar. Los ánimos desde las gradas de la Arthur Ashe hicieron resurgir de sus cenizas a Serena Williams, que consiguió enhebrar cuatro juegos consecutivos, generando breves dudas en el ánimo de Andreescu, que no había vivido un escenario con semejante presión en su corta trayectoria profesional, y posiblemente no vuelva a vivirlo, pues la energía del imponente coliseo estadounidense en esos momentos estaba fuera de todo registro.
Hubo reacción a tiempo y al final todos aquellos familiares y celebrities que poblaron las gradas para ver el histórico 24.º título de Serena Williams tuvieron que levantarse y aplaudir el hito de Andreescu, cuarta tenista de la historia en llevarse su primer major en su debut en uno de los cuatro grandes. La nueva representante de la Generación Z (nacida en el 2000) no dio un paso en falso y selló un triunfo de categoría, despejando todas las dudas que pudieran quedar tras aquella final exprés de Toronto. Si Andreescu mantiene la mentalidad mostrada durante toda la gira estadounidense en pista dura, la amenaza sobre el resto de tenistas destacadas de la WTA, presas de la inestabilidad en los últimos años, es más que evidente. De momento, el último Grand Slam del año le reconoció la gloria a Canadá.
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