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Historias Eurosport: Diez años de la mejor final que el tenis jamás ha visto

Pablo Sarmiento

Actualizado 06/07/2020 a las 16:52 GMT+2

Parece que fue ayer, pero hace ya años, en Wimbledon 2008, tenía lugar el catalogado por muchos como el mejor partido de tenis de la historia. Sus protagonistas, como no podía ser de otra manera, Rafa Nadal y Roger Federer, que por aquel entonces vivían disputaban la tercera final consecutiva. Fue su último enfrentamiento en hierba, que marcó un antes y un después en su batalla particular.

Rafa Nadal saluda a Roger Federer tras la entrega de trofeos de Wimbledon 2008

Fuente de la imagen: Getty Images

Hay éxitos deportivos que quedan grabados en la memoria de los aficionados que recuerdan perfectamente dónde estaban cuando se celebró dicho acontecimiento. Existen muchos ejemplos en la dilatada trayectoria del mundo del deporte en España, pero sin duda la final de Wimbledon 2008 entre Nadal y Federer es uno de ellos. No solamente por la victoria del balear, la primera en su carrera en la hierba londinense, sino por la épica batalla, la tensión sin límites y las taquicardias que todo el mundo que viera ese partido tuvo que pasar hasta conocer el desenlace final.
Porque a pesar de los innumerables enfrentamientos que han jugado entre ambos a lo largo de exitosa carrera, dejando claro que son una de la rivalidades más importantes de toda la historia del tenis, si hay un partido que ha pasado al recuerdo y es el primero en el que uno piensa cuando los nombres de Rafa y Roger aparecen en una misma frase, ese es el de una final de dos auténticos extraterrestres de la raqueta, que bajaron de su nave espacial para deleitar al público asistente con un espectacular duelo, que diez años después, todavía la gente sueña con que nuevamente se vuelva a producir. En 2018, habrá otra oportunidad.
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Roger Federer and Rafael Nadal after Wimbledon final 2008.

Fuente de la imagen: Getty Images

Por aquel entonces, un joven Rafa Nadal, deslumbraba dentro del circuito con tan solo 22 años, demostrando desde bien corta edad, que era un auténtico maestro de la tierra batida. Cuatro Grand Slams ya adornaban su palmarés, todos ellos en Roland Garros, y se metía por tercera vez consecutiva en la final de Wimbledon, un torneo que desde que lo ganara Manolo Santana en 1966, no había visto escribir el nombre de ningún otro tenista español en su palmarés. El balear lo había intentado con ahínco, en uno de los escenarios más especiales para la práctica del tenis, con todo lo que conlleva el ambiente que se vive a su alrededor. La estética blanca, la solemnidad de todo lo que rodea un título con el que todo jugador de tenis sueña con ganar desde que empieza a dar raquetazos en su niñez. El manacorí no era una excepción a este sentir aunque había tenido la mala suerte de cruzarse en el camino con el gran dominador de la superficie en los últimos quince años, Roger Federer.
Si la presencia del balear no era nueva en una final de Wimbledon, la del suizo mucho menos, encadenando nada más y nada menos que cinco trofeos de manera consecutiva (2003, 2004, 2005, 2006 y 2007) amenazando un récord, que ya había igualado de Bjorn Borg, como jugador con más títulos seguidos en la Era Open en el Grand Slam londinense. Precisamente el sueco fue una de las muchas caras famosas que no quisieron perderse un acontecimiento de tal calibre, asintiendo con mirada de incredulidad a lo que estaba viviendo en la grada ante el despliegue físico y técnico de Nadal y Federer sobre la pista central. El jugador de Basilea tenía 26 años, y ya contaba con doce Grand Slams (tres Open de Australia, cinco Wimbledon y cuatro US Open), de los veinte que adornan su palmarés en la actualidad.
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Roger Federer y Rafa Nadal se abrazan tras la final de Wimbledon 2007, donde el suizo salió vencedor

Fuente de la imagen: Imago

Ambos llegaban plenos de confianza y moral a la gran cita, aunque el desenlace de sus dos enfrentamientos anteriores en la final de Wimbledon 2006 y 2007, le daba una ligera ventaja a un más experimentado Roger Federer, que en la última de ellas había tenido que sacar lo mejor de sí mismo para adjudicarse su quinto título en el set definitivo (7-6(7), 4-6, 7-6(3), 2-6, 6-2). No sabía lo que era ceder un parcial en todo el torneo y llegaba con el título de Halle en el bolsillo en su preparación al gran objetivo de Wimbledon. De similar manera aterrizaba Nadal, con el trofeo de Queen’s y el hecho de solamente haber cedido una manga en todo el cuadro, frente al letón Ernest Gulbis en segunda ronda.

Segunda final más larga de la historia en Wimbledon

Tenía el honor de ser la final que más tiempo se alargó de la historia del Grand Slam londinense, pero ese honor se lo arrebató en 2019 el duelo entre Roger Federer, de nuevo, y Novak Djokovic (4 horas y 57 minutos). La de 2008 fueron cuatro horas y 48 minutos de tenis de alta intensidad y voltaje, donde tanto Nadal como Federer no se dejaron ni el más mínimo gramo de energía dentro de su cuerpo de cara a conseguir el tan preciado título de Wimbledon. Para el español, suponía una nueva oportunidad de alcanzar su primer triunfo en el All England Club, para el suizo el hecho de superar a otra leyenda viva del tenis como Borg.
Las ganas y el empuje de un joven Rafa parecieron poder con el aplomo y el saber estar de Roger en el inicio del partido. Controlando el duelo desde la línea de fondo con su clásico juego de alturas, hacía mucho daño al suizo, que parecía revivir pesadillas pasadas ante el manacorí, aunque esta vez en la hierba, una superficie que se mantenía imperturbable ante el dominio que ejercía Nadal ante Federer, sobre todo en la tierra batida.
Adjudicándose las dos primeras mangas con idéntico resultado de 4-6, la segunda remontando un break inicial del helvético, Nadal había puesto la primera piedra del que acabaría siendo su triunfo más recordado ante Roger Federer, aunque a esas alturas de la película no imaginaba lo mucho que iba a tener que sudar para evitar una remontada épica del suizo, que en ningún momento arrojó la toalla, para júbilo del público que abarrotaba las gradas de la pista central.
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Rafa Nadal sufre una caída en la final de Wimbledon 2008 donde derrotó a Roger Federer

Fuente de la imagen: Getty Images

Tras 2 horas y media de partido, la tercera manga se encaminó al desempate, tras dejar el español el susto en el cuerpo a todo el mundo por una caída que no fue a mayores, y después la aparición de la lluvia. La intensidad subía por momentos, con los aficionados totalmente entregados a la causa. Fue en los momentos clave cuando Federer sacó a relucir una de sus armas más contundentes, el servicio, con el que maniató la resistencia de Nadal desde el resto. Como no podía ser de otra manera, cerró la manga con un saque directo que pareció darle alas y con el que su mujer, no en ese momento ya que se casaría un año después, Mirka Vavrinec, parecía respirar ante la tensión vivida para llevarse el set.
Se repitió la historia en la cuarta manga, donde nuevamente se llegó al tiebreak para decidir si Nadal iba a conseguir ser campeón, o si Federer podría alargar aún más la final de cara a conquistar nuevamente el título. En esta ocasión, fue el balear el que dominaba con autoridad y parecía tocar con la punta de los dedos el trofeo, pero resurgió la figura del por aquel entonces, número uno mundial, que dio la vuelta a un 2-5 en contra en el marcador del desempate y salvó dos bolas de campeonato para forzar el quinto y definitivo set. El partido superaba las 3 horas y media de duración y proseguía como empezó, con todo empatado y el desenlace en el aire.
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Federer y Nadal en la final de Wimbledon 2008

Fuente de la imagen: Getty Images

El tiebreak del cuarto set y la totalidad del quinto fue la mezcla perfecta entre puntos para el recuerdo, como por ejemplo dos ‘passing shots’ consecutivos primero de Nadal y posteriormente de Federer que provocaron un estruendo de emoción entre los aficionados en el desempate, con la dosis de tensión máxima y el hecho de definirse el título del Grand Slam por excelencia, el que hizo de este partido, un duelo absolutamente único en la historia del tenis. Los minutos pasaban, el sol se ponía dada la duración de la contienda, pero fue en los momentos claves donde el nivel de tenis de uno y otro superó todo lo conocido hasta la fecha en el mundo de la raqueta.
El título cayó finalmente del lado de Nadal, a pesar de los intentos de Federer por aferrarse a un partido que por momentos estuvo de viaje a Basilea y por momentos a Manacor, pero que en última instancia se decidió por la ciudad mallorquina como destino, con una rotura definitiva cuando la igualdad campeaba en el resultado del quinto set (7-7). El acierto del balear al resto unido al cansancio de su rival permitieron que volviera a tener una nueva oportunidad de cerrar el duelo, después de las dos falladas una hora antes en la cuarta manga (4-6, 4-6, 7-6(5), 7-6(8) y 7-9).
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Rafa Nadal saluda al Príncipe Felipe y a doña Letizia tras conquistar Wimbledon 2008

Fuente de la imagen: Getty Images

Con la última bola errada por el suizo, Nadal se dejó caer sobre la hierba antes de escalar media grada para abrazar a sus padres y a una figura fundamental a lo largo de toda su vida deportiva, su tío Toni, que no estará presente como entrenador en 2018, después de que dejara ese puesto a Carlos Moyà y a Francis Roig. Después se produciría otra imagen para el recuerdo, con Rafa pasando por uno de los techos colindantes al palco de autoridades para saludar a los actuales reyes de España, Felipe VI y doña Letizia, que disfrutaban de la fiesta ofrecida por dos auténticos monstruos de la raqueta.
"Es uno de los partidos más emocionante que he jugado nunca, fue un momento muy especial para mi carrera, porque además venía de hacer dos finales seguidas. Fue un paso adelante muy importante para mí, abrió mi camino hacia otro lado. Ganar, perder, es parte del deporte, pero ese fue un momento clave", explicaba el Nadal del presente, rememorando aquella hazaña que le abrió de par en par las puertas del Olimpo de los dioses de Wimbledon. En 2010, ya sin Federer en la final, aumentó su palmarés en la capital londinense con un segundo título ante el checo Tomas Berdych.
Por desgracia, hasta el momento esta final ha sido la última que los dos mejores tenistas de la historia en número de Grand Slams ganados han disputado en el All England Club, "Federer y yo no jugamos una final en Wimbledon desde 2008”, aseguraba Nadal que aunque quiera desterrar de momento de sus pensamientos la posibilidad de que diez años después el partido del siglo pueda repetirse, “pensar en eso queda muy lejos. Tengo que prepararme muy bien y luego ir día a día", a buen seguro sueña con el hecho de poder revivir nuevamente todo el carrusel de emociones que vivió aquel día, que por suerte para él, acabó con final feliz.
No tanto para Federer que años después reconocería en la previa del Grand Slam londinense que “la derrota más dura fue aquí contra Nadal. Pero al mismo tiempo, fue muy especial formar parte de aquel momento. En un primer momento dolió, pero no después”. Y es que un partido de tal magnitud no solamente encumbra a su vencedor, sino también al derrotado, que se desquitaría con tres títulos más de Wimbledon, el último en 2017, el mejor de la historia en cuanto al tenis masculino, pudiendo igualar en 2018 a Martina Navratilova, que posee nueve.
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