Blog Basket: Rimas y leyendas del Real Madrid de Laso

Pablo Laso salió hace un año del Palau en silla de ruedas y con la soga al cuello...

Cualquier periodista medianamente informado sabía que, en ese momento, su continuidad era poco más o menos que imposible. Sus ayudantes fueron decapitados y en los corrillos sonaba con fuerza la historia de un griego al rescate. Solo la insistencia de Alberto Herreros y el condicionante económico - el Madrid no quería pagar la rescisión del contrato de Laso- frenaron lo que parecía inevitable.

Y en esas que el tiempo fue pasando. Pablo calló. Agachó la cabeza y siguió trabajando. La “Spartan Race” de los banquillos. Obstáculo tras obstáculo, el técnico de Vitoria aguantó, sorteando cada fecha marcada en rojo en el calendario: la Supercopa, el comienzo de Liga, las fiestas navideñas… El comienzo no fue ni mucho menos fulgurante. Todos teníamos dudas razonables porque no parecía fácil suplir a jugadores tan extraordinarios como Nikola Mirotic, Tremmel Darden o Dontaye Draper. A los nuevos, además, les costaba subirse a un tren que había ido muy rápido la temporada anterior. El tren de los Sergios, de Rudy o de Felipe Reyes es un tren bala, o te subes al primer vagón o cuando te das cuenta el viaje ha terminado.

En esas llegó la Copa del Rey, que algunos cronistas esperaban con ahínco. Se había anunciado en algunos medios que la cita grancanaria sería clave para la continuidad de Laso. Al griego al rescate se le sumó en la rumorología la opción Djorjevic, un tipo brillante, que había llevado a Serbia a hacer un gran Mundial.

Ni en el partido de cuartos, ni en las semis, se vio a un gran Real Madrid. Y seguramente en vísperas de la final, casi nadie podría haber dibujado en el horizonte una temporada tan perfecta como la que acaba de concluir. Yo, desde luego, no me hubiera atrevido ni siquiera a sugerir un póker de títulos.

A partir de al final de Copa contra el Barça, todos sois conscientes de lo que hemos visto. Un equipo formidable, capaz de aprender de los errores del pasado, más fuerte mentalmente, con más oficio, más malote e igual de brillante que en la temporada anterior. Las piezas empezaron a encajar en un puzle maravilloso. Nocoioni, Maciulis, Ayón y Rivers empezaron a sumarse a la fiesta. Y el tapón de El Chapu a Tibor Pleiss en Las Palmas nos puede servir como símbolo, como primera piedra a un año indescriptible, culminado anoche, en el Palau…

Un año después se sienta en el trono de Rey de España y Europa.El Real Madrid consigue la cuadratura del círculo tras ganar Supercopa, Copa ACB, Euroliga y Liga Endesa. Si a eso le sumamos todos los títulos de los equipos de cantera, que han hecho pleno, podemos llegar a la conclusión de que el club de Concha Espina ha hecho la mejor temporada de su historia. Así como suena.

En este punto, conviene ir un poco a contracorriente. Es necesario. Más que nada por convencimiento propio. Todos estos títulos, sumados al palmarés de jugadores y técnicos, son fantásticos. Permanecerán reflejados en los libros de historia del baloncesto de por vida. El Real Madrid de Pablo Laso ya no quedará marcado con el estigma de un equipo al que se asociaba con la Holanda de los años 70 (perdón por la comparativa futbolera). Un equipo mágico para la vista, pero que a la hora de la verdad no obtenía su recompensa en forma de Eurocopas o Copas del Mundo.

Superadas las comparaciones y enterrado el “sanbenito” me parece de justicia decir que lo que el Real Madrid de Pablo Laso ha conseguido es infinitamente más importante que el póker de títulos. Laso y sus chicos han desenterrado el baloncesto blanco de una fosa común. El basket madridista estaba a dos metros bajo tierra. No existía, más allá de unos centenares de aficionados que deambulaban por canchas diversas en silencio, como en una procesión de Semana Santa. El ambiente durante años en la cancha era gélido, el equipo no jugaba a casi nada, salvo alguna honrosa excepción, y en la zona noble del Bernabeu se debatía sobre si era conveniente o no cerrar la sección.

Años después, Laso y su trabajo, Laso y su fe, Laso y su estoico aguante, han llevado a la sección al éxtasis. Un baloncesto rápido, creativo, espectacular, que ha devuelto la ilusión a penitentes y ha convertido a ateos y agnósticos, a aficionados y periodistas. A dirigentes que ahora sacan pecho con un botín tan suculento que parece un sueño.

El Palacio de los Deportes se ha convertido en un centro de diversión. Junto al Museo del Prado, el Reina Sofía o el Thyssen, junto a tapear por Malasaña, ir a ver un musical en la Gran Vía o cenar en un gran restaurante por cualquier barrio elegante de Madrid, el baloncesto de Pablo Laso se ha situado como alternativa clara de ocio. Muchos miles de personas han abarrotado el Palacio en cada partido, dejándose un buen dinero en taquillas. Sus sonrisas y las emociones que sentían en la grada compensaban el esfuerzo. Y al mismo tiempo, el Real Madrid de Pablo Laso se ha erigido, para cualquier aficionado neutral, en el adalid del buen gusto en toda Europa.

Palabras mayores, amigos. Pablo Laso ha obrado el milagro. Y desde estas líneas solo queda ponerse en pie y aplaudir. Y pedir perdón por si alguna vez hemos escrito algo inapropiado o hemos dudado de las posibilidades reales de este Real Madrid, que para mí ha sido un regalo por el que estaré agradecido de por vida. Yo vi jugar al Madrid de Laso…un equipo inmortal.

@Fernan_Ruiz

P.D. Hace ya muchos meses comparé a Pablo Laso con Pep Guardiola. Sigo manteniendo que, con matices, el técnico alavés es al Madrid de baloncesto lo que el de Santpedor fue al Barça de fútbol.