Los martes de Elías Israel: Koeman y el fatídico día de los ‘balones a la olla’

Hasta 54 balones, según datos de Opta, llegaron al área, la mayoría por vía aérea, y acabando con Luuk De Jong, Piqué y Araujo como batería aérea. La vulgarización del Barça también era esto: ni un tiro contra el Bayern y un bombardeo de pases sin sentido ante el Granada.

Por no mirar solo lo malo, cuando tienes a un uruguayo en tu equipo, sabes que, sea cual sea su jerarquía, trae en el paquete básico una manera de sentir especial, un orgullo, un sentimiento de pertenencia y una competitividad digna de mención. Eso fue a lo único que pudo agarrarse el templo azulgrana en toda la noche y premió la buena actuación de su central, al grito de “uruguayo, uruguayo.”

Destacar a Araujo no es pretender ver el vaso medio lleno, porque el Barça está lejísimos de una versión presentable. Trabajar sabiendo que tu jefe está moviéndote la silla es un martirio, pero lo cierto es que Koeman no ha conseguido dotar a su equipo ni de unos mínimos automatismos en conceptos esenciales como la presión tras pérdida o tocar por dentro para dar amplitud por fuera. Nunca es fácil jugar contra equipos tan encerrados y que hacen de la pérdida de tiempo su forma de vivir para igualar las diferencias, pero la alarmante falta de recursos colectivos e individuales retrata al entrenador. Todos parecen peores en este equipo. No se trata de buscar guardianes del estilo llevado hasta sus últimas consecuencias, pero entre eso y el “balones a la olla” hay una gama de grises importante. ¿Se puede hacer más con lo que tiene? Pues que se lo pregunten a Bordalás, que está haciendo mucho más con bastante menos

Tan preocupante como lo visto sobre el terreno de juego fue el discurso del técnico holandés en la sala de Prensa. Sus palabras sonaron al que siente que tiene un pie más fuera que dentro, ninguneado, atosigado y sin apoyos para revertir la situación. El jueves se va a encontrar con otro dolor de muelas en Cádiz. Veremos si esta agonía llega a la Asamblea de octubre. La levedad del Barça empieza a ser insoportable para Koeman.