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La opinión de Iván Castelló: El Madrid recupera sin esfuerzo el cetro del Clásico

Iván Castelló

Actualizado 16/10/2022 a las 18:50 GMT+2

El Real Madrid se sacó de encima el estigma del 0-4 de la pasada temporada con una victoria solvente por 3-1 que desnudó a un Barcelona bajo mínimos durante muchos momentos y lejos de toda opción. El Clásico certifica a los madrileños como líderes.

Benzema, ante la desilusión de Lewandowski

Fuente de la imagen: Getty Images

Xavi Hernández siguió perdiendo crédito en su carrera de obstáculos en Can Barça como entrenador y perdió claramente un duelo que apenas peleó ante un Real Madrid tranquilo y que se impuso con la fórmula Carlo Ancelotti: espera que te vas a enterar.
Y vaya que sí se enteró un Barça muy menor y que no fue ni siquiera un castillo de naipes que se desmoronara. Que para eso hay que ser castillo antes. Endeble atrás, Xavi alineó a Koundé tras lesión y a otros tres zagueros que no jugarían en un grande (Sergi Roberto, Eric García y Balde). Así que concedió tanto que simplemente con meterle una marcha más, la de Vinicius, fue coser y cantar para el Madrid.
El primero, claro está, fue de Benzema, un día antes de otro día grande en su historial, el de su primer Balón de Oro. Ese gol, más el del finalizador Valverde, le dieron ventaja insuperable a un Madrid práctico y ‘killer’, el estilo últimamente de la casa y el que le llevó a ganar otra vez la Champions.
Atacando, el Barça fue más previsible que el final de una comedia romántica. Increíble, eso sí, el fallo de Lewandowski en la ocasión más clara de su vida, incluyendo la etapa juvenil. Pero el fútbol es así. Cuando es no, es no y no llegó el 1-1 que hubiera abierto el jugoso melón de un partido diferente.
Cero rapidez, cero capacidad de sorpresa. Así de previsible fue el Barcelona. Con el rival fijado como en la Asobal, tocaba y tocaba para aburrir, sintiéndose pequeño, incapaz. Casi hilarante un Barça sobrepasado, desfondado, sin estilo, sin personalidad. El Madrid, de todos modos, contribuyó a ello con una presión asfixiante y más calidad en Kroos y Modric que la de Pedri y De Jong.
En el segundo tiempo, con un gol anulado a Benzema de primeras por fuera de juego, se mantuvo durante mucho tiempo la misma y perenne sensación: pasarían más de mil años y todo seguiría igual. Uno, el visitante, errático y sin fe, y el otro pletórico con dos de pipas. Pero qué pipas, explosivas.
Con los cambios de Xavi en el minuto Griezmann, el 60, el Barça buscó revitalizarse con Jordi Alba, Gavi y Ferrán Torres, savia nueva patria. Hasta el minuto 70 no llegó, vía de un lastimero cabezazo tipo campana de Gauss de Lewandowski, el primer remate a puerta del Barcelona. Ni ocasión fue.
Y sólo con la entrada final de Ansu Fati dio el equipo azulgrana sensación de hambre, la que tiene el internacional por volver a ser el que fue no hace tanto. Tras el gol de Ferrán, el propio Ansu dio la sensación de más peligro que la tripleta inicial junta: Raphinha, Lewandowski y Dembelé. Luego, el 3-1, gracias a un penalti regalado de Eric García (el central que nadie más que Luis Enrique llevaría a un Mundial), libró al Madrid de un sufrimiento que no llegó ni a percibir.
Así que el Clásico fue un partido más, como sucede con los duelos del siglo, en el que el Madrid fue mejor sin estridencias ante un Barça que no difiere tanto del reciente de Koeman. Porque no sólo hay que ser un grande sino parecerlo.
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