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Fútbol

Los viernes de Iván Castelló: A un mes del Mundial sin conciencia

Iván Castelló

Actualizado 21/10/2022 a las 09:34 GMT+2

Un mes, menos si eso ya, para que el mundo del fútbol cambie radicalmente su decorado para su representación más esperada. Será a partir del Qatar-Ecuador inaugural de la Copa del Mundo 2022.

Amnesty, Qatar, Netherlands

Fuente de la imagen: Getty Images

De las desventuras de fin de semana con las Ligas locales por bandera, más el condimento bien picante de las competiciones europeas de martes a jueves, se pasará a otro tipo de balompié, el de selecciones nacionales. La Cúpula del Trueno del balón redondo, el entran dos y sale uno, que paralizará a planeta de manera excepcional entre noviembre y diciembre (por vez primera a causa del calor extremo del desierto).
El torneo más trascendente posible, el que une en la atención durante un mes a cientos de millones de aficionados al deporte rey. Y lo que es aún más fantástico, el que reúne bajo la misma camiseta a almas tan divididas por los colores de lo más cercano. Es el fútbol el inventor de la globalización desde 1930, con la primera cita mundialista en Uruguay.
Algo menos de cien años después, el brío de aquel fútbol primitivo pero ya masivo en cuanto a seguimiento pasional, alcanza otra mayoría de edad con el Mundial de Qatar, primero en una nación árabe. Pero lo que debería ser una fiesta queda empañado por esa percepción de que todavía hay un mundo de separación entre culturas. Y lo que queda.
Las sospechas de amaño en la elección qatarí (algo, por otra parte, nada extraño en los tiempos que corren por ser un ´modus operandi’ radicado -que no erradicado- en el primer mundo, sí) quedan en la nada con la falta de derechos fundamentales que caracteriza esa zona caliente de la geopolítica mundial, en ese contraste entre modernidad y Edad Media. Y que dejó su huella letal en las faraónicas construcciones que acogerán al fútbol de élite.
Se cifra en hasta 6.500 trabajadores muertos levantando esas pirámides efímeras que serán los estadios qataríes, lugar sin arraigo alguno de fútbol. Obreros en precarias condiciones y provenientes de naciones como la India, Bangladesh, Sri Lanka, Pakistán o Nepal, según informó el prestigioso diario ‘The Guardian’, que todavía quedan medios con prestigio, y cifras que corrobora la organización Amnistia Internacional.
Hubo, hay y habrá protestas, pero con tibieza como ha correspondido siempre a los protagonistas. Aun así se agradece cierta conciencia social. Y los detalles importan, esos que no saldrán jamás de la Federación de Rubiales. Como los de la camiseta Dinamarca sin el escudo visible, el brazalete LGTBI que quiere lucir Inglaterra o las muestras de disconformidad de Alemania y otros.
Pero allá que irán todos al final a jugar al fútbol, deporte que siempre se ha puesto mayoritariamente de perfil ante la gravedad de problemas sociales o políticos. Ya hubo un Mundial de fútbol bañado en sangre, el del 78, bajo la égida de la terrorífica dictadura militar argentina. Pero quedó para el general de los recuerdos no Videla sino Kempes por sus goles. Fútbol versus realidad. ¿O es al revés?
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