La opinión de David Orenes: La estrella de todas

Es lo mismo que la estrellita que nos acaban de bordar en el pecho. Aparentemente es diminuta, apenas cabe encima del escudo, ahí con sus cinco puntas. Pero lo que ha recorrido para llegar hasta ese tejido de color rojo no se puede calcular con números. Esto tiene que ver más con el corazón.

Una vez coges el telescopio empiezas a descubrir todo lo que hay dentro. Ves a Irene González, la portera gallega que en los años veinte decidió jugar a fútbol a pesar de que su padre le pegaba cada vez que la veía en un campo. Llegó a fundar un equipo con su nombre que formó parte de la Tercera Regional de Galicia y que llenaba siempre las gradas. Vemos a Carmen Arce, más conocida como ‘Kubalita’, la cara visible de la primera y clandestina Selección española, ridiculizada por el NO-DO y maltratada por la Federación. A su lado, Conchi Amancio, la mujer que abrió la puerta del profesionalismo al fútbol femenino español. En Italia le paraban para que firmara autógrafos al tiempo que en España no la llamaban ni para jugar amistosos.

Vemos a María Teresa Andreu, que sin cobrar una peseta asumió la dirección de la sección femenina de la Federación, legalizando de una vez por todas el fútbol femenino en nuestro país. A Inma Castañón, la capitana en el primer partido oficial aquel 5 de febrero de 1983 en Pontevedra. A Victoria, autora del gol de nuestro primer triunfo (nombre que ni pintado) ante Suiza en Zúrich, dos años después. Y a Elizabeth Sánchez, referente en la Selección durante 11 años y símbolo del Espanyol a lo largo de dos décadas. Trabajaba 12 horas al día, fregaba el suelo y luego se iba a entrenar.

Pero la estrella sigue brillando. Al otro extremo figura Roser Serra, la gran heroína aquel 29 de septiembre de 1996 en el embarrado césped de Preston Park, donde paró lo parable y lo imparable a las inglesas para meter a España en su primera Eurocopa. A Arantxa del Puerto, la capitana en esa primera gran cita, Mari Ángeles Parejo, autora de los tres goles que anotó la Roja en aquel torneo. Y por supuesto a Mar Prieto, figura de aquella Selección y del fútbol femenino español de la época, campeona de cuatro Ligas y cinco Copas. Se retiró a los 39 años y regresó a los 45 para jugar en el filial del Madrid CFF. Una crack dentro del campo y fuera de él, como he tenido el placer de comprobar.

Más abajo descansa Vero Boquete, la jugadora que llevó al fútbol femenino español a otra dimensión. La primera en ser candidata al Balón de Oro, la primera en ganar la Champions, la primera en ponerle nombre a un estadio de fútbol. La mujer que metió a España en una Eurocopa 16 años después con un gol en el último minuto de la prórroga bajo un aguacero infernal en Madrid, dos minutos después de haber fallado un penalti. Desde entonces no nos hemos perdido un gran torneo. Yo (como muchos de mi generación) no había oído hablar de fútbol femenino hasta que escuché su nombre.

No está sola. En esta punta le acompañan Sonia Bermúdez, Priscila Borja, Ainhoa Tirapu, Leire Landa, Natalia Pablos, Eli Ibarra, Melanie Serrano, Ruth García o Erika Vázquez. Ellas fueron las primeras mundialistas españolas… y también pioneras en sacrificar sus carreras por el futuro del fútbol femenino. Poco a poco desaparecieron de la Selección, pero a partir de entonces todo mejoró. Las instalaciones, las herramientas de trabajo, las condiciones en los viajes, la preparación de los partidos…

Muy cerca de ellas está Vicky Losada, la autora del primer gol de España en un Mundial. También Marta Torrejón, una institución en el FC Barcelona, y Silvia Meseguer y Amanda Sampedro, referentes históricos del Atlético de Madrid, o Virginia Torrecilla, futbolista ejemplar y mujer indestructible. También Auxi Jiménez. Laura del Río, Jade Boho, Maripaz Vilas, Marta Corredera, Vanessa Gimbert, Melisa Nicolau, Sara Monforte, Adriana Martín. Disculpas anticipadas si me dejo alguna, pero es que el telescopio a veces se encasquilla.

A la derecha veo 12 futbolistas que, junto con otras tres, se unieron para reivindicar mejoras en un equipo incapaz de ganar una eliminatoria en un gran torneo después de siete años de un avance imparable en el fútbol femenino español, con éxito tras otro en categorías inferiores y en la UEFA Women’s Champions League, donde un equipo español (el FC Barcelona) alcanzó cuatro finales y ganó dos. Veo a Lola Gallardo, Leila Ouahabi, Ainhoa Moraza, Lucía García, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Andrea Pereira, Nerea Eizaguirre y Amaiur Sarriegi. Veo a Sandra Paños, la portera de España en la Euro 17, el Mundial 19 y la Euro 22. Veo a Mapi León, la mejor defensa del mundo. Veo a Patri Guijarro, la mejor pivote del mundo. Sin su sacrificio, como el de Vero y compañía ocho antes, habría sido imposible esta gesta sin precedentes.

Y arriba del todo, están ellas. Las veo nítidamente, tienen todo el foco encima ahora. Veo a Cata Coll, que después de una rotura de ligamento cruzado y un año sin apenas minutos, ha actuado bajo palos en todas las eliminatorias del Mundial como si de una veterana se tratara. Veo a Misa Rodríguez, que después de un año entero siendo indiscutible en la portería tuvo que ceder su sitio en el peor momento posible. Y a Enith Salón, que nunca ha perdido la sonrisa a pesar de ser la única jugadora sin participación en el césped en tierras oceánicas.

Veo a Oihane Hernández, qué lateral más completa. A Ona Batlle, la jugadora con más ‘tackles’ del torneo. A Irene Guerrero, la centrocampista todoterreno. A Rocío Gálvez, un avión por alto. A María Pérez, el alma de la fiesta. A Claudia Zornoza, el mayor ejemplo de que nunca es tarde si trabajas duro. A Athenea del Castillo, un terremoto que no ha podido destacar por culpa de una inoportunísima lesión. A Eva Navarro, que tras dos graves lesiones de rodilla ha agitado cada partido saliendo desde el banquillo. A Esther González, que tras meses marginada volvió a ser una '9' letal para España.

Veo a Laia Codina, otra que ha sido maltratada por las lesiones y la falta de minutos. Empezó el Mundial metiéndose un gol en propia casi desde el centro del campo y lo ha acabado con el isquio reventado, pero entre medias ha sido una gratísima sorpresa. Veo a Tere Abelleira, señalada por tener que sustituir a Patri, y ha acabado siendo la mejor pivote del Mundial. Veo a Mariona Caldentey, su lesión y su recaída, y también su resurgir, su pausa y su calidad para servir una asistencia mágica para el gol soñado. Veo a Alba Redondo, que tuvo que esperar seis años y marcar 27 goles en una misma temporada para acabar debutando en un gran torneo y además ser determinante. Veo a Ivana Andrés, que había viajado a dos Mundiales sin jugar un solo minuto, y en el tercero ha levantado el trofeo con una sonrisa de oreja a oreja. Veo a Salma Paralluelo, que con 19 años ha destrozado cualquier tipo de expectativa y cualquier barrera psicológica con un gol en la prórroga de cuartos y otro en semifinales. Veo a Aitana Bonmatí, que le llovieron críticas por renunciar a la Selección y también por volver, y se ha marchado de Australia con el MVP bajo el brazo y el trofeo de campeonas. Veo a Olga Carmona, la autora de los dos goles más importantes del fútbol femenino español, que tuvo un Ángel de la guarda a su lado en el partido más importante de su carrera y le ayudó para que ese balón que parecía que se iba al palo acabase dentro e hiciera saltar a todo un país.

Veo a Irene, Jenni y Alexia. No necesitan apellidos. La primera es el alma sin brazalete de este equipo. La segunda el carácter, la furia de alguien a quien han herido y ha vuelto a unir los pedazos. La tercera simplemente es el símbolo del fútbol femenino en España. Su papel habrá sido secundario en este Mundial, pero el legado que deja a millones de niñas de todo el mundo es incalculable. Solo ella sabe lo mal que lo ha pasado en el último año y lo importante que era estar ahí, fuese como fuese.

En esta estrella hay cabida para las que ya no están, para las que han hecho historia y para las que lo seguirán haciendo. Sitio para Lola Romero o Natalia Astrain, mujeres valientes, arquitectas de los dos clubes que llevaron a este deporte a otro nivel en nuestro país. Para Nahikari García, Celia Jiménez, Andrea Falcón o Mariasun Quiñones, mundialistas con tiempos mejores. Para las que lo dieron todo en categorías inferiores y nunca llegaron a la absoluta. Para olvidadas como Ángela Sosa. Para entrenadoras que han marcado el camino: Natalia Arroyo, María Pry, Toña Is, Milagros Martínez. Para quienes, como Amanda Gutiérrez, luchan con fervor por los derechos de las futbolistas. Para los periodistas y fotoperiodistas que les dieron voz y visibilidad desde el principio, y para los que les dan ahora. David Menayo, Lalu Albarrán,Sandra S. Riquelme, Andrea Peláez, Mamen Hidalgo, Sonia Lus, Marta Griñán, Alicia Arévalo. Lecturas, imágenes, historias, noticias, sonidos y gritos de euforia que quedarán grabados en la memoria.

Es una estrella de dimensiones colosales, y eso que es la más pequeñita de todas. La primera de nuestra historia. Por eso en ella caben, en el centro, todas las niñas que, cuando empiece el colegio el próximo mes de septiembre, se apuntarán a jugar a fútbol con un único sueño. ser campeones del mundo. Como Irene, Jenni, Alexia y todas las demás.