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La Copa Davis se estaba muriendo

Álvaro Ferreres

Actualizado 20/10/2018 a las 17:14 GMT+2

Tendemos todos, por condición humana y sin apenas excepción, a añorar los tiempos pasados. A aferrarnos a lo conocido y a escrudiñar con pereza y cierto miedo todo aquello que nos cambia el paso.

Henry Wilfred 'Bunny' Austin (1906 - ) having a cup of tea after being defeated by an American, Donald Budge (1915 - ) in the closing stages of the Davis Cup at Wimbledon

Fuente de la imagen: Eurosport

Después de 118 años, la Copa Davis pasa a ser otra cosa. Ni mejor ni peor. Sencillamente, otra cosa. Se moderniza y se aviene a los nuevos tiempos. A los de la mercadotecnia y al negocio, que al fin y al cabo es de lo que se trata todo esto. La Federación Internacional de Tenis acoge un proyecto que promete una inversión de 3.000 millones de dólares en 25 años y que viene impulsada por el grupo Kosmos, cuya cara mediática es el archiconocido Gerard Piqué. Detrás, está la garantía que aporta la compañía japonesa Rakuten de Hiroshi Mikitani.
La Copa Davis deja de disputarse en cuatro series distribuidas a lo largo del año, y en condición de local y visitante; para tener lugar durante una sola semana. La del 18 al 24 de noviembre. Una fase final en la que 18 equipos, los cuatro semifinalistas de esta temporada (Francia, Croacia, Estados Unidos y España), además de Argentina y Gran Bretaña, gracias a una invitación, y los 12 ganadores de una fase previa, se enfrentan. La primera sede de esta nueva Copa Davis será Madrid.
Al margen de la estructura del torneo, ¿qué más cambia? Se acabaron los cincos sets y los maratones tenísticos de cinco horas -muy de Copa Davis-; se acabaron los partidos en casa a cara de perro y las plazas de toros; se acabaron las estrategias de elegir el tipo de superficie y de bolas para penalizar al rival; y se acabaron las concentraciones a lo largo del año y el protagonismo de esos capitanes de Copa Davis en modo seleccionador nacional. En definitiva, se acaba la idiosincrasia de la Copa Davis y se presenta un caramelo para las televisiones y la inversión; aunque por supuesto, también tiene sus detractores.
Existen las voces discordantes que claman al cielo por el sentimentalismo de una competición centenaria que muere. Existen tenistas que se muestran reacios. A Novak Djokovic no le gusta la fecha ni el hecho de que no se haya contado con los jugadores para reformular la competición, mientras a Roger Federer le mueven intereses económicos, ya que esta Copa Davis choca diametralmente con la Laver Cup de la que es promotor. Y existen naciones asociadas a la antigua Copa Davis como España, Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña o Australia que pierden la esencia de la competición original. En el fondo, toda una mezcolanza de intereses y sentimentalismos que convergen en un mismo punto. La Copa Davis hace tiempo que se estaba muriendo.
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