Open de Australia 2020, Nadal-Kyrgios: Primera final superada (6-3, 3-6, 7-6 (6) y 7-6 -4-)

Rafael Nadal. Prueba superada para el balear. Volvió a jugar de noche, con condiciones que afectan a la bola de un modo que no le agrada, y lo hizo ante el rival más incómodo que podía tener por delante. Su concentración y determinación fueron impecables, sin salirse del partido en ningún momento. Cedió su saque y un set por primera vez en el torneo, pero nadie duda de que es el más firme candidato a discutir la supremacía de Djokovic en Melbourne.

Nick Kyrgios. Entró emocionado a la pista, homenajeando al tristemente fallecido Kobe Bryant. Lo hizo no vistiendo su camiseta con el legendario ‘8’ a la espalda, sino adoptando su Mamba Mentality para apretarle las tuercas a Nadal, desatando todo el nivel y talento que encierra su destartalado cuerpo y que debería regalarnos más a menudo. Esta vez nadie le puede reprochar nada a Kyrgios, siempre admirado y odiado a partes iguales, pues jugó a la altura de lo que es: uno de los mejores tenistas del mundo.

El carácter irregular por definición de Nick Kyrgios permite que en los Grand Slams se vean partidos más propios de las dos últimas rondas en momentos tan inadecuados como unos octavos de final. Nadal fue el primer miembro del Big Three en afrontar un duelo de máxima exigencia si apartamos la sorpresa que fue el agónico triunfo de Roger Federer contra John Millman, e hizo acto de presencia en la Rod Laver con el rostro de concentración absoluta de las grandes noches.

La estrategia para el balear estaba clara de inicio: intentar mover la aparatosa carrocería de Kyrgios de un lado al otro de la pista y esperar el cortocircuito de su volcánica personalidad. Lo puso en práctica Roberto Bautista en la ATP Cup y parecía el mejor camino hacia el triunfo cuando, en el primer set, a Nadal le bastó un break para llevarse la manga por 6-3 en poco más de media hora.

Sobremotivado en su casa, Kyrgios encontró esta vez la manera de reconectarse al partido y centrarse en sacar juego a juego y punto a punto a Nadal del mismo. El de Canberra empezó a buscar el revés de Nadal, y el español aceptó gustoso la batalla, lo que dejó entonces un duelo de poder a poder entre dos de los mejores tenistas del planeta a pleno rendimiento. Cuando Kyrgios entra en ese nirvana particular se convierte no ya en un candidato al top 8, sino en un potencial número uno. Los beneficiados fueron los miles de aficionados presentes en la Rod Laver o en sus alrededores, que prefirieron seguir el partido por la pantalla externa de Melbourne Park antes que estar en las gradas de la Margaret Court siguiendo el Rublev-Zverev.

Kyrgios igualó la contienda con un break en el segundo, y en el tercero llegó una hora y 12 minutos de tenis puro en su máxima expresión. Con Nadal siempre por delante en el marcador pero sin roturas, su rival no flaqueó y alcanzó el tie-break, territorio desconocido por el momento. Allí dio un paso adelante el número uno del mundo, adjudicándose un minibreak que le permitió remar a favor. Hubo tensión cuando ambos encadenaron dobles faltas, fruto de la increíble tensión que había sobre la pista azul de Melbourne. Nadal desperdició una primera bola de set con su saque, Kyrgios estrelló una raqueta violentamente contra el suelo, y finalmente quien cerró el puño victorioso fue el español. Un set sencillamente inolvidable.

Kyrgios le pedía a su box que dejara de hablarle, no quería saber ya nada del mundo después de perder una ocasión única de poner contra las cuerdas a Nadal. Fue el momento en el que reapareció su versión más terrenal. Desde el otro banquillo, Nadal decidió que ya no iba a soltar la presa. Había olido sangre el balear y empezó a apretarle con todo. Su presión hizo que el break llegara pronto, y con un juego en blanco a continuación terminó de doblegar la voluntad de su rival. Hubo un último estertor de Kyrgios con su rotura a favor para poner el 5-5, y obligar a Nadal a jugar otra muerte súbita, pero en todo caso fue insuficiente para soñar con la remontada, agotado ya el de Canberra para seguir apelando a la épica. Fueron más de tres horas y media de partido que Dominic Thiem aseguró tras ganar su eliminatoria que iba a disfrutar desde el hotel. Seguro que el austriaco las paladeó con gusto, pero en dos días será él el que esté sobre la pista midiéndose a un Rafael Nadal que ya ha superado su primera verdadera final en Melbourne camino a su vigésimo Grand Slam.