El fuego de Alcaraz

Después de algún tiempo sin escribir por aquí –vacaciones, lo llaman–, el final de este US Open 2025 me lleva a desnudar el portátil y amasar un rato sus teclas. No fue una final memorable entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, se puede decir sin miedo a represalias, aunque el botín que estaba en juego bien merecía el mayor de los esfuerzos. Ambos tocaron su partitura, mostraron sus armas, pero el do de pecho salió de la raqueta del español, un virtuoso cuando alcanza ese nivel de duende. Tampoco es la magia de Roger –imposible manifestar elegancia a la velocidad que se juega hoy en día–, pero sí comparten esa capacidad de poder hacer cualquier cosa sobre una pista de tenis, una fuente inagotable de recursos. Si a esto le sumas la triple ‘C’ del abuelo, el resultado es un talento inabordable.

Se jugaba mucho el murciano este domingo en Flushing Meadows. Dentro de una temporada donde ha llevado su regularidad a la máxima potencia, una derrota en la Gran Manzana hubiera abierto un Gran Melón: ¿podría Carlos estar satisfecho en un calendario donde Sinner ganara tres Grand Slams? Es más, ¿en qué lugar estaría ahora mismo de no haber salvado aquel 0-40 en Roland Garros? A veces pensar mal puede llevarte al colapso, pero es que una victoria del italiano este domingo era una posibilidad nada desdeñable, teniendo en cuenta que ven con racha de 27-0 en majors disputados sobre cemento. Lo pensé por un momento y me dio miedo, al igual que lo pensaría Carlos. Por eso yo soy un juntaletras y él un deportista de élite mundial. ¿Qué hizo el español para evitar ese presagio? Salir a la Arthur Ashe con un cuchillo en la boca y el corazón en las manos.

 Así es como afrontan los mejores estas situaciones de presión, de ansiedad, de temor. Así es como cambian el futuro, siendo dueños de su destino. "Para ganar a Sinner en el US Open no me quedaba otra que hacer un partido perfecto… y eso he hecho", explicaba el murciano en sala de prensa, orgulloso tras firmar una actuación inmaculada, aunque esto ya venía de lejos. Siete partidos disputados, un solo set perdido y tan solo diez bolas de break en contra. ¿Sois conscientes de la animalada numérica que representa la estadística? Un ‘fight or flight’ de manual donde Alcaraz siempre elige la primera, de ahí que su película favorita siga siendo cualquiera de la saga ‘Rocky’. Siempre le gustó pelear, solo que ahora lo hace con orden, escogiendo mejor la estrategia, esquivando los golpes del rival y concluyendo el asalto en el momento ideal. Una orquesta que suena cada día mejor, reuniendo instrumentos de cuerda, viento y percusión.

 

Alguno piensa que tanto deseo de victoria nació tras la final de Wimbledon, donde recibió de su propia medicina, cuatro mangas que elevaron a Sinner como el caballo ganador del vestuario. No estoy de acuerdo. Aquella tarde, simplemente fue peor, de ahí que apenas tardara unos segundos en sacar la sonrisa, felicitar al de San Candido y empezar a pensar en su próxima venganza. Lo que de verdad odia Carlitos es marcharse a la cama con la sensación de haber podido dar más, un pensamiento que activa el fuego del amor al instante, ese que te hace ser valiente y meterle una marcha más a la vida. Ese fuego es el núcleo de todo el sistema carlista, el mismo fuego que anhelaba el Rey Louie en ‘El libro de la selva’. Un elemento que sirve para dominarlos a todos. ¿Qué hace que tenga tanto valor? Muy fácil de explicar: quema tanto al perder que, irremediablemente, te hace ganar. De ahí la importancia de una derrota eventual cada equis tiempo, para seguir alimentando el monstruo competitivo que lleva dentro. Esto es lo que hará que Jannik haya pasado una noche terrible, poniéndose desde hoy mismo a practicar hasta aprenderse de carrerilla la famosa canción: ‘Oh, duri du, quiero ser como tú…."

Como ya nos enseñó Disney, el cachorro humano tiene algo especial, pero basta ya de analogías entre Mogwli y Carlitos. En un deporte donde el físico, la tecnología, la planificación y otros tantos factores reclaman tu atención, existe todavía un elemento espontáneo que marca la diferencia desde la cuna. Dicen que en el amor siempre hay uno que quiere más, pues en la rivalidad Sinner-Alcaraz, ese es Alcaraz. El murciano lo quiere, lo desea, ambiciona tanto el triunfo que siempre está dispuesto a dar un extra, a dejarse el pellejo […] Y luego es que el chaval es buenísimo, no jodamos con tanta literatura. De ahí que todos supiéramos cómo terminaba la película a mediados del tercer set. El español necesitaba ganar este trofeo, pero necesitaba ganarlo así, mostrándose tan superior a su adversario que ya nadie tenga dudas sobre cuál de los dos es mejor. Al menos, de momento.

Tumbándole en su superficie, arrebatándole el título y apartándolo de la cima del ranking, imposible introducir más hondo el puñal. O Sinner aprende a dominar el fuego, o que vaya marcando el 112.