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US Open 2023 | Blog Murciego: Coco Gauff o dame más haters

Fernando Murciego

Actualizado 12/09/2023 a las 13:55 GMT+2

Coco Gauff celebró su primer título de Grand Slam rodeada de una chocante sensación de venganza, alivio e incluso cierto rencor. Como si tuviera que demostrar algo ante la gente. Como si necesitara un éxito mundial para irse tranquila a la cama, cerrando la boca de aquellos que no confiaron en sus posibilidades.

Coco Gauff de Estados Unidos posa con el trofeo del ganador afuera del estadio Arthur Ashe después de vencer a Aryna Sabalenka de Rusia en la final de individuales femeninos en el Abierto de Estados Unidos en el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King d

Fuente de la imagen: Getty Images

Hace tiempo que la sociedad es consciente de estar viviendo un proceso de reconstrucción donde no sabemos si todo es propicio. En el mundo del deporte, por ejemplo, el progreso se traduce en forma de medicina, materiales y carreras más longevas, con un peaje que arrastra la nula privacidad, la presión constante y unas redes sociales contaminadas.
La figura del hater ha ganado tanto peso que se ha vuelto imprescindible, solo así se entienden las primeras palabras de Coco Gauff al micrófono de Mary Joe Fernandez tras cumplir en Nueva York el sueño de toda una vida. “Antes de nada tengo algunas que decir. Lo primero, gracias a toda esa gente que no confió en mí”, tiró la estadounidense con rostro serio, lanzando un dardo cargado de veneno caducado.
Lo pasé mal después de perder en Wimbledon"
Realmente hay que tener mucho picor dentro para tocar el cielo, deportivamente hablando, y que lo primero que te salga del corazón sea esto. Algo estamos haciendo regular.
Quizá te puedas preguntar: ¿quién puede odiar a Coco Gauff? Una chica tranquila, alegre, muy profesional, buena compañera y con el espacio justo en los medios de comunicación. No se excede por ninguno de los extremos, parece complicado encontrar la trampa en un producto tan bien cuidado. Pues no, es facilísimo. Porque Gauff también es la niña precoz que con 15 años ya estaba en la élite.
La chica que, sin apenas sufrir en la escalada, alcanzó la élite antes que el resto. Alguien que siendo una adolescente ya cuenta con el dinero suficiente para jubilar mañana mismo a todo su árbol genealógico. Si hasta es una referente para toda la juventud estadounidense, por no decir lo que representa para la comunidad negra. ¿Ven por dónde voy? Entre la envidia y el odio hay un paso, medio paso en casos como este. ¿Y si gana algo? A restarle mérito, porque ya habrá otra que gane más. ¿Y si pierde? A disparar fuego y apuntarse la medalla, por ser el hater con mejor visión.
Esta repulsión era imposible de encontrar hace 20 años, hasta que las redes sociales se lo pusieron en bandeja a los energúmenos: insultar por insultar sin necesidad de mostrar tu identidad.
A esta lacra se enfrenta diariamente el tenista profesional, tanto el que pierde como el que gana. El mundo se ha vuelto tan corrupto de alma que no permite que al de enfrente le vayan bien las cosas. “Cuando gané mi primer WTA 500, me escribieron diciendo que hasta aquí había llegado. Dos semanas después levanté mi primer WTA 1000, de nuevo me recordaron que jamás ganaría algo mejor. Tres semanas después, aquí estoy con mi primer Grand Slam”, aseveró la jugadora de Delray Beach ante los 23.000 espectadores de la Arthur Ashe, aprovechando el momento más mediático de su trayectoria para asestar un sonoro tortazo a todos aquellos miserables que esperaban con anhelo verla caer en directo.
¿Y no es triste que pese tanto el resentimiento en una situación así? ¿Hasta qué punto se ha vuelto indispensable vivir rodeado de hostilidad a la hora de encontrar una motivación mayor? ¿No basta simplemente con luchar por la historia de tu deporte? Horas después, ya con la euforia controlada y ante una sala de prensa abarrotada, la campeona del US Open explicó al detalle dónde está el origen de esta receta tan áspera.
“Lo pasé mal después de perder en Wimbledon. Sentí que la gente pensaba que había alcanzado mi punto máximo, mi límite, que estaba acabada. Todo fue una exageración, leí muchos comentarios, la gente piensa que no los veo pero sí los veo, soy muy consciente del universo Twitter. Conozco cada nombre de usuario, sé quién escribe basura esperando una reacción de los demás. Después de eso, pensé: ‘Está bien, tengo mucho trabajo por hacer’. En Washington tuve un reinicio total, volví a tener fe, aunque de un WTA 500 a un Grand Slam la diferencia es bestial.
Hoy, diez minutos antes de entrar a pista, leí comentarios de personas que pronosticaban mi derrota en la final, eso terminó por encenderme absolutamente. Por eso esta victoria significa tanto para mí, me gustaría dedicárselo a mi yo del pasado, para que pudiera darle significado a tantas lágrimas vertidas estos últimos años. Ahora todas esas lágrimas tienen sentido”.
Sus palabras te pueden convencer –y si no lo hacen, qué mínimo que respetarlas–, aunque no deja de ser tristísimo cómo la inquina de esta nueva sociedad perversa ha modificado el orden de los factores, con el riesgo de cambiar también algunos productos. Se creía muy listo Pitágoras cuando dijo esto, habría que ver al matemático griego en pleno 2023.
Pero así va el mundo, ya no hay tiempo para detener esta ola de fobias y resentimiento, la única solución es respirar hondo y afrontarlo con tu mayor talante. En el caso de Gauff, su elección fue escupir fuera todo lo tóxico que tenía acumulado en su organismo, liberándose así de la losa con la que cargaba desde que firmó aquellos octavos de final de Wimbledon cuando apenas tenía 15 años. ¿Qué dirán ahora sus detractores? Os lo adelanto. ‘Un Grand Slam lo gana cualquiera, ya veremos si llega a los 23 de Serena Williams’. Nunca antes fue tan necesario armarse de valor y paciencia para vivir en armonía con uno mismo.
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