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Baloncesto

7. Privilegio

Fernando Ruiz

Actualizado 15/09/2015 a las 23:44 GMT+2

Ya me conocéis. No pienso entrar en sesudos análisis baloncestísticos. Tenéis a gente muy brillante por la red que bordan estas cuestiones. Buscad a Piti Hurtado, siempre didáctico y divertido. Un genio de esto.

Pau Gasol y Pau Ribas en el España-Grecia

Fuente de la imagen: EFE

Privilegio es una palabra que me gusta para titular el artículo de hoy. Estamos ante el final de una generación que languidece con orgullo. Navarro ya ve los partidos por televisión, Carlos Jiménez y Garbajosa visten de paisano e incluso lucen corbatas de vez en cuando. Y Felipe Reyes y Pau Gasol exprimen sus últimas gotas de sudor con la camiseta roja que han paseado, triunfantes, por canchas de todo el mundo. Es la generación de oro, lo más granado de un deporte como el baloncesto, que tantas alegrías nos ha proporcionado durante nuestras vidas como aficionados. Sí, nosotros los periodistas, cuando no trabajamos en el evento en cuestión, porque nuestros medios no tienen los derechos, porque el jefe manda a otra persona al torneo, o por cualquier otra circunstancia, nosotros, insisto, también somos aficionados. Tanto como el que más fiel lector de este blog.
Hoy, apenas un par de horas después de que España ganara a Grecia, es de justicia decir que somos unos privilegiados. Grandes momentos de nuestras vidas de aficionados los hemos pasado delante de la selección española de baloncesto. Desde el año 1999, año en el que nació mi hijo, España ha conseguido clasificarse nueve veces consecutivas para las semifinales del Eurobasket ¡Nueve veces consecutivas! No sé si el dato refleja la dificultad de la gesta. Quizás si un lejano día pasamos 9 años sin pisar unas semis le daremos más valor al asunto que nos ocupa.
En el año 99 salí de casa con mi hijo recién nacido. Tres días tenía. De camino a Clermont Ferrand, hice escala en Soria, para contar a los oyentes de Onda Cero el primer ascenso de Numancia a primera. Recuerdo como si fuera ayer que un tipo, henchido de satisfacción, arrancó el banquillo del cuarto árbitro dispuesto a llevárselo a su casa, como recuerdo.
Ya en Francia, España tenía mala pinta. Los franceses nos echaron una mano apalizando a Eslovenia y cambiamos nuestro billete de regreso a España por más días de basket, con la segunda fase en Pau. Luego Lolo Sainz encomendó a Iñaki de Miguel que secara a Sabonis en cuartos, ya en París. Y como quiera que Iñaki se lo tomó a pecho y obró el milagro - la excelsa muñeca de Alberto Herreros también puso mucho de su parte- nos metimos en semifinales. Ganamos a Francia, pero, exhaustos, perdimos la final contra Italia. En ese mismo verano, los junior vencían a Estados Unidos en la final del mundial de la categoría, en Lisboa.
Tras ese Eurobasket, llegaron 7 semifinales más con el cetro europeo en juego. Y en dos ocasiones, España se alzó con el título.
Esta noche de septiembre, 16 años después de aquel Eurobasket en Francia, la historia del baloncesto se hace capicúa. Estamos de nuevo en tierras galas. Y algunos de esos juniors de oros son ahora barbudos ejemplares, motivo de orgullo de cualquiera. Viajamos por el mundo presumiendo de Nadal o de Gasol. Son patrimonio nacional.
La victoria ante los griegos tiene tanto mérito como cualquier otra victoria en cuartos de final de un gran campeonato. Quizás algo más. Vamos más cortos de efectivos. No andamos tan sobrados de talento, entre ausencias, lesiones y achaques de los que están en este Campeonato de Europa, pero tenemos el mismo orgullo, las mismas ganas por regalarnos más metales preciosos, el mismo compromiso.
El triunfo ante Grecia es el triunfo de Pau Gasol, referente inmortal de esta selección. Y de su lugarteniente Mirotic, enorme en defensa y en ataque. Y de Sergio Llull, cuya recompensa por si extraordinaria defensa sobre el maestro Spanoulis será menor de la que merece su esfuerzo, en pro del bien común. El triunfo ante Grecia es el triunfo de Felipe, de Pau Ribas, del renqueante Rudy; de Sergio Rodríguez (imperial su segundo cuarto). Y es el triunfo de Víctor Claver, que respondió a la confianza de su entrenador cuajando una actuación colosal.
Scariolo debió decirle a Claver: " Víctor ¿has visto a Antetokounmo? Es alto, brazos inacabables, salta como un animal ¿lo has visto, verdad? Pues, tú eres igual o mejor. Y te lo vas a comer".
Algo debió removerse en las entrañas de Claver. Y Víctor se transformó en el Iñaki de Miguel del año 99 para ir ganando la partida poco a poco, insuflando de físico a España en cada uno de los 8 imperiales rebotes que capturó, cuando peor pintaba la cosa y los griegos amenazaban con la asfixia. Un secundario de lujo, sin cuya aportación estaríamos probablemente hablando del preolímpico.
Con taquicardias varias y con errores en los segundos finales del partido, el final del partido sirvió para demostrar que esa piña llamada España sigue conservando el gen ganador que un buen día hace 8 Eurobaskets se nos quedó impregnado en la piel.
"Sufriendo se gana y se disfruta. Hemos creído", acertó a decir Mirotic al final del partido.
Y nosotros con vosotros, qué duda cabe. Y qué privilegio, sufrir y disfrutar con vosotros.
@Fernan_Ruiz
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