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Blog Uría: De La Isla de la Cantera a La Isla de Las Vanidades

Rubén Uría

Publicado 26/03/2017 a las 18:41 GMT+2

Las Palmas. Lo que parecía un matrimonio para toda la vida ha derivado en divorcio sonado. De parque temático del buen gusto a camarote de los hermanos Marx.

Quique Setién, entrenador de Las Palmas

Fuente de la imagen: EFE

En la década de los noventa, Quique Setién jugaba en el Atlético de Madrid. Cuenta la leyenda que un periodista, consciente de sus diferencias con el difunto Jesús Gil, le preguntó qué le parecía su mascota Furia, un ejemplar de cocodrilo cubano que regalaron a Gil y Gil. Setién respondió de manera lapidaria: “Sólo espero que crezca y que, con el paso del tiempo, se lo coma”. Setién, poco apegado al poder, siempre intervencionista, fue un medio elegante y fino. Un apóstol del fútbol de buen pie que sentó cátedra en Rácing, Atlético y selección. Tras curtirse en los banquillos de Rácing, Poli Ejido, Guinea Ecuatorial, Logroñés o Lugo, fue rescatado del paro por la Unión Deportiva Las Palmas. Importó su modelo, lo implantó con éxito y la fiebre amarilla presumió con razón de proyecto. En la cúspide, un presidente metódico, Miguel Ángel Ramírez. A su sombra, la dirección deportiva de Luis Helguera. Y en boca de todos, Setién, un alquimista admirado. El equipo jugaba casi siempre bien, ganaba y tenía sello propio. El club soñaba con Europa, el técnico engordaba su lista de pretendientes y Las Palmas aspiraba a equipo revelación.
En unos meses, la presunta balsa de aceite mutó en Prestige y el chapapote cubrió el horizonte amarillo con hilillos reconocibles: guerra de vanidades, diferencia de criterios, proyectos opuestos, actos de indisciplina y malos resultados. Suficiente para frenar las expectativas generadas y generar un caldo de cultivo negativo. Así de volátil es el negocio del fútbol. Declaraciones cruzadas, unas cuantas derrotas y todo arde. Después de unas negociaciones repletas de tensión y mensajes a través de los medios, pasó lo inevitable: Quique Setién se bajó del barco. Por desgaste, por su voluntad, por disparidad de criterios o por dinero. El orden de los factores no altera el producto. En este proceso de desgaste, encanallado, salen perjudicados todos los actores principales del club: el presidente por no manejarse con más mano izquierda y el entrenador por hacer públicos asuntos que la presidencia creía privados. Puro fuego amigo. Del incendio salen calcinados presidente, director deportivo, entrenador y vestuario, esté o no a muerte con el técnico. Eso sí, las quemaduras más graves han sido para la afición. Inexplicable. En apenas unos meses, Las Palmas pasó de ser La Isla de la Cantera - título de un reportaje maravilloso de BeIN Sports-, a ser LaIsla de Las Vanidades.
La opinión pública está dividida. Unos idolatran a Setién por ser el arquitecto de la mejor UD de los últimos años, con un estilo reconocible que entronca con la filosofía canaria. Un mérito suficiente para haber evitado que un entrenador así tuviese un salida traumática. Otros hinchas, aún reconociendo el trabajo de Setién, le culpan de tensar demasiado la cuerda, de ser algo indiscreto, de haberse enfrentado al presidente y de mantener un desencuentro con la dirección deportiva. Hay quien dice que la no renovación del entrenador fue el caballo de batalla. Otros creen que el detonante de la crisis fueron los fichajes de Halilovic y Jesé, un punto de no retorno. Y no falta quien apunta al vestuario, citando varios casos flagrantes de indisciplina. Es más que posible que el desenlace de este embrollo fuera multifactorial. La verdad es que a Las Palmas se le rompió el amor de tanto usarlo. Lo que parecía un matrimonio para toda la vida ha derivado en divorcio sonado. De parque temático del buen gusto a camarote de los hermanos Marx. De lavar los trapos sucios en casa, a airearlos con luz y taquígrafos en conferencias de prensa. En su día, Furia no se comió al finado Gil. Pero hoy, la Unión Deportiva es la viva imagen de Saturno devorando a sus hijos. Ya no importa quién comenzó, qué estructura de club es la ideal, si el presidente es culpable o si Setién se pasó de frenada. Ya no importa quién tiene razón en esta guerra absurda. El daño está hecho. Y lo sufren los aficionados. Pagan justos por pecadores.
Rubén Uría / Eurosport
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