Los miércoles de Antonio Sanz: Los 'lame-Cholo' y el debate del juego

No hay lugar para la división en el duelo frente al Milan en el Metropolitano. En las cuatro jornadas previas, el Atleti caminó con cierto descrédito por la Liga de Campeones. El campeón de Liga suma cuatro puntos de 12 en un tránsito más que mejorable. En el estreno, empató de local con el Oporto y gracias -anularon un tanto al adversario que dejó alguna duda-; venció a los italianos en San Siro con un gol de penalti en el descuento -participando con un jugador más una hora de encuentro-; en el tercer duelo, cuando quiso entrar en el partido el Liverpool aventajaba ya en el marcador con un 0-2 -reaccionó de manera excelsa, si bien, la expulsión de Griezmann y un error infantil de Hermoso tiraron a la basura el gran esfuerzo en el mejor choque del torneo-; en Anfield, directamente no compitió -la peor puesta en escena de las cuatro-. Con estos precedentes, el equipo se ve inmerso en dos finales. Se necesita volver a ganar a los transalpinos y confiar en el favor del amigo Klopp para que haga lo mismo, después de no encajar bien sus críticas al juego rojiblanco y devolver la respuesta con el código del buen entrenador.

Que la gente del Atleti vive enamorada de Simeone es una justa evidencia. En la década prodigiosa del argentino al frente del club se ha recuperado la grandeza, se ha vuelto a competir con los dos colosos de nuestra Liga y se han ganado títulos en una frecuencia rescatada del olvido. En este Atleti capaz de todo, la mayoría de la masa social se conforma con ganar, ganar y volver a ganar, que ya es bastante. El propio Luis Aragonés, tras acudir al rescate y devolver a Primera a la institución, ya auguró que se necesitarían de ocho a diez años, además de hacer las cosas con sentido, para retornar a donde la historia había colocado previamente a la entidad. El Sabio no se equivocó y si con Javier Aguirre se regresó a la Champions con una secuencia anual, los títulos no se celebraron hasta que entrenó Quique en las fechas que había vaticinado el de Hortaleza. Después, la apuesta sin fisuras de la propiedad por el Cholo provocó una estabilidad que ha permitido el crecimiento exponencial de la sociedad anónima gracias a una cierta viabilidad económica refrendada con flamante estadio construido. Sin duda, el trabajo del argentino ha sido determinante para este renacer en rojo y blanco.

Con todo esto, pobre el que se desdiga del mesías Simeone. Como en los actos de fe, la masa sigue al líder sin levantar la voz, ajena a la crítica y aceptando sus consignas y mensajes como del evangelio para los cristianos se tratase. Unos pocos se revelan y admiten toda la gracia anteriormente expuesta, pero proclaman la herejía de no divertirse aunque celebren una victoria sí y otra también. En este curso, el dogma empleado por los lame-Cholo -aquellos que significan desde los medios de comunicación que el técnico sudamericano nunca falla y cuando se gana es obra suya y cuando se pierde es culpa de la plantilla- es que el equipo defiende mal porque se ha modificado el plan de siempre. Defienden que este Atleti es ahora un equipo más ofensivo y que ha olvidado el camino que condujo al éxito. Es curioso, porque son los mismos que no recuerdan que son idénticos jugadores los que se alzaron unos meses antes con el título de Liga. Es más, con dos futbolistas de tronío que han reforzado y aumentado la calidad del grupo: De Paul y Griezmann, además del todavía desconocido internacional brasileño Cunha. Pero ahora el Atleti tiene el problema de la manta: se descuida atrás porque ataca más y eso al cholismo no le encaja.

Lo que pocos destacan es que el club ha conformado una gran plantilla. La idea de jugar con tres centrales admite que la plantilla quizá necesite un zaguero más en esa demarcación. Pero en el resto de posiciones y con este sistema empleado de cinco atrás, pocas entidades en Europa ofrecen una composición de grupo del máximo nivel como la rojiblanca. No demasiados clubes cuentan con un poderoso centro del campo y con un ataque tan rutilante. Medirse al Milan de tú a tú provoca cierta nostalgia cuando se recuerda que el Atleti llegó a ser durante un año un club depositario de lo que le sobraba a los italianos. Los madrileños habían retornado a la máxima categoría y varios futbolistas firmaron entre cesiones y traspasos. Resultó el último año de entrenador de Luis en el club de su vida. Poco después se convirtió en leyenda tras ganar la Eurocopa’08 y salir airoso de la cacería mediática a la que fue sometido. Pero ahora toca ganar partido a partido, aunque alguno resulte pesado, y se diga. Es una lacra para cierto sector oculto que se quiere dejar oír también en el Metropolitano.