Blog Murciego: El ritmo de los elegidos

Hay que ver lo rápido que cambia la vida en apenas unos días. De no haber ganado nunca una semifinal en un major a a ser campeón del Open de Australia, de un viernes a un domingo, en un fin de semana. Al fin y al cabo, ¿no era Jannik Sinner el que mejor venía jugando en el torneo? ¿Acaso no es el que mayor evolución había mostrado en los últimos meses? Pues normal que ganara entonces, ¿no? Qué fácil sería el deporte mirado por estos prismáticos, pero no funciona así. Jamás se puede tratar con normalidad un primer título de Grand Slam, no después de haber tumbado al diez veces campeón en una ronda donde jamás había caído. No después de remontar dos sets a cero en el día más importante de su carrera. Lo del italiano en Melbourne es una salvajada lo mires por donde lo mires, o como diría Rod Laver, un milagro.

Salvo milagro, ya pueden poner el nombre de Djokovic en este Open de Australia”, se atrevió a comentar la leyenda de Rockhampton tras la primera semana de competición. Se olvidó que había un hombre que acabó sometiendo al serbio en un par de ocasiones al cierre de 2023. Lo volvería a hacer en el estadio que lleva su nombre, sin atender a aquellos que pronosticaron su caída debido a la falta de experiencia, al exceso de expectativas o, sencillamente, al nivel de consistencia y determinación del balcánico a estas alturas. Papel mojado. Pura teoría. En la práctica se vio a un Sinner enfervorizado, totalmente prendido por la ocasión, empujado a demostrar que su momento llegó. Apoyado en ese cultivado colchón de confianza devoró las quinielas para recordar que la veteranía no siempre gana partidos. Y de paso, que el futuro del tenis masculino está en buenas manos, tiernas pero seguras.

Por su aplomo en las escenas más delicadas, por el entorno que le acompaña, por sus declaraciones ante el micrófono y por no tener miedo a fallar en ningún capítulo de esta hazaña, para mí Sinner ya forma parte de ese grupo de elegidos que llegan al tenis para hacer historia, para implantar una huella diferente a las demás. Mi convencimiento no viene por haber ganado un Grand Slam, sino por cuándo lo ha ganado. Ahí está la clave para identificar a los grandes, que siempre aparecen cuando no se les espera. ¿Alcaraz ganando el US Open con 19 años? ¿Nadal coronándose en su primer Roland Garros? Son dos ejemplos que nada tienen que ver a los títulos de Thiem o Medvedev, que casi fueron cuentas pendientes. De las deudas de Zverev o Tsitsipas ni hablamos. Ahí es donde vemos a los que entran a la fiesta sin preguntar y los que tienen que pedir permiso. Los que van un día por delante y los que dejan los deberes para más tarde. En esta ecuación solo falló Roger Federer, que no abrió el tarro de las esencias hasta los 22 años, edad actual de Jannik. Mirándolo así, tampoco es mal presagio.

¿Y qué dice el italiano de todo esto? Pues que está encantado de ganar un Grand Slam, que acepta todas las consecuencias, pero que su sueño no termina aquí. “Siempre hay presión, pero la presión es algo bueno. Hay que tomárselo de buena manera, es un privilegio, ¿no? Porque no hay tantos jugadores que tengan este tipo de presión, pero por otro lado, cuando tienes presión siempre hay que pensar que la gente cree que realmente puedes hacerlo. Entonces sí, me gusta estar dentro de la tormenta de presión, no sé cómo decirlo. A mí personalmente me gusta, porque es ahí donde la mayor parte del tiempo saco mi mejor tenis. También estoy bastante relajado en esta ocasión, porque siempre trato de disfrutar en la cancha. Definitivamente, creo que la presión es un privilegio”, valoró en su última rueda de prensa el hombre que hoy aparece en el cuarto escalón mundial.

Ahora entenderán por qué Simone Vagnozzi y Darren Cahill se quedaran con el premio a ‘Mejor Entrenador de 2023’. No por lo que ya habían hecho –que también–, sino por el monstruo que estaban construyendo. Sinner es un jugador que lleva tiempo generando ruido y expectativas, hasta que por fin se le ha puesto el foco encima. Mejor dicho, él se ha colocado debajo. Primero abriéndose paso a puro talento, luego formando un equipo de calidad a su alrededor, implicándose en el proceso y no en la vitrina, evolucionando sin parar y sin compararse a los demás. Bueno, esto último solo a veces, pero siempre para motivarse. Vamos, que al final será normal lo que ha pasado en Melbourne, aunque ya os adelanto lo que viene después. Si algo bueno tiene Jannik, además de lo mencionado anteriormente, es que de verdad le gusta el tenis. Esto, sumado a su carácter reservado pero ultra competitivo, dará como resultado una trayectoria excepcional siempre que las lesiones lo permitan. Uno de esos milagros que podemos contar con los dedos, junto a Carlos Alcaraz. Será difícil seguir el ritmo de estos dos, un problema para el resto y una bendición para nosotros.