Tour de Francia 2022 | Vuelve el Alpe d'Huez: Los grandes momentos de la montaña más famosa del ciclismo (E1, 12:55)

Un total de 21 curvas repartidas en la subida más célebre del Tour de Francia para alcanzar una cima situada a 2.224 metros de altitud. El perfil presenta una ascensión de casi 14 kilómetros al 7,9% de desnivel medio y en esas rampas la carrera más importante del mundo y sus mayores protagonistas han escrito páginas gloriosas desde que Fausto Coppi la conquistó por primera vez en 1952.

El Tour de Francia regresa a esta cima desde su última vez en 2018, donde Geraint Thomas ganó vestido con el maillot amarillo, algo que en las 29 veces anteriores que se subió el Alpe d’Huez, no había conseguido ningún otro líder de la carrera. Marco Pantani ganó de forma consecutiva en 1995 y 1997, en el último Tour ganado por Miguel Indurain y en la edición donde peleó el amarillo hasta el final a Jan Ullrich. Pero esta montaña guarda mucho más mitos.

La llegada al Alpe d’Huez en el Tour de 1986 regaló una de las fotografías más famosas del ciclismo: la de Bernard Hinault y Greg LeMond entrando juntos en meta como compañeros de equipo en La Vie Claire. Todo fueron abrazos y sonrisas pero en realidad eran los máximos rivales pese a compartir maillot.

En esa década de los ochenta esta cima se convirtió en todo un clásico: se subió en siete ocasiones y se acuñó una máxima en su propio relato: “Quien sale de amarillo del Alpe d’Huez, llega de amarillo a París”. Pero no fue así para Pedro Delgado en 1987, ya que salió de líder pero el campeón final fue Stephen Roche. Un año después, Perico pudo resarcirse y hacer honor a ese dicho, ya que el ganador fue su rival Steven Rooks pero el segoviano salió de amarillo y lo conservó hasta París.

Tres ciclistas españoles han ganado en el Alpe d’ Huez: El primero de ellos fue Fede Etxabe en 1987, concretamente el 21 de julio de 1987 en la 20ª etapa del Tour. Iban Mayo fue el segundo en la edición de 2003 y Carlos Sastre conquistó su cima y el amarillo en su inolvidable victoria de 2008.

Carlos Sastre impuso su ritmo, se anticipó a su equipo y a su jefe de filas, Frank Schleck, y ya no miró hacia atrás para distanciar a Cadel Evans y Dennis Menchov. Desde ese día no hubo vuelta de hoja, el abulense fue campeón en París y firmó una de las páginas más gloriosas de la historia del ciclismo español. “Esto es un sueño”, dijo Sastre tras el mayor hito de su carrera.

En 1999 el italiano Giuseppe Guerini iba escapado en solitario hacia la victoria, pero un aficionado imprudente salió al centro de la carretera para tomarle una foto. No calculó bien la distancia y le tiró. Rápidamente pudo resarcirse para volver a la bicicleta y ganar la etapa. La historia recuerda más al ‘tonto’ que le tiró que a él. La expresión fue acuñada por Pedro González, célebre narrador de ciclismo de TVE.

La historia ha borrado el nombre de Lance Armstrong de los anales del Tour de Francia, pero en la memoria colectiva se recuerda la primera y única vez el Alpe d’Huez ha vivido el formato de cronoescalada. Sucedió en 2004 y las crónicas hablaban de más de 300.000 personas en toda la ascensión, haciendo un auténtico pasillo humano a los ciclistas y vitoreando al americano, entonces líder de la carrera y buscando su sexta victoria en París.

El 22 de julio de 2011 y justo el día después de que Andy Schleck conquistara el Galibier, Alberto Contador ya era consciente de que no podía ganar ese Tour pero decidió intentarlo desde lejos. Una etapa corta y explosiva y un ataque lejano que puso en guardia a los favoritos y desesperó el hasta ese día líder Thomas Voeckler, enfadado con el mundo y con su equipo y lanzando bidones a su propio coche. Cuando el madrileño tenía a tiro la victoria, desde atrás apareció un joven francés, Pierre Rolland, para privarle de una victoria de prestigio. No ganó, pero dejó su sello atacante y esa subida al Alpe d’ Huez se recuerda más por su ataque que por el ganador de etapa.

El final del Tour de Francia 2015 fue eléctrico. Etapa con final en alto en Alpe d’ Huez antes del paseo triunfal en los Campos Elíseos y un Chris Froome que había flaqueado en los días previos tuvo que emplearse a fondo para contener a un desatado Nairo Quintana. El colombiano atacó varias veces y lo intentó todo para destronar al inglés, pero fue Alejandro Valverde quien dejó la imagen más emotiva entrando en meta y echándose a llorar porque aseguraraba su tercer puesto en el podio. Un sueño, el de tener una foto en el cajón de París, que por fin pudo conseguir y certificó en la cima más mítica de única carrera que se le ha resistido al murciano.